Por Rocio Ferrel
La reaparición en la escena política de Anel Townsend Diez Canseco se asemeja a los fuegos artificiales si la vemos en retrospectiva, pues de las luminosidades de antaño cae desintegrada en fragmentos carbonizados.
Así como los fuegos artificiales iluminan la noche con destellos agradables, Anel Townsend comenzó sus actividades políticas en la noche de la dictadura fujimorista condenándola y uniéndose a otras voces animando a la ciudadanía a participar en el rescate de la democracia, que tuvo su punto culminante con la Marcha de los Cuatro Suyos, donde miles fuimos reprimidos. Este fue el mejor y más brillante papel de la Townsend.
Derrocada la dictadura, aceptó ser congresista en calidad de invitada por Perú Posible. Aquí comienza a perder brillo. Muchos veían en ella una esperanza en la lucha contra la corrupción, pero lo que consiguió en el Congreso fue poco, pues muchos elefantes de corrupción escaparon mientras se capturaban a conejitos.
Cayó en la tentación del cargo ministerial
Anel continuó su declive al aceptar ser ministra de la Mujer, cuando si de ética se trata, debería haber rechazado la oferta, porque el pueblo elige a los congresistas para que fiscalicen al Poder Ejecutivo, no para que sean la dama de compañía del poder. Más bien debería haber promovido una ley que impida a los congresistas ser ministros. Con ello traicionó a sus electores por un cargo de ministra.
Siendo ministra tuvo un rol muy opaco, sin iniciativas sociales ni legales para enfrentar las desventajas sociales de las mujeres, ni siquiera en sus aspectos más graves, como es el tráfico humano con fines de explotación laboral y sexual. Nada hizo, salvo tomarse fotos y aparecer en los diarios.
Lo peor en su cargo de ministra fue no denunciar las irregularidades de su predecesora, Susana Villarán, pese a haber un informe de auditoría que comprobaba que Villarán derrochó el dinero de todos los peruanos en millonarias consultorías inútiles, con las cuales favoreció a sus amigos y partidarios (ver Salen a luz los escándalos de auditoría a Villarán cuando fue ministra de la Mujer). Townsend guardó silencio cómplice.
Terminado el gobierno de Alejandro Toledo, Townsend desapareció de la vida política y guardó silencio cómplice ante los numerosos y escandalosos faenones y muertes del segundo gobierno de Alan García. Ella se olvidó de que promovió su figura como una de la lucha anticorrupción.
Ahora también guarda silencio cómplice en este gobierno, pese a los muertos en Conga y otros lugares y a que no se avanza en la lucha contra la corrupción, sino que se consolidan mafias como las de Lan, LAP y otras. Lan incluso consolidó su corrupto ingreso en el Perú cuando Townsend era parte del gobierno de turno, pero no fue capaz siquiera de cuestionar la execrable entrega de los cielos abiertos a Chile, para perjuicio del Perú y ganancia de la mafia.
Guardó también silencio cómplice cuando Villarán presionó a la Policía para reprimir violentamente en La Parada y la alcaldesa tuvo el desparpajo y crueldad de decir que la operación, con cuatro vidas apagadas y muchos heridos, fue exitosa, pese a que la alcaldesa se autoproclama defensora de los derechos humanos.
Townsend también hace la vista gorda ante las denuncias de millones de soles de la municipalidad que están desapareciendo en consultorías que tanto gustan a Villarán para sus amiguitos y así se une al coro vergonzoso de la red de los llamados “caviares”, que una y otra vez muestran que están prestos a condenar y criticar a sueldo (jugoso) a quienes no comulgan con sus ideas, pero que encubren con su silencio desde sus puestos en sus ONG y la prensa cuando se trata de un “caviar”.
Así, ahora lo que queda de Anel Townsend son los trocitos carbonizados de su fuego inicial, artificial en realidad, pues de un impulso ocasional sin la energía auténtica y duradera de un verdadero luchador demócrata, ahora sólo hay partículas quemadas caídas al abismo de la complicidad con la incapacidad, la incompetencia, y por qué no, la corrupción que parece haberse enquistado en el entorno de Villarán, al prestarse a ser cabeza del séquito de ingenuos, mediocres y “caviares” desesperados por la probable salida del cargo de la alcaldesa de Lima en el proceso de revocación de este 17 de marzo, en el cual la mayoría de limeños asegura que votarán por el Sĺ, porque ya no soportan más la incompetencia y la falta de vergüenza de Villarán, quien sin rubor justifica desastres como los del Rímac, La Herradura o La Parada.
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