Por Rocío Ferrel
Cada vez que causa el caos, la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, emulando a Nerón, se esconde a tocar su lira que acompaña las voces cantantes de los adulones que la rodean haciéndole creer que es un gran personaje y la mejor autoridad que Lima ha tenido.
Con el incendio de la violencia no espera perseguir a los cristianos, como Nerón, sino a los fantasmas que la persiguen a causa de las opiniones de los ciudadanos de Lima, que ya están cansados de su ineptitud y justamente ayer consiguieron el número necesario de firmas para echarla de su cargo a través de una revocación.
La Parada
Una de las mayores aberraciones de Villarán fue la ordenanza que califica de “único mercado mayorista” al de Santa Anita, con lo cual se evidencia su estrechez mental, pues Lima es una ciudad que ha crecido desmesuradamente hacia los cuatro puntos cardinales, y se necesita por lo menos cuatro grandes mercados mayoristas, no uno solo, pues el tráfico es cada día más caótico (contra lo cual nada ha hecho) y la gente pierde valiosas horas en desplazarse, y se requieren centros de abastos que agilicen el comercio y reduzcan costos. Varios mercados mayoristas promoverán la competencia, con el consiguiente beneficio de productores y consumidores.
Villarán tiene la pretensión de parasitar a los comerciantes con un alquiler mensual caro, para pagar a su burocracia dorada e inmiscuirse dentro del mismo mercado mayorista de Santa Anita para administrarlo, cuando ni siquiera puede administrar bien su propia alcaldía. No es la conducción directa de mercados el rubro de las municipalidades, sino otras funciones. Pero la alcaldesa se niega a venderles los puestos comerciales o a concesionarlos por un tiempo razonablemente largo.
No sólo eso. Productores agrícolas han denunciado que las nuevas disposiciones para el mercado de Santa Anita les prohibirán la venta directa de su producción a los mayoristas, lo cual sólo quedará en manos de un puñado de personas “registradas”, y esto no será más que una mafia que castigue a las ganancias de los agricultores y a los gastos de las amas de casa.
Descabellado bloqueo de camiones y desabastecimiento
Sin haber conseguido mediante el diálogo el traslado de los comerciantes de La Parada a Santa Anita, Villarán pretende bloquear el ingreso de camiones a La Parada, sin importarle el abastecimiento de alimentos para Lima, ni que estén ya sobándose las manos los especuladores que tiranizarán a las amas de casa con precios prohibitivos, pues lo que vendrá es un desabastecimiento con el bloqueo. ¿Cuál es su plan para normalizar el suministro de alimentos para una ciudad de once millones de habitantes?
Gamarra
Todo Lima sabe que La Parada y Gamarra se encuentran próximas de cerros y núcleos urbanos de gran pobreza, donde abunda el hampa. Siendo esto así, ni a Villarán ni a la Policía Nacional se les ocurrió tomar las precauciones necesarias para evitar los actos de vandalismo o saqueo, como hemos visto, con lo cual evidencian un gran desprecio por los comerciantes y consumidores peruanos, a quienes sólo ven como presas a las cuales parasitar con imposiciones y cobranzas para mantener a la burocracia dorada.
Villarán dice ser responsable de todo lo acontecido. Esperemos entonces que se determine bien su responsabilidad penal, civil o administrativa, pues los sucesos de ayer han causado mucho daño no sólo a los comerciantes de La Parada y Gamarra, sino a todo el Perú, incluyendo el deterioro de la imagen, que ha costado esfuerzo y millones construir.
Si muchos nos quejábamos de los escándalos de corrupción en los que se involucró a Luis Castañeda Lossio, la gestión de Villarán no parece más limpia, pero si más incapaz, lo cual justifica no sólo una revocación, sino que debería investigarse su responsabilidad, pues habría incurrido en negligencia criminal por los hechos ocurridos ayer, y tal vez el mejor lugar para ella sea la prisión.
Así como el Senado destituyó a Nerón y lo declaró enemigo público, tras lo cual ocurrió su muerte, dos mil años después esperemos que Villarán sea removida y veamos su muerte civil, no moral, pues su moral está muerta.