Renovada amenaza militar de Chile

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A poco de presentar el Perú su demanda a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, la presidenta chilena Michelle Bachelet visitó cuarteles del ejército y al mismo tiempo el ministro de Defensa, José Goñi, anunciaba que Chile tenía una disponibilidad de 1500 millones de dólares para gastos en armamento. Además, en días recientes Chile ha vendido a Ecuador, a precio rebajado, dos barcos de guerra que ha dado de baja pero que tienen por delante una vida útil de 15 años; además, los astilleros militares chilenos van a dar mantenimiento a dos submarinos ecuatorianos. Para burlarse de los peruanos, el gobierno ecuatoriano afirma que no tiene ningún problema fronterizo con el Perú y que todo está bien… ¡pero, estimulados por Chile, su aliado militar, se arman hasta los dientes! Ya se sabe que Chile y Ecuador tienen una alianza militar contra el Perú, mil veces demostrada.

Esto y muchos gestos y acciones de Chile, coordinados con sus sirvientes del partido chileno (Apra) y otros traidores peruanos, demuestran con claridad que ante la tibia posición de la cancillería peruana (pero que es considerada un gran atrevimiento por el núcleo dirigente de Santiago), Chile hace conocer de manera clarísima su intención de recurrir a la agresión armada ante cualquier acción o gestión que ponga en tela de juicio sus usurpaciones (triángulo de Tacna que le entrega el partido chileno que tiene el poder en el Perú y mar territorial usurpado desde años atrás).

No llama la atención que Chile proceda así, y sería ingenuo criticar a ese país, puesto que el robo, la usurpación y el asesinato son parte consustancial de la razón de ser del estado chileno; o sea, que estamos ante algo perfectamente previsible y, por tanto, no muy preocupante (¡lo raro fuese que Chile no usurpara territorios ni robara o asesinara durante sus guerras de expansión territorial!). Lo que sí importa mucho es saber cuál es la doctrina de defensa del Perú ante estos casos, la cual debe hacerse conocer, puesto que lo único secreto de una fuerza armada son sus planes operativos y el momento de los movimientos de tropas que tienen lugar en territorio peruano.

En este aspecto de la doctrina de defensa, Chile es muy claro, busca: a) mantener una fuerza armada que le permita derrotar al mismo tiempo a sus tres vecinos (Argentina, Bolivia y Perú); b) mantener en su poder el territorio usurpado a Perú, Argentina y Bolivia; c) tomar control de recursos estratégicos de los vecinos (agua, gas, espacio aéreo, actividad económica); d) preparar nuevas usurpaciones territoriales1; e) intervenir militarmente si son afectadas las inversiones chilenas en otros países2.

Como Chile, otros países tienen, de igual manera, definida su doctrina militar. Los EE. UU., por ejemplo, proclaman el derecho de atacar militarmente a cualquier país que considere hostil, en cualquier parte del mundo. Rusia, por su parte, declara que no atacará a nadie, pero que de ser necesario responderá con armas nucleares si es atacada o si sus aliados son atacados.

¿Qué es lo que oímos de parte del Perú? Simplemente que nuestra fuerza armada cuida la integridad territorial y que debe tener un poder “disuasivo”, ante el cual se inhiba o tenga miedo cualquier país que intente apoderarse de territorio peruano. Pregunta: ¿esa proclamada potencia “disuasiva” disuadió a Chile cuando le dio la gana de apoderarse del triángulo de suelo tacneño?, ¿el monumento que en el Perú marinos peruanos sirvientes de Chile han levantado al asqueroso hampón Arturo Prat disuade a la marina de guerra chilena cuando se le antoja apresar a nuestros pescadores en el mar peruano? ¡Ciertamente que no disuadimos a nadie!

Así como sugerimos al Partido Nacionalista Peruano (PNP) que retire de su denominación la palabra “Nacionalista”, puesto que parece inclinarse más a Chile que al Perú, de igual manera pedimos a los planificadores políticos y militares peruanos que borren de sus declaraciones y documentos la palabra “disuasivo(a)” y similares, porque no corresponden a la realidad. Además, para reflejar con certeza la realidad entreguista que impone el partido chileno (Apra), se debe especificar que en el caso de Chile le reconocemos los siguientes derechos: a) el de ser predominante en nuestra economía, para que luego tenga el motivo que les permita invadirnos; b) el de ser usuarios privilegiados de las reservas de gas peruanas, para que nunca falte combustible a sus industrias y a sus fuerzas armadas; c) el de usurpar mar y tierra peruanos (ah, pero que no sea mucho, pese a que todo es negociable); d) el de no acatar ningún fallo de la justicia internacional o de cualquier tratado, si favorece al Perú.

