Balada de la bicicleta
El acebo infinito
Por Ángel Pasos
Cuando bajaba del collado, a un lado del camino, entre la niebla, vi un acebo. Dejé mi bicicleta y me acerqué. El árbol había crecido en una grieta, entre unas piedras. Yo nunca había visto uno y sentí que estaba contemplando algo muy especial, como cuando, siendo yo un niño, vi el mar por vez primera.
Aquel árbol de tronco retorcido y frutos color rojo, no parecía algo real: estaba cargado de magia y de misterio. Era lo más hermoso que había visto en mucho tiempo.
¿Sabes, querida bicicleta?, éste árbol solitario me recuerda que estamos hechos de la misma materia que los sueños. Todo es tan fascinante… El mundo está impregnado de una belleza extrema. La vida late y se estremece, y cada mínimo aspecto de la naturaleza vibra con una intensidad tan fuerte que ningún ser humano puede llegar jamás, sólo con la ayuda de sus sentidos, a comprender lo que se esconde en ella.
Monto en mi bicicleta y mientras desciendo por el camino estrecho que cruza el bosque, siento que este mundo que conocemos no existe en realidad. Hay otra realidad más fuerte que no perciben los sentidos; es mucho más profunda, sutil y verdadera. Es una realidad que, sin remedio, se nos escapa siempre.
Somos tan diminutos, tan pequeños; el fruto de una casualidad perfecta, pero —y esto es lo fascinante—, poseemos el don extraordinario de transformar el mundo con nuestra efímera existencia.
La casa arde, el pez está en la red, pero nosotros seguimos a pesar de todo, a pesar del dolor y la tristeza, de la desolación y la infelicidad. A través de nacimientos y muertes, de catástrofes y guerras, nosotros avanzamos. La vida se abre paso hacia el futuro, da igual lo que suceda, y nosotros con ella, por eso de algún modo estamos hoy aquí, y aquí estaremos siempre.
Parece que vivimos este instante pero somos los que nos precedieron, y ahora, sin casi detenernos, viajamos hacia otros aún lejanos que nos sucederán. Este es el gran secreto, la clave y la grandeza de todo lo existente. Por eso somos sueños. Sueños gigantes que sentimos muy dentro, sueños que nos traspasan y van hacia la eternidad a una velocidad de vértigo.
¿Sabes, amiga bicicleta? La vida es sólo eso: atravesar la existencia a través de las múltiples formas y ser pez en la red y ave en el cielo, y ser hombre o mujer, sabios y absurdos, verdad e intensidad, y sobre todo, por encima de todo, ser infinito siempre.