Keiko Fujimori y el legado de la corrupción como "modelo económico"
Por Aarón Verona Badajoz
Aprópiacion ilicita de nuestra plata:
Dicho informe establece que solo en gastos universitarios, Alberto Fujimori gastó en dólares: 94,881 por Keiko (State Universtity of New York y Boston University); 150,000 por Hiro (State Universtity of New York y Boston University); 50,000 por Sachi (Community College California y University of New York); y 60,000 por Kenyi (Universtity of Kansas). Solo con estas cifras las cuentas no cuadran. Pero hay que sumar además, los gastos de los innumerables viajes.
En dólares: 124,600 por Keiko; 121,100 por Hiro; 106,750 por Sachi; y 101,150 por Kenyi. Por último, hay que añadir el alquiler de un departamento para que los Fujimori residan en Estados Unidos, de 109,200 dólares durante toda su estadía. En total, 917,681 dólares[10].
[Se vende] un país portátil/Domesticado en engaños/ Se garantizan por años /La ausencia de honestidad Rubén Blades, País Portátil.
Estimado lector y lectora, uno de las principales tragedias del gobierno fujimorista fue la hiperbólica corrupción que saqueó los fondos estatales, cuyos beneficiarios últimos son los ciudadanos y ciudadanas, es decir, usted y yo. Pero eso no le quita el sueño a la actual candidata fujimorista a la presidencia, a pesar que recientemente haya contradicho su obstinada línea en pro del gobierno de su padre (como se verá más adelante), mediante la cuestionable frase “no fue una dictadura porque él fue elegido por el pueblo, pero fue autoritario”. No obstante, volvió a resaltar los “logros” de los noventa, y exculpó a su padre de los “errores” y delitos producidos durante su gestión, pero claro, cometidos por otros y otras, no por él.
Al respecto, es bueno recordar también que la corrupción afecta directamente la economía y el desarrollo nacional. Tal vez ya lo haya escuchado, tal vez, a pesar de saber que es algo malo en general, le parezca aún poco cercano a sus intereses y necesidades más inmediatas. Lo pondré de otra forma.
“Roba, pero hace obras”
Se estima que el costo de la corrupción en el gobierno fujimorista (1990-2000) fue de 14,087 millones de dólares[1] (50% del presupuesto anual y 4.5% del PBI en ese periodo[2]). Es decir, lo equivalente a:
Entregar a cada familia peruana 3,000 dólares; o
Construir 16,600 grandes centros educativos con primaria y secundaria completa y totalmente equipados; o
Pagar pensiones de aproximadamente 1,000 soles mensuales a medio millón de jubilados durante 7 años; o
Financiar durante 88 años el Seguro Integral de Salud; o
Construir 200 mil departamentos del programa “Mi vivienda”[3].
Como ya habrá notado, la lista anterior desmitifica la condescendiente frase que subtitula esta parte del artículo, y que se atribuye al imaginario popular.
La corrupción no nos permite gozar de muchos derechos, especialmente (aunque no solo) cuando se es pobre, de los servicios que el Estado está obligado a darle de forma eficiente, porque está ocupado en otros asuntos menos afines a sus necesidades (corrupción). Ni tampoco gozar de los beneficios del precario desarrollo que buenamente el destino nos depare en esas circunstancias, porque el dinero estatal que debería estar destinado para ello solo beneficia a unos cuantos (corruptos). El mejor ejemplo de esto lo constituye el propio Alberto Fujimori respecto a la apropiación irregular de donaciones enviadas de Japón para obras públicas.
Así tal cual fue el gobierno fujimorista, y la sentencia de 7 años y medio de Alberto Fujimori por la entrega de 15 millones de dólares de CTS (soborno, es decir), al igualmente condenado Vladimiro Montesinos (inmediatamente después de la abrupta caída del régimen), es tan solo una forma resumida de reivindicar el gran robo del que fuimos víctimas durante 10 años. Para mayor detalle de la “obra” fujimorista sería bueno revisar How to Subvert Democracy: Montesinos in Peru, del Standford Institute on International Studies; y la lista de funcionarios de ese gobierno con sentencia condenatoria por corrupción publicada por la revista Caretas y el Instituto Promoviendo Desarrollo Social (IPRODES)[4].
“El mejor presidente que ha tenido este país”
Pero si, a la manera del saliente congresista fujimorista Rolando Sousa, usted se pregunta por qué la hija debe pagar por los pecados del padre, y piensa que el fujimorismo de antes no es el de ahora, entonces debería considerar que está en absoluto desacuerdo con los preceptos establecidos por la propia Keiko Fujimori, reiterada y sostenidamente.
En efecto, la candidata fujimorista ha dejado bien claro que hay un solo fujimorismo de siempre, y hay que reivindicarlo:
La candidata ha pregonado incesantemente la inocencia de su padre, a pesar de reconocer los delitos del brazo derecho de este, Vladimiro Montesinos, y denunciar su “traición”; así como la existencia del grupo Colina y sus crímenes. Basta ver las propias declaraciones de Alberto Fujimori, notas internacionales y apariciones mutuas de este con su ex asesor, para recordar el nivel de confianza y poder concedido a este último en el gobierno de los noventa.
De forma bastante gráfica, se desmienten las declaraciones de la, hasta hace poco, amnésica candidata.
Consecuencia lógica de lo anterior fueron las declaraciones de la hija diciendo que no le temblaría la mano para indultar a su padre, en el 2008. Convenientemente retractadas luego de su pase a la segunda vuelta, en una clara estrategia de doble discurso, denunciada por ella misma respecto de otros candidatos. Llevada al máximo en sus recientes declaraciones, en las cuales pide “perdón” por los “errores” del gobierno noventero.