Esperamos que el gobierno del partido chileno (Apra) que en mala hora rige el destino del Perú tenga la sinceridad y la consecuencia de expresar las cosas como son. Si fuese así, simplemente los llamaríamos traidores a la patria y no mentirosos. Mientras no se sinceren, el pueblo seguirá considerándolos traidores a la patria y mentirosos, a los apristas y a los civiles y militares que los secundan en su entreguismo a favor de Chile.

Alternativas y opciones posibles

Que las cuantiosas adquisiciones de equipo militar que ha efectuado Chile le dan la capacidad material de realizar su anhelo de invadir nuevamente al Perú es algo muy claro para todos nosotros. Pero debemos estar muy atentos a engaños concertados entre el enemigo del sur y sus sirvientes peruanos. Así como con fines de distracción de incautos los delincuentes pelean e incluso llegan a inferirse cortes, de modo similar debemos estar atentos a una agresión chilena pactada con los traidores de acá. ¿Cómo nos daríamos cuenta de que es una agresión pactada, arreglada, y no una de verdad? Muy simple: en este caso Chile ataca al Perú para oficializar o “legitimar” —si cabe la palabra— la posesión del triángulo de suelo tacneño que le ha cedido el partido chileno (Apra) y mide o controla la intensidad del ataque y la destrucción que puede causar, porque al ser algo pactado los chilenos evitarán matar a sus cómplices peruanos; les interesa seguir teniendo en el Perú una fuerza armada consentidora. Así las cosas, los cómplices peruanos civiles y militares dirían que hay que “contener el ataque” y harían una apariencia de combate, con algunos miles de peruanos muertos. Según los deseos chilenos, el conflicto terminaría con una ya pactada de antemano mediación internacional o de las Naciones Unidas, que determinaría el cese de hostilidades con el resultado de que Chile quedaría controlando más territorio peruano (por lo menos el triángulo de Tacna, pero no mucho más, no llegaría a Arequipa o Moquegua).

Una agresión no pactada, no arreglada, sería completamente diferente. Chile, disgustado al ver que el partido chileno (Apra) no puede contener las aspiraciones nacionalistas y de soberanía del Perú, desencadenaría todo su poderío militar avanzando por lo menos hasta Nazca y destruiría toda la infraestructura civil y militar del Perú, procurando la aniquilación o desbande de la fuerza armada peruana, sin perdonar ni siquiera a los traidores que han puesto monumento al delincuente basura Arturo Prat, para luego culminar el conflicto valiéndose de un traidor (como Miguel Iglesias, Nicolás de Piérola o Augusto Bernardino Leguía) que firme un tratado de paz favorable a Chile. Este tipo de agresión parte de dos supuestos que Chile considera en su evaluación: a) se destruye a la fuerza armada del Perú y se usurpa todo el territorio peruano que sea posible; b) se causa el pánico de la población civil peruana, que al ver la destrucción y desbande de la fuerza armada agacharía la cabeza y aplaudiría al sirviente de Chile que firme un nuevo tratado con Chile.

Sabiendo que la agresión chilena puede ocurrir de estas dos maneras, todos los peruanos debemos estar alertas y entender rápidamente lo que está pasando. Si la guerra es pactada o arreglada, si la guerra no es a todo dar, el pueblo peruano con las armas en la mano e invitando al combate a los militares patriotas deberá combatir al invasor chileno y a sus cómplices peruanos que aparentarían defender el territorio peruano cuando en realidad ya han decidido entregarlo al enemigo. El pueblo movilizado y en armas obligaría a nuestra fuerza armada a entrar en franco combate, que exacerbe los ánimos del enemigo chileno, y a repartir más armas a los civiles; se pelearía todo el tiempo que sea necesario, meses o años, hasta llevar la guerra a territorio enemigo y recuperar Arica y Tarapacá3, pues al ser nuevamente agredidos nos asiste el derecho de rechazar la invasión y restablecer nuestra integridad territorial histórica.

