Perú. Ad náuseam

Por Gustavo Espinoza M. (*)

Bien se dice que repetir muchas veces una mentira, no la convierte en verdad, pero, por cierto, hastía. En otras palabras, produce náusea. Y eso es lo que ocurre en el escenario peruano en la medida que se avecina el 5 de junio, fecha en la que se dirimirá la contienda electoral 2011.

 

La ofensiva de los medios de prensa, que se orienta a convencer a los peruanos que el pasado no existió nunca, y que en los años de Fujimori la vida fue bella; no cesa. Por el contrario, se incrementa al extremo que confunde a personas incautas, a jóvenes que no piensan o a muchachas que creen en la “necesidad” que una mujer gobierne el país, sin importar quién sea.

Como consecuencia de ella —es posible— algunas encuestadoras registran porcentajes que benefician a la Fujimori, aunque otras se resisten a entrar en ese juego peligroso, aún a riesgo de su supervivencia. Porque es claro que la presión de la Mafia es de tal magnitud que varios  periodistas han sido despedidos, o forzados a irse, por el simple hecho de no sumarse a la troupe Keikista que hoy busca mostrarse angelical ofertando 200 mil puestos de trabajo, sin precisar por cierto si esos serán empleos eventuales, o en Servis, o si podrán ser considerados “empleos decentes” por la OIT, habida cuenta que Fujimori despidió a más de un millón de trabajadores en la década del oprobio.

Entre noticias que se muestran a cada instante y programas o espacios políticos “contratados” que llegan a nuestros hogares por la pantalla chica, las ondas del dial, o la prensa impresa, y sin ver las necrológicas ofrendas florales enviadas al diario “La Primera”; hay que descubrir algunos entretelones para comprender el sentido de las cosas en el Perú de nuestro tiempo. Veamos:

En Satipo —una población precaria de la selva central— decenas de personas vieron ingresar numerosos vehículos que integraban una caravana festiva a la cabeza de la cual asomaba —con vestido típico de la región— la candidata del fujimorismo. Entre sorprendidos, absortos e indignados, silbaron un poco, gritaron expresiones de rechazo o buscaron retirarse para no ser confundidas con un pequeño grupo de adherentes. De pronto, una piedra voló por los aires e impactó en una de las unidades móviles.

El hecho, casi rutinario en los conflictos electorales peruanos, sirvió en bandeja de plata para que en la capital los medios denunciaran “la agresión sufrida por Keiko Fujimori a manos de una turba humalista”. Hecha la investigación del caso se pudo precisar que la piedra —sólo una— fue lanzada por Fredy Peña, trabajador del municipio local y colaborador personal y directo del actual alcalde fujimorista César Merea. Poco antes, el lanzador de la piedra y los empleados del municipio habían sudado literalmente la gota gorda levantado el estrado desde el cual hablaría Keiko. El hecho, entonces, fue un montaje destinado a victimizar a la candidata y generar una tormenta propagandística que presente a Humala como pendenciero y violentista. Una perla en el océano de ataques contra el candidato de Gana Perú, que sigue siendo el terror de la derecha más reaccionaria, y de la Mafia.

Unos días antes un colectivo juvenil se instalo ante un canal de la televisión para protestar por los sesgados programas políticos que pretendían sorprender a la ciudadanía. Cuando ya se retiraba del escenario de la acción, asomó uno de los responsables de esa campaña, el periodista Jaime de Althaus, quien trepó raudamente a su vehículo, como en tocata y fuga. Los jóvenes le expresaron su repudio y no faltó quien hiciera sonar con las manos el capot del coche. La imagen —captada por las Cámaras de Seguridad de la Televisora— se proyectó decenas de veces como una manera de mostrar “el salvajismo” de los agresores, por cierto también “humalistas”. En honor a la verdad, Althaus, nunca fue agredido. Los periodistas agredidos —pagaron con la vida— fueron otros: Melisa Alfaro, Pedro Yauri, Luis Morales. No los olvidemos.

Lo que ocurre es que en calles y plazas, en ciudades y aldeas, en las tres regiones naturales y en todos los medios geográficos así como en las distintas alturas, desde la costa hasta la puna; hay millones de peruanos sencillamente indignados por la desfachatez de la Mafia que  busca auparse nuevamente en el Poder haciendo ostentación de una riqueza sin límite y una desvergüenza que no tiene igual.  Lo confirma Roque Benavides, el boyante propietario de la mima Orcopampa cuando dice consternado que todos sus obreros, a 4,000 metros de altura, votaron por Humala.

Hay quienes “no se explican” el por qué de estas “reacciones”. Pero ellas son agua de malvas en relación a lo que la gente realmente siente. ¿Se han preguntado, en efecto, los medios qué pasaría si la candorosa  Keiko apareciera  frente a las 295 mil mujeres que hizo esterilizar durante el gobierno de su padre? O ¿cómo saldría de un encuentro con los hijos, las hijas, las viudas o los padres de los miles de asesinados bajo el régimen fujimorista?