Declaraciones, las anteriores, a pesar de haberse referido a su padre como “el mejor presidente que ha tenido este país” (min. 0:50), esquivando crímenes, pruebas y sentencias; pidiendo incluso durante un mitin, “palmas para el chino”, y que los vítores fujimoristas se escuchen hasta la DIROES (min. 1:30), donde está recluido.
E incluso se ha referido al gobierno de su padre como el modelo de gobierno al que ella aspira, refiriéndose a los “aspectos positivos” de este para reivindicarlo, y achacando los negativos a Montesinos y otros. El clímax de esto fue el último debate presidencial, en donde resaltó la “eficiencia y capacidad de gestión” del gobierno fujimorista (min. 4:05), a pesar de todo lo ya mencionado.
De acuerdo a Keiko Fujimori, su padre sería una suerte de ingenuo bonachón que se dedicó a “salvar” el país durante 10 años, mientras su asesor más cercano desfalcó 14,000 millones de dólares a sus espaldas durante el mismo periodo de tiempo (entre otros crímenes). En la fantasía en la cual Alberto Fujimori no fue responsable[5], sería al menos el presidente más inepto que hayamos tenido. En todo caso, para Keiko fue el mejor gobierno del Perú… con ciertos errores.
“La mala educación”
Pero Keiko Fujimori no es solo una devota ortodoxa del gobierno de su padre, sino una sustanciosa beneficiaria directa de este; y por omisión, incluso sería cómplice. Hay que recordar que ya adulta participó como primera dama del gobierno de su padre, del que fue cercana. Solo para dar un ejemplo, la candidata tiene en trámite una investigación preliminar en la fiscalía (reabierta por la propia Fiscal de la Nación) por el origen irregular del dinero de sus estudios universitarios durante el gobierno de su padre, y obstruido por su negativa de ir a declarar ante las autoridades.
No es para menos, Keiko (así como Sachi, Hiro y Kenyi Fujimori) gastaron, de acuerdo a declaraciones de ella misma recogidas en un informe pericial de la Contraloría General de la República[6], 1’225,000 de dólares entre viajes[7], manutención y estudios, durante su época universitaria. Mientras que su padre (quien según ella pagaba las cuentas) declaró que percibía durante su mandato “un poquito más” de 2,000 soles mensuales (min. 2:10). Ingresos, por cierto, que al parecer nunca salieron de su cuenta en el Banco de la Nación[8]. Incluso, de acuerdo a declaraciones del propio Vladimiro Montesinos, dicho dinero provendría de un prominente desfalco del erario nacional[9].
Dijo que el dinero le era entregado: en el Perú, en efectivo, por su padre en persona (min. 8:53) y en paquetes de 10,000 dólares[11]. Es decir, que en lugar de usar la seguridad y facilidad de las transferencias bancarias, la candidata y su padre preferían que esta gastara en pasajes aéreos de ida y vuelta a Estados Unidos, y llevara periódicamente miles de dólares encima durante viajes internacionales. Por supuesto, esto no explica el origen de todo el dinero necesario para pagar las cuentas.
Dijo que el dinero correspondía a una parte de la venta del conocido inmueble familiar en el jirón Pinerolo, Surco. No obstante, la transacción y la entrega posterior del dinero son posteriores a su graduación (y la de dos de sus hermanos). Además, al parecer dicho monto fue depositado en una cuenta a plazo fijo, y retirado en el 2001[12], por lo que el origen del monto con el cual se pagaron realmente los estudios sigue siendo un misterio. Todo esto claro, asumiendo que la transacción fuera legítima, hecho que fuera duramente cuestionado y sustentado documentalmente por el mencionado informe de la Contraloría[13].
También dijo que el dinero provenía de ahorros familiares, versión desmentida por su madre y que figura igualmente en el mentado informe de la Contraloría[14].
No es de extrañar que después de tantas versiones, lo más seguro sea que no se sepa nada sobre cómo es que el ahorrativo Alberto logró educar en el extranjero a sus cuatro hijos, con ingresos de 2,000 soles mensuales. Al parecer, no por nada sostiene Keiko que su padre es el “mejor”, aunque lamentablemente para nosotros y nosotras, lo sea malversando fondos del Estado.
Epílogo: el eterno retorno de la corrupción
Finalmente, y si alguna duda cabe todavía, es tan grande la fe y admiración de la hija por su padre, que decidió honrar su memoria política rodeándose de quienes participaron antaño en su “rentable” gobierno, a pesar de la evidencia de sus antecedentes y cercanía con la corrupción fujimorista. (Ver una breve reseña de la cúpula compartida por Keiko y Alberto).
Sin duda, la política no es cuestión de genética sino de “ideas”; y el apellido, en este caso, es más bien un título que se gana, y Keiko se lo ha ganado con todo derecho. Alberto y ella se han mimetizado en “Fujimori” a secas, entiéndase en la corrupción como práctica política legítima. Ella lo ha dicho, representa al fujimorismo, hay que añadir, tal cual es y siempre ha sido. Lamentablemente, eso implica también saber esquivar la justicia (del Estado y de la memoria), y saber pasar desapercibida frente a ella mientras se dicen discursos distractores sobre la paja en el ojo de otros candidatos.
Por ello, ante la paranoia inducida por algunos medios de que el problema de fondo es una supuesta dicotomía entre comunismo y liberalismo, surge la tentación de querer creer que “Keiko” no es lo mismo que “Alberto”. Para quienes la tengan, me remito a una frase más que apropiada, de Gustavo Gorriti, sobre este mismo tema: “[h]asta la imaginación requiere consistencia”.