Por otro lado, si se produce una guerra no pactada ni arreglada, el propósito de Chile sería destruir fulminantemente la fuerza armada peruana y desbandarla en un tiempo máximo de quince o veinte días, y aplicar contra la población civil peruana, perfeccionadamente, el terrorismo que practicó Patricio Lynch en la Guerra del Pacífico. Como en el caso anterior, Chile supone que los militares peruanos derrotados y la población civil quedarán paralizados por el espanto al ver la destrucción y muerte que causa el enemigo. El resultado final previsto por Chile es el establecimiento de una nueva frontera con el Perú, que coincidirá con las líneas de avance máximo que haya alcanzado su ejército4. En este caso de agresión no arreglada, inevitablemente una parte5 de los militares peruanos derrotados organizará una resistencia guerrillera y hará frente común con los civiles armados, para derrotar al invasor chileno, recuperar Arica y Tarapacá y fusilar a los colaboradores del enemigo. Desde el punto de vista técnico-militar, aquí veremos si los militares peruanos —en particular los publicitados comandos o fuerzas especiales— tienen la efectividad y, principalmente, el temple espiritual para llevar adelante una guerra que tomaría años, no semanas ni meses. En lo que respecta a los civiles, ya está demostrado en todo el mundo que no se rinden ante un invasor ni aceptan tratados de paz lesivos6.

En cualquiera de las dos posibilidades —guerra pactada o guerra no pactada— la participación del pueblo en armas serviría para evitar mediaciones o traiciones; esa participación aseguraría que la guerra llegue hasta sus últimas consecuencias, esto es, la derrota del invasor y la recuperación de Arica y Tarapacá (nada de treguas ni de garantes alcahuetes del enemigo). Los peruanos bloquearíamos todo el comercio de Chile hacia el norte, de manera que el enemigo sentiría los efectos económicos del conflicto7, sin contar con que el creciente número de bajas chilenas ocasionaría problemas políticos en el frente interno del enemigo. El Perú tiene mayor población que Chile y puede soportar un mayor número de bajas.

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1 Chile, beneficiado por la colusión del partido chileno (Apra) que gobierna el Perú, controla un triángulo de suelo tacneño; y a partir de allí proyecta hacia el océano una línea que le permite robarnos mar territorial. Por eso en playas de Tacna y Moquegua hasta un nadador que se interne un poco en el mar es apresado por la marina chilena, lo mismo que los pescadores, a quienes decomisan el producto de su trabajo.

2 Evidentemente, las empresas chilenas que funcionan en el Perú son un peligrosísimo caballo de Troya, son la cabecera de puente o avanzadilla que necesitan los rateros chilenos para tener pretextos de agresión contra el Perú. Como partido chileno que es, el Apra no sólo tolera la presencia hegemónica de empresas chilenas, sino que invita a que se instalen más empresas chilenas en el Perú, especialmente en sectores estratégicos como puertos, aeropuertos, minería, transporte marítimo, etc.

3 Los traidores partidarios de la guerra pactada lucharían sólo hasta la línea que hayan establecido sus amos chilenos, la cual estaría siempre dentro de territorio peruano.

4 Bien claro decimos “ejército”, porque la aviación y la marina de Chile llegarían a atacar y destruir mucho más al norte de Nazca, que es el límite deseado por los rateros y asesinos chilenos.

5 Sólo una parte, esperamos siquiera un 50%; el resto se irá a sus casas o inclusive se unirá al ejército invasor chileno (nos referimos a los que ponen monumento).

6 En un contexto de guerra total, como en el Iraq que lucha contra los invasores estadounidenses, aparecería un gran número de combatientes suicidas y muchísimos de los que premeditadamente luchan hasta la muerte (¡ojo, no son lo mismo!).

7 Justamente porque los rateros chilenos tienen grandes inversiones en el Perú, lamentarían la destrucción o expulsión de sus empresas instaladas en territorio peruano precariamente (están sólo porque traidores a la patria lo han permitido). Exigimos que se haga una encuesta para preguntar al pueblo peruano si desea que las empresas chilenas continúen en el Perú o si desea que sean expulsadas.