Por Herbert Mujica Rojas
En noviembre de 1985, Wagner Tizón firma, como ministro de Relaciones Exteriores, con su par de Chile, Jaime del Valle Alliende, un acta oprobiosa por la cual violaba expresamente términos irreductibles del Tratado de 1929 y su Protocolo Complementario y además, concedía, la ominosa chance de re-escritura de la historia de la guerra de invasión de Chile al Perú 1879-1883 con lo cual, franqueaba la puerta a un somnífero colectivo y perdonavidas de que hoy sigue siendo, este personaje, palafrenero militante. Bien recordó, semanas atrás, este asunto el maestro Manuel Jesús Orbegozo en artículo periodístico, por supuesto, que nunca desmentido.
En noviembre de 1999, Cancillería con de Trazegnies, Jorge Valdez, Fabián Novak y otros traidores militares hoy amparados en el anonimato, regalaron al país del sur un curso de acción ¡absolutamente distinto! al pactado ¡70 años atrás! en las negociaciones directas por el presidente Augusto B. Leguía sobre el cumplimiento del Tratado que culminó el 3 de junio de 1929 también con un Protocolo Complementario. Singularmente, en el 2005 denuncié estos hechos que jamás fueron respondidos por los susodichos, todos vivos y renacidos de sus proditoras acciones hoy en la cosa pública. Y este es un asunto vinculado a Cancillería.
El mismo 2005 se descubre, por parte de la prensa chilena, que su país, en plena guerra del Cenepa, 1995, había vendido armas y pertrechos al Ecuador y en abierta y desvergonzada traición a su papel de garante del Protocolo de Río de Janeiro, protagonizando un inverosímil caso de irrespeto a los acuerdos internacionales, algo no muy raro en la diplomacia chilena. Y Cancillería peruana no exige las disculpas ni investiga a fondo los temas esenciales que debían haber concluido en una plataforma de reinicio del tema, todos los pendientes, con Chile. Es más, Torre Tagle, no prioriza la expresión chilena pública que alude a un arbitraje, asunto que jamás había sido parte oficial ni reconocida por los del sur.
Pocas semanas atrás, la guardia pretoriana peruana vigiló en Tacna el minado campo peruano y aprovechado malamente por Chile en base a una mañosa interpretación ―el Hito 1 como frontera terrestre―, desvergonzada acción impulsada además por los demonios cobardones y acartonados de una Cancillería que necesita de flagelación pública y degradación de sus principales ―con notorias excepciones― capitostes por burros e ineptos.
Es decir, obviando otros sucesos, todos degradantes, lo referido a Chile siempre estuvo en manos de la Cancillería. ¡Y esa ha sido la desgracia nacional! Con el meritorio e histórico paréntesis protagonizado por un no miembro de Torre Tagle, Augusto B. Leguía, el recuento es una crónica tristísima de desdorosas cobardías.
¡Precisamente porque el tema de las fronteras, historia nacional, identificación y estudio ordenado del pasado y contrastado con el desarrollo económico y político de entonces y hoy, es que el pueblo peruano vive en la absoluta anomia e ignorancia!
Porque, el tema ríspido con Chile, encuentra a aquel pueblo galvanizado en su larguísima faja de siete mil kilómetros y al nuestro, emporio riquísimo de minas, gas, agua y territorio ubérrimo con casi 30 millones de habitantes, en orfandad de partidos políticos genuinos y populares; en carencia de líderazgos nacionales y patrióticos; faltos de grandes ideas fuerza amplias y de ecuménica convocatoria. ¿Es esto, en clásico giro, lo que está sugiriendo que prosiga y se perpetúe, para gloria y beneficio de otros, la archiconservadora y reaccionaria Lourdes Flores? De repente eso es bueno para los intereses que ella defiende. Por algo el pueblo no le dio la confianza y dudosamente se lo otorgaría porque los pueblos tienen sabiduría ínsita y respetable.