El lunes 5 del presente a nuestra Biblioteca Nacional le han sido devueltos 3 788 libros que la fuerza armada de Chile robó durante la ocupación de Lima, tras las batallas de San Juan y Miraflores y tras el incendio y saqueo de Barranco y Chorrillos. Esta devolución de menos del 10% de libros robados, como siempre, encuentra en mal pie al estado peruano, que en la persona de Hugo Neira, director de la Biblioteca Nacional, agradece a Chile por dicha restitución. En el artículo De libros y delincuentes chilenos, que ofrecimos el mes de abril de este año, sostuvimos que la dignidad nacional exigía que por tratarse de un robo, quien recibiera los libros debía ser un oficial de la policía peruana, no un diplomático ni ningún otro funcionario del estado peruano. Pero vemos que más pesa la vocación del gobierno de Alan García, de agachar la cerviz ante el patrón chileno cuantas veces sea necesario.
Decimos que estos hechos encuentran en mal pie al estado peruano porque meses o años antes la diplomacia peruana debió exigir a Chile la devolución de libros y cualquier otro material que no sea botín de guerra1; y debió plantear esto empleando en sus notas diplomáticas la palabra “robo”, “robar” o cualquiera de sus derivadas. Que eso cayera bien o mal a los diplomáticos de Chile, país delincuente, poco importa; lo fundamental debió ser que las cosas y hechos se situaran y denominaran en su verdadera condición. No haberlo hecho permite a Chile, al menos unas pocas horas, dar la impresión de que es un vecino del que se pueden esperar gestos de buena voluntad; en otras palabras, el estado delincuente chileno en el escenario de las relaciones públicas anota un punto a su favor.
Aprovechando la situación, el ministro chileno de Asuntos Exteriores de Chile, Alejandro Foxley, manifestó que "el Gobierno hizo un esfuerzo a fondo, profesional, exhaustivo, de buena fe para determinar cuál es el patrimonio cultural en materia bibliográfica del Perú". Éste es el mismo tipejo que recomienda a los peruanos olvidar los robos territoriales que su país ejecuta contra el Perú y mirar al futuro (esto es, “Yo te robo, pero mira el futuro brillante que te espera sin cargar con el peso de lo que te robo, ya estás más ágil y liviano”). También es significativo que en su edición de ayer el diario digital chileno Siglo XXI se ocupe de la devolución de libros con el siguiente titular: “Chile devuelve a Perú casi 4.000 libros incautados durante la Guerra del Pacífico de 1879”2. Estemos atentos: no dicen “robados” sino “incautados”, como si los peruanos fuésemos delincuentes a los que la autoridad (Chile) incauta algo, así como la policía incauta drogas estupefacientes, objetos robados que se recuperan, etc. A ver, ¿qué dicen ahora los apristas, el puñado de marinos peruanos prochilenos y otros sirvientes?, ¿les gusta el trato que los patrones chilenos dispensan a sus lacayos y yanaconas peruanos? ¡Uy, qué tosco había sido el patrón, no?
En el fútbol hay un dicho “Goles que no hacen, goles que te hacen”, que se aplica perfectamente a este caso. La diplomacia peruana debió explicitar que estaba reclamando lo que había sido objeto de robo; pero nuestros diplomáticos —¡tan delicados ellos!— ni en sueños llegarían a tener una expresión clara y contundente frente al enemigo. Pero los chilenos sí que lo hacen: siendo ellos los rateros, al emplear —como señalamos en el párrafo anterior— la palabra “incautados” nos meten en el mismo saco de los delincuentes. ¡Por el bien del Perú, aprendan, señores de la cancillería! ¡El trato formal y respetuoso a quien lo merezca; pero a Chile, país delincuente usurpador de Arica y Tarapacá, hay que tratarlo como lo que es, y al robo llamar robo! ¡No tengan miedo!
