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Terremoto y comunicaciones


El terremoto sufrido en Cañete e Ica el 15 de agosto de 2007, que en Lima se sintió como un prolongado remezón, significo para muchísimas personas no sólo el miedo de enfrentar a las incontrolables fuerzas de la naturaleza sino también la angustia de no poder comunicarse con familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc.; en los primeros momentos ni siquiera el presidente de la república ni los ministros se libraron de experimentar grandes dificultades para enterarse de las noticias.
 
¿Qué pasó? Las empresas que brindan los servicios de telefonía fija y de telefonía móvil esgrimieron como principal argumento que el excesivo número de llamadas sobrepasó la capacidad de funcionamiento normal; hubo —según ellos— una saturación de las líneas que impidió el funcionamiento siquiera básico. Cuando en el Congreso se ha solicitado información sobre el tema, fueron la ministra y la viceministra de Transportes y Comunicaciones a repetir como loras los argumentos de las empresas. Para estas damas, Telefónica del Perú no había incumplido la parte del contrato con el estado peruano que desde la firma la obliga a poner en funcionamiento una red que se utilice en casos de emergencia como el que hemos tenido.

Si desde el comienzo vemos a las mencionadas representantes del estado que han actuado como abogadas de Telefónica del Perú en lugar de pedir la anulación del contrato que tiene con el estado peruano y exigir el pago de indemnizaciones, es fácil suponer que todo es encubrimiento a favor de la mencionada empresa. En cuanto a las empresas que ofrecen el servicio de telefonía móvil, ha sido el mismo Alan García quien las defiende, al acusar a los municipios de oponerse a la erección de nuevas torres (¡cuando ya todos sabemos que hace meses un dispositivo legal ha dejado el camino expedito para que se pongan nuevas torres!). La verdad es que las dos principales empresas de telefonía móvil están en una desenfrenada carrera por vender el mayor número de teléfonos, pero sin poner el número suficiente de antenas que permitan un servicio eficiente; nadie del gobierno quiere pedirles cuenta de eso; más bien alcahuetean en favor de dichas empresas.

Ni los muertos o heridos ni la destrucción cambian la decisión del gobierno aprista de defender a capa y espada a las empresas telefónicas y no al pueblo. También debemos mencionar la sorprendente y vergonzosa intervención en los medios de comunicación de un alto oficial militar que explicaba los problemas que habían tenido en la base de Pisco, que les habían impedido varias horas comunicarse con Lima e informar sobre la situación. Cosas como que se salió el mar, que el agua llegó hasta el alojamiento de los militares y sus familias y que se suspendió el suministro de energía eléctrica son poco menos que increíbles como justificación. ¿Se necesita un genio militar para que les sugiera asegurar los aparatos de comunicación y los grupos electrógenos en lugares altos? ¿Y si en vez de un terremoto hubiese ocurrido un ataque de los delincuentes chilenos? ¿Dónde estamos para aguantar tanta imprevisión e imbecilidad?

El quid del asunto. Por lo que se pudo entender a este militar, que hablaba, entre otras cosas, de sistemas encriptados de comunicación, el medio utilizado era la telefonía fija o celular. Y aquí es pertinente señalar que si se trata de situaciones de emergencia el estado en su conjunto —tanto en el sector civil como en el militar— no puede depender más de la telefonía en cualquiera de sus modalidades (fija, celular o satelital); es necesario reforzar y modernizar una red de radio, medio que prácticamente nunca falla ni tiene problemas (o seudoproblemas) de saturación.

Al hablar de radio, no nos estamos refiriendo a las radioemisoras que podemos escuchar en nuestros radiorreceptores caseros sino a los sistemas de radio con sus respectivas antenas que permiten, por ejemplo, la comunicación entre cuarteles alejados entre sí, entre radioaficionados, entre tierra y barcos en altamar, etc., etc. El énfasis debe estar allí; el Instituto de Defensa Civil (Indeci), por ejemplo, debe tener comunicación radial permanente con sus oficinas departamentales y provinciales; los institutos armados, de igual manera; el ministerio de Salud, por lo consiguiente. Ya no estamos para creer en cuentos como el de líneas saturadas y otros, que con mucho gusto (e interesadamente) aceptan autoridades y gobernantes prisioneros de la corrupción.

La red radial debe ser extensa. En la sierra y selva, por ejemplo, tenemos mucha población dispersa, y es frecuente que muchos de nuestros compatriotas que moran en lugares alejados fallezcan por cualquier enfermedad o quebranto de salud, porque les es imposible llegar al centro poblado más cercano en el que puedan brindarle atención médica. Esto puede resolverse distribuyendo adecuadamente equipos de radio en las comunidades alejadas e instruyendo a los habitantes en cómo usar los equipos. Al producirse una situación de emergencia, estas personas ya podrían pedir ayuda al centro de salud u oficina de Indeci que esté más cerca de ellos. Esto supone que en los lugares en que se recibe la llamada de emergencia estén siempre listos los vehículos que permitan ir al lugar desde donde pidieron ayuda.