Víctor Mejía Franco in memoriam
por Herbert Mujica Rojas
Tras penosa secuela, luego de sufrir la embestida de un auto, quince días atrás, dejó de existir el ingeniero Víctor Manuel Mejía Franco, quien desempeñó la presidencia del Comité Patriótico por la Defensa del Mar de Grau durante los últimos 8 ó 9 años. A él y su tesón incansable débense no pocas batallas ganadas en los campos de la exposición escrita y oral en la custodia del patrimonio y, sobre todo, como lección demostrativa para las juventudes que el acendrado amor a la Patria no tiene edad. Tampoco límites.
Zoraida, su sobrina devota, me comunicó ayer la triste noticia. Retornaron con velocidad esas imágenes cuando, con paciencia pedagógica, el ingeniero Mejía explicaba ante auditorios diversos, del porqué de la imperiosa necesidad de defender el Mar de Grau ante los arrebatos de los adeptos a la Convención del Mar, básicamente burócratas a quienes interesaba –e interesa- regalar lo que no es suyo a empresas transnacionales que, una vez puesta la garra en el Pacífico peruano, no soltarán las presas, minerales y riquezas allí ambientes. Y ciertamente premiando bien el quintacolumnismo de los amanuenses locales.
Solíamos encontrar al ingeniero Víctor Mejía Franco en la casa de otro ilustre patriota: Alfonso Benavides Correa. Acudía en busca de orientación, consejo, sabiduría que no regateaba nunca a todos los que visitábamos a don Alfonso en largas sesiones que abundaban en citas, nombres de libros, anécdotas diplomáticas, reminiscencias del Congreso entre 1956-1962, lecturas, temas de los cuales tomábamos nota con fruición incansable los asistentes.
Don Víctor fue portero y guardián de la Comisión Patriótica por la Defensa del Mar de Grau. Presidía las reuniones, lideraba los viajes, hablaba con la gente en los puertos, cambiaba opiniones en radios y entrevistas de todo jaez. Nunca le huyó al ambiente polémico si era dada la ocasión y hay registro de su participación como aquella vez que con Alfonso Benavides Correa, en el Congreso, vapulearon a los gonfaloneros de la Convención del Mar que salieron magullados entre pifias y monedas.
Otro ingeniero, Carlos Repetto Grand, de inolvidable recuerdo y paradigma, nos había presentado en la comunidad de sabernos miembros militantes del amor al Perú, resguardo de su patrimonio, observación celosa de sus riquezas, sembradores inflexibles de su porvenir. Y Repetto gustaba de reiterar que eran añejos los lazos con Mejía toda vez que habían sido compañeros desde el colegio, primaria y secundaria.
Pongamos las banderas a media asta por Víctor Mejía Franco. Se fue el hombre y el ingeniero, quedan su ejemplo de combatiente entusiasta, su entereza y maneras suaves, su decidido talante cuando había que debatir con ideas, principios e ideas insobornables.
¡Descanse en paz Víctor Mejía Franco!
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