Pero no se crea que este gesto de los chilenos responde a una coyuntura específica. No. Es manifestación de una muy bien definida política de relaciones exteriores debidamente planificada, invariable y segura, a prueba de baches y bandazos. Chile ha entendido que no son muy buenas sus posibilidades de ganar en la Corte Internacional de La Haya y, ante la pasividad del estado peruano conducido por apristas sirvientes de Chile, va anunciando y tomando medidas que le permiten aparecer como país que actúa de buena voluntad, de buena fe. Visto así el caso, no es coincidencia que hace pocos días los chilenos hayan puesto en vigencia normas que facilitan que los inmigrantes ilegales (muchos de ellos peruanos) puedan regularizar su situación.
Esto que mencionamos de los inmigrantes tiene variados propósitos: a) saber quiénes y cuántos son los inmigrantes; b) incorporar una parte de ellos al sistema de seguridad social, para que con sus pagos mensuales fortalezcan los fondos correspondientes3; c) librarse de delincuentes4; d) proyectar ante la opinión pública peruana e internacional, aunque sea momentáneamente, una imagen que no les corresponde: la de un estado que respeta deberes y derechos (¡cuando bien se sabe que Chile delinquió y delinque robando territorios!).
Volviendo a lo de los libros y estando claro que no son botín de guerra, debemos preguntarnos por qué los chilenos nos los robaron, y por qué también nos robaron archivos científicos y equipos de laboratorio. Respuestas inocentes serían que lo hicieron porque los chilenos son abusivos o porque allá no tenían lo que había acá. Esto último no es posible, puesto que si algo no faltó a Chile fue el dinero, como lo demuestra el hecho de que diez años antes de la guerra emprendieron una seguidilla de compras que lo puso en situación de muy amplia ventaja frente a los países agredidos. Siendo esto así, con la superioridad en equipo que Chile evidenció desde el inicio hasta el final del conflicto armado, la explicación lógica es que el enemigo chileno, robando acá todo lo concerniente a ciencia y cultura, deseaba asegurarse de que el Perú sufriese un retraso de 50 años o más en su desarrollo y tuviese gobiernos serviles al enemigo, que le posibilitaran alcanzar tal objetivo5.
Ésa es la explicación: a los delincuentes chilenos no les basta con usurpar territorios de sus vecinos; también buscan retrasar su desarrollo, destruyendo lo que se puede destruir o adquiriendo una posición de dominio en la economía del país blanco de sus apetencias, contando con la valiosa colaboración de “gobernantes” peruanos que en realidad son peleles del enemigo, triste tradición que se inició con el nefasto y corrupto Nicolás de Piérola y con el tránsfuga Miguel Iglesias (bazofias que llegaron a ocupar la presidencia del Perú).
1 Botín de guerra son armas, naves, vehículos, banderas, escudos, etc., que se capturan en combate. Eso queda en poder de quien se lo lleva y hay que entenderlo así; pero no faltan en el Perú ignorantones, despistados o sinvergüenzas que piden, por ejemplo, que Chile nos devuelva el Huáscar. ¡Tremenda imbecilidad! ¡La nave de Grau volverá al Perú sólo cuando tengamos marinos que real y explícitamente consideren enemigo a Chile y no homenajeen a los hampones basura que agredieron al Perú! (Leer el artículo: García y Wagner humillan a la Marina de Guerra ).
2 Ver artículo en Siglo XXI: Chile devuelve a Perú casi 4.000 libros incautados durante la Guerra del Pacífico de 1879
3Esto favorecerá únicamente a los peruanos que deseen vivir y trabajar en Chile hasta llegar a la edad de jubilación.
4 Es indudable que entre los peruanos que van a Chile hay un porcentaje de ladrones, prostitutas, traficantes de drogas y otra gente de mal vivir que es indeseable en cualquier parte del mundo.
5 El del dictador Juan Velasco Alvarado fue el único gobierno peruano que mantuvo una actitud independiente respecto de Chile.