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La decisión del Congreso de la República de proclamar a 2011 “Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo” pone al descubierto una vez más la baja calidad intelectual y moral de los congresistas que el pueblo elige y que viven del dinero que pagamos todos los peruanos.

A primera vista —para los inocentes o alienados—, esa denominación sería buena porque exalta uno de los logros de la ingeniería incaica, Machu Picchu, que es internacionalmente reconocida y atrae cada año cientos de miles de turistas. Pero ¿por qué se habla de “centenario”?, ¿qué “centenario”?, ¿el del saqueador Hiram Bingham, a quien desean rendir homenaje? Porque si de rendir homenaje a Machu Picchu se tratara, los arqueólogos nos dicen que su antigüedad se remonta a por lo menos 550 años.

Lo que se oculta
Ha habido una razón de peso para escoger ese nombre para el año 2011, y nada tiene que ver con el respeto a nuestra pasada grandeza. Ocurre que este año se cumple el centenario del nacimiento del destacado escritor José María Arguedas Altamirano (JMAA), quien en todas sus novelas mostró la realidad de la vida de nuestros pueblos andinos, y en sus dos últimas obras —Todas las sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo— retrató al Perú como escenario de cambios de toda índole que acompañan un tránsito a la modernidad.

El problema para los congresistas y gobernantes prochilenos que gobiernan el Perú es que aun después de muerto, JMAA sigue siendo un contestatario que defiende la patria y la Madre Tierra. En su novela Todas las sangres1 muestra descarnadamente cómo actúan las empresas transnacionales para tomar el control de las riquezas del Perú y dañar irreversiblemente el medio ambiente. Esa anticipatoria y visionaria denuncia de JMAA choca frontalmente con la corrupta cesión de nuestros recursos naturales a empresas saqueadoras (peruanas o extranjeras), a las que poco a nada importa el equilibrio de los ecosistemas y el bienestar de la gente.

Como resultado de la intromisión de estas empresas, que entran al Perú por la corrupción de los gobernantes, se dañan tierras de cultivo, se contaminan las aguas, se extinguen especies animales y vegetales, se intoxica la gente. Para Alan García, que escribió sus vergonzosos artículos sobre “El perro del hortelano”, en que abogaba por la entrega de gran porcentaje de nuestro territorio nacional a empresas transnacionales, la obra de JMAA ha sido, por decir lo menos, una voz de alerta en defensa del país. Pero el escritor y su voz de alerta constituyen un estorbo, un obstáculo, para los corruptos amantes de la coima que venden el territorio nacional como si fuese su propiedad privada.
 
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Machu Picchu y parasitismo
Los promotores de proclamar el “Año del Centenario de Machu Picchu para el Mundo” no reparan en la gravedad de su decisión. En su afán de escamotear el homenaje que JMAA merece, creyeron engañar a la gente, pensaron que iban a distraer la atención utilizando el nombre de Machu Picchu. Si bien es cierto que Machu Picchu es un orgullo para todos los peruanos, es al mismo tiempo una señal de alerta de lo mal que estamos. ¿Cómo es posible que en 190 años de vida independiente los dirigentes políticos nos hagan llegar a 2011 como una sociedad en que imperan la pobreza y la desigualdad, pese a que somos uno de los países con más riquezas naturales en toda la Tierra?, ¿hasta cuándo los corruptos que nos gobiernan van a distraernos con la evocación de glorias pasadas, cuando ellos deberían tener al Perú como un  país moderno y avanzado en ciencia, con gente con un nivel de vida acorde con la riqueza del país?, ¿hasta cuándo vamos a dar el espectáculo del vagabundo dilapidador hijo de un millonario que sólo sabe decir “Soy hijo de fulano” y no tiene donde caerse muerto?

Machu Picchu es orgullo para todos los peruanos, pero la sucesión de gobernantes corruptos que tiene el Perú la ha convertido en atracción turística (para obtener dinero fácil) que es depredada y dañada con cada turista que la visita, en vez de reservarla como santuario de nuestras glorias nacionales. Esa actitud hacia nuestro pasado incaico ha convertido al Cuzco en una ciudad tomada por asalto por empresas extranjeras y cucarachas chilenas. Entiéndase con claridad: un país rico en recursos naturales debe prosperar por el aprovechamiento y transformación de esas riquezas; no se debe fomentar el turismo,  el cual por ahora, junto con el dinero de los turistas trae prostitución, explotación de la gente del lugar, pérdida de territorio2, enfermedades e intensificación del vicio (drogas).

Arguedas y el Apra

Nuestro insigne escritor estuvo comprometido con la realidad nacional, y había sentido en carne propia el sufrimiento de la gente de la sierra, cosa que mostró en sus obras. Como todo buen escritor, observó todos los ámbitos de la vida social y política del Perú y comprobó que el Apra siempre ha sido un partido entreguista, vendepatria y traidor a los trabajadores a quienes aparenta defender. Por eso en su novela carcelaria El Sexto, en que, entre otras cosas, narra la coexistencia de presos políticos apristas y comunistas, pone en boca de uno de los personajes la desconfianza hacia el Apra:

“Cámac se levantó un poco, apoyó la cabeza sobre el muro.
—Si cree Juan —dijo— y quiere hacer algo contra Gabriel, odiaré a los apristas como odio a los gringos, o más. Vería que, de verdad, son la cacana del mundo.”

Sobre este y otros desenmascaramientos de JMAA al Apra, entrar al vínculo de la Nota 1. Ahora ya entendemos todo con claridad: se ha negado a JMAA el homenaje de dedicar a su memoria el año 2011 por haber sido defensor del medio ambiente —contrario al entreguismo de los vendepatrias apristas, seguidores de la política del “Perro del hortelano”— y señalador de las traiciones y corrupción del Apra.
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1 Ver Despojo territorial en el Perú y daño al medio ambiente.

2 Muchas extensiones de terreno e inmuebles en la ciudad del Cuzco y en el Valle Sagrado de los Incas son ahora propiedad de extranjeros, entre ellos chilenos que son testaferros del estado chileno, que va  ganando presencia territorial en el Perú. Si gana las elecciones, aquí Ollanta Humala tiene un problema que no podrá eludir. Debe imponerse límites no a empresarios de países lejanos que adquieran propiedades en el Perú, sino a los de Chile, país violador de tratados internacionales y enemigo del Perú, que no contento con usurpar Tarapacá y Arica ahora usurpa nuestro mar de Grau y cuatro hectáreas de Tacna.