Los buenos modales en la niñez
Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)

¡Qué tema tan interesante! La educación ofrecida a los niños refleja, habitualmente, las enseñanzas y vivencias de sus padres y, además, es el resultado de los mensajes de su entorno cercano. Es conveniente que sea positivo el estilo de vida de los ascendientes, tutores y personas que influyen en ellos.

 

Hace unas semanas, en mi artículo “¿Son los jóvenes educados?” afirmé: “…Las personas se van formando a lo largo de diversas etapas y reciben la influencia, en su niñez y adolescencia, de su entorno social, familiar, cultural y ambiental. En este período los hijos “absorben” cariños, enseñanzas y patrones de conducta que interiorizan e influyen en la definición de su personalidad, autoestima y empatía, entre otros factores que labran al individuo”.

“….Es importante que el ámbito íntimo de los hijos brinde una educación en donde esté presente el componente afectivo, ético e intelectual para otorgar una formación integral. Los niños son como “esponjas” que absorben el referente de sus progenitores. Por esta razón, mayor debiera ser el esmero para dar una orientación que moldee su desarrollo”.

Los niños imitan las costumbres de su casa. Especialmente en sus años iniciales cuando apenas cuentan con otro contacto social que sus padres. Desde ese instante se recomienda cuidar la conducta, lenguaje y gestos. Y aunque en ocasiones no se perciba las criaturas "graban" e “imitan” lo que ven, descubren y hacen los adultos. Durante sus primeros meses de existencia las lecciones son mínimas pues los hijos apenas tienen capacidad para tomar una cuchara u otro cubierto, limpiarse con una servilleta o babero, etc.

Escucho a algunos padres, aparentemente instruidos, comentar que sus hijos “no se dan cuenta”. Nada más falso, los pequeños acumulan mensajes, prototipos y sucesos que observan en su ámbito de influencia más cercano, el núcleo familiar. Los progenitores tienen una enorme responsabilidad por el predominio que, consciente e inconscientemente, van a ejercer. Sin lugar a dudas, constituyen el “espejo” en el que los menores se fijarán y a cierta edad, establecerán comparaciones y analizarán el proceder de sus mayores.

Es necesario que los padres posean preparación emocional para realizar con éxito esta difícil y compleja tarea formativa. De allí la urgente prioridad que las “escuelas de padres”, en la etapa escolar, cumplan un rol más activo en los jefes de familia. Un menor correcto será un adulto respetuoso y competente para convivir -de manera armónica- con los demás y poseerá probada tolerancia y empatía. Su desarrollo personal es central para su futuro proceder laboral y familiar.

Un punto que deseo enfatizar: El ejemplo como factor de influencia. Se sugiere entender con plena claridad que los padres no pueden tener un discurso para ser escuchado y utilizado por sus hijos y otro para ellos. Esta actitud solo contribuye a confundir al niño y muestra –desde temprana edad- una falta de equidad entre lo exigido al menor y lo aplicado por sus padres. Es decir, una doble moral en la relación familiar. Al niño se le dice: “No digas mentiras”, pero ve como el papá -al sonar el teléfono- dice: “Si es por mí, di que no estoy”. Hay que ser consecuentes y coherentes en las enseñanzas impartidas y lo empleado en la práctica cotidiana.

Las cabezas de familia determinan la óptima formación que moldeará la conducta de los hijos, quienes requieren recibir -en todo sentido- enseñanzas empáticas y asertivas que aseguren su adecuado proceder. Por tal motivo, insisto en la pertinencia de lograr que los padres gocen de mínimas habilidades y capacidades que los hagan portadores de una conducta que engrandezca a los hombres y mujeres del mañana.

Dentro de este contexto, es esencial también que la cultura esté presente en el adiestramiento de los hijos. La cultura humaniza, sensibiliza, ayuda al encuentro de nuevos conocimientos y realidades, engrandece la espiritualidad, amplia el pensamiento crítico y fomenta la disconformidad intelectual. El hogar debe ser el primer “semillero” en donde se propague su trascendencia -en sus variadas manifestaciones- como elemento ilustrativo.

Las buenas enseñanzas deben interiorizarse en su personalidad a fin de lograr que los menores sean individuos idóneos para relacionarse con éxito, crear un clima de simpatía a su alrededor, construir afables relaciones con sus semejantes y entender el auténtico valor de la etiqueta. El escritor, filósofo y poeta norteamericano Ralph W. Emerson decía: “La vida no es tan breve que no nos deje tiempo suficiente para la cortesía”. Recuérdelo!

(*) Expositor de etiqueta social del Instituto de Secretariado ELA y la Corporación Educativa Columbia. Docente y consultor en protocolo, imagen personal y etiqueta. http://wperezruiz.blogspot.com/ - http://www.facebook.com/wilfredoperezruiz