Un exponente de la prensa venezolana —enemigo del gobierno de su país por cierto, razón por la que tiene carta libre para opinar en el Perú— dijo recientemente que cuando gobernó Alberto Fujimori, Keiko era “apenas una niña”. La ignorancia, no es delito, pero no genera verdad. Esa “niña” era ya la Primera Dama de la Nación y tenía a su cargo la implementación de los Programas Sociales en boga. Recordemos su presencia en las llamadas “ferias de salud reproductiva”  y el impulso que ella misma dio a los “programas estatales de control de la natalidad”, y que, aplicados en las pampas de Anta, en las montañas andinas de Huaytará, o en la serranía de Piura o La Libertad; generaron la esterilización masiva de madres indígenas. Hoy en las redes de sociales, asoman los áulicos de la Mafia asegurando, sin vergüenza alguna, que esos programas eran de “asistencia” para impedir que las madres pobres tuvieran más hijos a los que no podrían dar de comer ¡Qué generosos!

En todas partes, y en ese marco, la náusea, o el hastío da lugar a reacciones que resultan aprovechadas con un mismo propósito: desacreditar al representante de Gana Perú. Y las cosas, no solo se producen aquí. También vienen desde afuera. Las inagotables “computadoras” de Reyes —destruidas por el fuego Uribista en el 2008— aún producen acrisolada documentación. La más reciente “demuestra” que Ollanta recibió dinero de Chávez. En algunas semanas más, las computadoras de bin Laden —incautadas recientemente por la CIA en Pakistán— reportarán otras “evidencias” en torno a la materia. Nos mostrarán una carta de Chávez diciendo que, felizmente, en el Perú, ganará Ollanta; y entonces Fritz Dubois, vocero del Instituto Peruano de Economía y Director de Perú 21 editorializará comentando el tema porque la alegría no lo dejará escribir a Aldo, el de Correo.
 
A eso hay que sumar temas con los que se busca confundir al electorado. Ollanta presentó antes hace algunos meses un Programa de Gobierno. Luego le hizo precisiones en un mensaje que dirigió al país antes de la primera vuelta. Y hoy, le formula ajustes y reajustes para hacerlo más viable.  Pero eso, que es absolutamente racional y comprensible, es presentado como la expresión de los andares y desandares de un candidato que “no sabe lo que quiere”, o que “cambia de programas” para engañar al pueblo. Y es que en materia de Programas de Gobierno, la Keiko es virgen. No tiene ninguno.

Es útil recordar entonces que en esto de “programas de gobierno”, Fujimori fue un campeón. Tampoco presentó alguno cuando postuló en 1990. Su programa fue el “antischock”.  Cuando Vargas Llosa —en el recordado debate del Sheraton— aseguró que cerraría las empresas públicas, el chinito de la yuca dijo que él no haría eso; cuando el escritor aseguró que despediría empleados públicos, su contrincante aseguró que no despediría a nadie; cuando el joven esposo de la Tía Julia afirmó que “sinceraría los precios”, don Alberto dijo que con él, no subirían los precios. Ese fue su “programa”, que le duró hasta la asunción del mando, porque diez días después su ministro de economía aplicó el Schock de Vargas Llosa con bacalao incluido.  Y a propósito, acaba de asegurarse que García no cumplió tampoco “las políticas de gobierno” del Acuerdo Nacional.

¿Pueden estos mismos —en este contexto— pontificar en torno a la defensa de los programas de gobierno? ¿Con qué cara?  ¿Y quieren así que la gente les crea? ¿Y podrá creer la gente en una propuesta electoral en la que todos los que asoman en ella como voceros, congresistas, funcionarios y hasta posibles ministros; han integrado —todos ellos— los equipos de gobierno de Alberto Fujimori? Podríamos revisar uno a uno y descubriríamos que en la nómina, sólo faltan los que están presos, o los que se han fugado de la justicia. Los demás, están toditos. Y están libres no porque fueran inocentes, sino porque el gobierno de García se mostró tan complaciente con ellos como se muestra hoy con Keiko. Y les dio todas las facilidades para evadir la acción de la justicia. En cualquier otra circunstancia, estarían presos. García hoy hace un ridículo tan extremo que hasta el cómico norteamericano Stephan Colbert se ríe de él a mandíbula batiente. Eso no le impide, por elogiar a Keiko y condenar “la violencia” del otro candidato. Y a propósito de violencia, en junio se cumplirán 25 años de la matanza de los Penales, que aún permanece impune. Alan lo recuerda.

Perú ad náuseam, a la orden del día (fin)

(*) Del colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe