Colegios militares, Servicio Militar Obligatorio y exclusiónmilitaresformados.jpg

Empezando la semana circuló la noticia de que el general Edwin Donayre había anunciado la intención de crear colegios militares en Ayacucho, Huancayo y Cajamarca. Considerando la situación que atraviesan la sociedad y el sistema educativo, tal noticia podría tomarse como algo positivo, a favor de la juventud peruana. Existen los precedentes de colegios militares en Lima (Leoncio Prado), en Arequipa (Coronel Francisco Bolognesi) y en Chiclayo (coronel Elías Aguirre).
Si vamos a juzgar a dichos colegios por sus frutos, se tendría que decir que han cumplido con la sociedad; muchos de sus egresados son hombres de bien, profesionales, empresarios, etc. Sin embargo, a estas alturas de la historia es necesario preguntarse para qué se crean colegios militares. Dice el mencionado general que el funcionamiento de esos colegios contribuirá a aumentar el número de reservistas del Perú y promoverá los valores cívicos y patrióticos.

¿Militares o educadores?

Sabemos que desde hace tiempo los ministros de Defensa luchan a brazo partido para conseguir el dinero necesario para el equipamiento de los institutos armados y para el mantenimiento de los equipos que se tiene. Considerando el amenazante armamentismo de Chile, país enemigo y delincuente, siempre el presupuesto que consigue la fuerza armada peruana resulta insuficiente; si es así, ¿de dónde van a tener dinero los militares para asignar personal de oficiales y suboficiales a esos colegios? Y la siguiente pregunta es mucho más seria: ¿son los militares educadores calificados para dirigir un centro educativo? Si cualquier profesional puede ingresar en un campo de acción ajeno, tendríamos médicos construyendo edificios, ingenieros curando enfermos en los hospitales, contadores dirigiendo los cultivos de una empresa agropecuaria, biólogos llevando la contabilidad, abogados instalando plantas industriales, etc.

Alguien podría decir que los militares improvisados como educadores pueden dirigir bien un colegio y obtener buenos resultados. Esa respuesta simplemente subrayaría la situación de crisis de nuestro sistema educativo, en el que cualquier profesional no docente puede dirigir bien un centro educativo. ¿Y qué tal si profesores o ingenieros se hacen cargo de cuarteles y bases militares?

Falsos resultados

El hecho de que hayan egresado buenos ciudadanos de los colegios militares no significa que estos sean necesariamente buenos o algo especial. Empecemos por el carácter militar o militarizado de dichos colegios: ¿la sociedad pide eso?, ¿somos una sociedad militarista? Ni la sociedad pide colegios militares ni somos un país militarista. Además, si de valores patrióticos se trata, ¿alguna asociación de egresados de colegios militares ha protestado cuando oficiales serviles de la marina de guerra del Perú pusieron un monumento al chileno delincuente Arturo Prat?, ¿alguna de tales asociaciones ha exigido al gobierno prochileno del APRA que retome el control del triángulo de suelo tacneño que usurpan los chilenos?, ¿dónde están los valores patrióticos, que no los vemos?

Sabemos que estas preguntas se responden negativamente: no ha habido ninguna protesta ni se manifiestan los valores patrióticos cuando la nación lo necesita.

Si a la fuerza armada le sobra dinero, en vez de crear colegios militares que ayude a construir aulas o muros perimétricos de escuelas y colegios de la gente pobre. A propósito: la única justificación para crear los mencionados colegios militares sería que den educación exclusivamente a hijos de familias pobres o indigentes. Sería horroroso y ofensivo que en los colegios militares no se reciba a adolescentes indigentes, puesto que se estaría discriminando en favor de las familias que buscando lo mejor para sus hijos sí pueden pagarles educación privada.

Falso resultado militar

La existencia de colegios militares puede concebirse sólo en el marco de un proyecto nacional y societal afirmativo de los valores nacionales y de la integridad territorial histórica del Perú; pero ése no es el caso del Perú, gobernado por complacientes mayordomos prochilenos. Que sepamos, en las cinco décadas de funcionamiento de los colegios militares no hemos recuperado ni un centímetro del territorio usurpado por el enemigo chileno, sino que Chile ha usurpado casi cuatro hectáreas de Tacna y más de 37 mil kilómetros de mar y hemos perdido en Tiwinza. ¿De qué nos han servido esos colegios?

La verdad oculta

Un argumento endeble, torpe e infantil del general Donayre es que con los nuevos colegios militares aumentaría el número de reservistas de la fuerza armada. Preguntamos —y aquí empezamos a tocar puntos sensibles— si los jóvenes pobres y desnutridos que concluyen su servicio militar son o no parte de la reserva; obviamente que sí son, pero son como si no existiesen; en cambio, con los colegios militares se busca tener reservistas exquisitos, no indiada (“calidad, no cantidad”, dicen).

Todos estos desatinos, empezando por la creación de los antiguos colegios militares hasta hoy existentes, empiezan por la concepción de que la gente del pueblo, la indiada, la cholería, es buena para formar parte de la tropa; pero que los oficiales, en lo posible, deben salir de otras canteras. En esta concepción, los colegios militares son semilleros de futuros oficiales de nuestra fuerza armada.

Lo que hay detrás de todo esto, detrás de la mentalidad de algunos militares desfasados, con colegios militares, con servicio militar obligatorio (SMO) o con servicio militar voluntario es la idea de que siempre la gente del pueblo vaya a la tropa y los no pobres pasen a ser jefes… ¡y qué mejor manera de preparar el terreno que crear colegios militares!

