Fujitrabajo

Por Javier Diez Canseco
 
El Día Internacional del Trabajo: momento de reflexión y balance, decía Mariátegui. Tarea urgente ante la cercanía de las elecciones del 5 de junio, pues la opción de Keiko Fujimori y su “equipo de gobierno” —al que se ha sumado al ex asesor de su padre (y de Gadafi) Hernando de Soto— ya la probaron los trabajadores en carne propia.
 

 

Fujimori inauguró su gestión con el fujishock, un paquetazo económico que había prometido no aplicar y que imputó a MVLL. Devaluó brutalmente la moneda, multiplicó de golpe tarifas de servicios y precios (480% en un día) y demolió los sueldos y salarios de los trabajadores. Luego despidió a 300,000 trabajadores estatales y de empresas públicas a privatizar entre irregularidades y subvaluaciones.
 
La Carta del 93, hija del golpe de abril del 92, anuló derechos laborales existentes. Eliminó el principio de seguridad en el empleo de los trabajadores, haciendo tabla rasa de todo concepto de estabilidad laboral, y legalizó el despido arbitrario, a sola voluntad del empleador y sin necesidad de motivación (la ley permitiría aplicarlo a un 10% de la planilla). Así, institucionalizó la amenaza de despido por formar sindicatos o reclamar aumentos, pagos a tiempo, horarios de 8 horas y pago de horas extras o simplemente contratos formales. Precarizó el empleo.
 
Fujimori institucionalizó el aporte de García al mundo del trabajo: la tercerización del empleo. Services y contratas temporales que enganchan trabajadores para tareas permanentes en las empresas como si fueran trabajos temporales, sometiéndolos a regímenes laborales con derechos recortados (sin goce efectivo de vacaciones, sin derechos sociales, con salarios disminuidos, etc.). Hoy hay más de ocho regímenes de contratación laboral temporal y abarcan a la mayoría de los trabajadores formales, aun en sectores de alta rentabilidad y riqueza como la minería e industrias extractivas.
 
Se amplió la era de los contratos temporales sin límite, como el caso textil que venía desde Morales Bermúdez, condenando a los trabajadores del sector a un régimen inhumano, especialmente a las mujeres y sus derechos como gestantes. Este régimen, que en el Estado se extendió como un cáncer con los contratos por servicios no personales y los CAS, facilita toda clase de abusos. Horas extras impagas, acoso sexual impune por miedo a perder el empleo, etc.
 
La eliminación de derechos y seguridad en el trabajo produjo efectos organizativos. Reducción de sindicatos entre los trabajadores formales, hoy apenas un 4% de los trabajadores, eliminación de la negociación colectiva de convenios laborales por rama, anulación de convenios colectivos existentes y retroceso de derechos ganados. El debilitamiento orgánico de los trabajadores condujo a la reducción del salario. El mínimo legal de hoy es menos del 30%, en capacidad de compra, de lo que era a mediados de los 70. El “milagro económico” se asienta en el cholo barato y sin derechos, como realidad de vida de la gran mayoría de peruanos. Se redujeron vacaciones, indemnizaciones por despido arbitrario, derecho de huelga y se incrementaron los accidentes de trabajo. Para colmo, el modelo fujimontesinista instaló regímenes de empleo juvenil temporal y con derechos recortados o inexistentes que sobreexplotan a nuestra juventud en fábricas y grandes almacenes comerciales.
 
Desde el fujimorismo, el Ministerio de Trabajo está pintado en la pared, inoperante, con una ridícula cantidad de inspectores y sometido a las grandes empresas. Es el Estado que viola sus propias leyes laborales y que, en la época de Fujimori, llegó al asesinato del SG de la CGTP Pedro Huillca, como ya el Comando Rodrigo Franco lo hiciera con el  minero Saúl Cantoral y Consuelo García  en 1989.
 
El “milagro económico” tiene a 72 de cada 100 peruanos y peruanas en edad de trabajar en la informalidad, fuera de planilla, de seguridad social, derechos pensionarios o vacaciones. Y encima, atacan la Pensión 65 para adultos mayores con un mínimo de dignidad como en muchos otros países del mundo. Este es el fujitrabajo. ¿Quieren más?

La República, 2 de Mayo de 2011