Servicio militar obligatorio

Hasta el gobierno de Alberto Fujimori existió el servicio militar obligatorio (con sorteos sospechosos y levas de muchachos humildes del campo y la ciudad), que se cambió por el servicio militar voluntario. Entre los argumentos que se dieron para el cambio estuvieron el que no se podía forzar la voluntad de las personas, que las levas eran abusivas, etc. Pues bien. Se promulgó la ley correspondiente y no pasó mucho tiempo antes de que se informara que en diversos cuarteles no había el número suficiente de soldados; entonces se trató de atraer a los jóvenes diciendo que durante su servicio militar iban a aprender un oficio útil para la vida. ¿En qué quedamos, se quiere cuarteles o escuelas de artes y oficios? Que sepamos, el quehacer fundamental de toda institución militar es preparar gente para la guerra; que de paso aprendan algo que se necesita para el trabajo militar y que además sirva en la vida civil, a buena hora; pero lo principal es formar combatientes, guerreros.

Tal como han sido concebidos, el servicio militar obligatorio y el servicio militar voluntario igual sirven para reclutar a jóvenes pobres. Con un SMO lleno de excepciones (motivos de trabajo o estudio, etc.), al final el contingente siempre era cubierto con un 99,00% de muchachos pobres, que no tenían la “justificación” de estar siguiendo estudios universitarios. Por otra parte, lo del servicio militar “voluntario” encierra algo más hipócrita: el cálculo era y es que jóvenes pobres y desempleados irían corriendo a los cuarteles para pasar una temporada con casa, comida y vestido más o menos asegurados.

El verdadero SMO

Tal como han estado las cosas, el SMO —por su carácter discriminatorio y sus “excepciones”— fue un instrumento que profundizó la exclusión social en el Perú; porque nada más antidemocrático que cargar ciertas obligaciones (la defensa del país) principalmente en un sector de la sociedad (la gente pobre, la permanente carne de cañón). ¿Alguna vez se ha visto cumpliendo el SMO a hijos de empresarios, a hijos de banqueros, a hijos de generales y almirantes? ¡Por supuesto que nunca, si para eso está la indiada! (Los cholos son buenos como tropa, no sirven para ser almirantes o generales, ¡no faltaba más, qué igualados!)

¿Cómo debe ser un SMO no discriminatorio y democrático? Debe reunir, entre otras, las siguientes condiciones:

—Realizarse con sorteos públicos debidamente difundidos;
—Eliminar las excepciones por motivo de estudio o trabajo1;
—Aplicar coerción verdadera a los omisos o reacios, haciéndoles cumplir un drástico periodo de prisión militar no contabilizado como tiempo servido.
—Desarrollarse durante dos años completos;
—Constituir mérito para ingresar a trabajar en la administración pública2;
—Constituirse en requisito indispensable para seguir la carrera militar.

Aunque parezca mentira, con sólo cumplir estas condiciones deseadas, la sociedad peruana daría un gran salto en la lucha contra la exclusión social y se reducirían los resentimientos sociales. Si en el cuartel están juntos el muchacho campesino, el hijo del general, el hijo de la madre soltera prostituta, el hijo del banquero, el hijo del obrero, el hijo del basurero, etc., viviríamos en ese plano y momento de la convivencia social una verdadera democracia, en la cual cuando llueve todos se mojan; y nadie en su sano juicio podría decir que los militares son argolleros o discriminadores. Y allí llegaría el fin de los curiosos “colegios militares”, a los que van jóvenes de familias que pueden pagar (¡Vade retro, misio!).

La última condición que mencionamos (“Constituirse en requisito indispensable para seguir la carrera militar”) es muy importante, puesto que servirá para identificar a quienes realmente tienen vocación militar, vocación de guerreros como Leoncio Prado, Esteban Pávletich3 y otros que fuera del Perú demostraron su vocación de hombres de armas, no de gente que nada más espera tener un buen sueldo y ventajas cuando se jubila.
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1 Como excepciones válidas tendríamos a impedimentos físicos serios (cojera, deformaciones del cuerpo, mutilaciones, vista u oído disminuidos, etc.) o impedimentos sociales (por ejemplo ser hijo único de padres mendigos o locos, o hijo único de padres inválidos). A propósito, si a la fuerza armada le sobra dinero para crear “colegios militares”, ¿no podrían reclutar de todas maneras a los hijos únicos de estos marginales y cuidar de ellos mientras el muchacho cumple el SMO?

2 Por ejemplo, si entre los candidatos a un puesto de trabajo hay igualdad de puntaje, ganador será el que haya hecho SMO, en reconocimiento al tiempo que dedicó a servir a la patria.

3 Leoncio Prado, antes de luchar y morir en la guerra que nos hicieron los delincuentes chilenos, peleó por la libertad de Cuba y Filipinas. Esteban Pávletich combatió en Nicaragua y fue secretario personal del caudillo Augusto Sandino. ¿Y qué diremos del argentino Roque Sáenz Peña, que se batió valientemente en el morro de Arica? Ninguno de ellos era militar de carrera, pero tenían el coraje, la integridad y la lucidez moral que los llevaron a luchar por causas justas con las armas en la mano. Eso se llama tener verdadera vocación militar.