Con el Perú o contra el Perú
Ismael León Arias
 

El dilema entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori nos importa mucho en estas elecciones por muchísimas razones prácticas y morales; pero creo que nos lleva mucho más allá, hasta la historia del Perú presente y futuro. Estamos en víspera de elegir a un peruano o a una señora culturalmente japonesa, como su padre; entre un militar nacido y casado aquí, con hijos peruanos, frente una señora nacida aquí pero casi con seguridad inscrita en el Koseki japonés, registro que le otorga para todo fin esa ciudadanía, como fue el caso de su padre. Pero Keiko además es casada con un ítalo-norteamericano. En pocas palabras, debemos elegir entre un peruano y una pareja extranjera para todo fin. Veamos la connotación que tendrá lo que hagamos.

 

¿Saben que en Japón a los japoneses de origen peruano (o de otra nacionalidad) les asignan una segunda categoría, que les hace imposible postular al cargo de primer ministro de ese país? ¿Saben que se les considera japoneses de segunda generación y tienen segunda opción en las escuelas y en los empleos públicos, así como en asuntos de seguridad? Los más sorprendidos con lo lejos que han llegado en el Perú los Fujimori son los mismos japoneses. ¿Cómo es posible eso?, allá no llegarían ni al Congreso, nos dijo un joven de Tokio, universitario de ese país que vino acá en intercambio.

Si afirmación nos recordó, efectivamente, que cuando Fujimori estaba preso en Chile, en proceso de extradición, en su desesperada búsqueda de impunidad, postuló a una senaduría que no consiguió, porque los ciudadanos de ese país no lo calificaron. Japón siempre está en su mente, es decir en su memoria histórica. Cuando en noviembre de 1992, el general Jaime Salinas Sedó, intentó un golpe de Estado, el tipo se asiló en la embajada japonesa, que consideraba suya. Años después se asilaría en el mismo Japón, cuando fugo del Perú y desde allá renunció a la presidencia, vía fax. ¿Creen que Keiko Fujimori, en una dificultad igual, actuaría de otro modo?

Estamos entonces en víspera de afirmarnos como nación o negarnos ese derecho. No es cuestión de los ojos, ni del color de la piel. Es la cultura, algo que no se construye de la noche a la mañana, pues es el resultado de una maduración histórica, que se macera y cuaja a lo largo de las luchas, los diálogos, los encuentros y desencuentros entre los miembros de una comunidad que tiene, sin embargo, algo en común, que es el pasado. "Mi patria es la tumba de mis antepasados", escribió un historiador. Y vean el contraste.

Allá por 1995, en su pleno apogeo, un periodista le preguntó a Alberto Fujimori a qué peruano vivo o muerto admiraba. "A ninguno", contestó con toda la soberbia de la que era capaz. Y claro, para un hombre en ese momento poderoso pero muy ajeno a lo nuestro, los nombres de Garcilaso, Túpac Amaru, Olaya, Grau, Bolognesi, Montero, Basadre, Haya, Mariátegui, o Arguedas, no representaban nada, absolutamente. No figuraban en su disco duro, porque carece de memoria histórica peruana, algo imprescindible para entender y querer a nuestro país.

Es mucho más probable que los Fujimori tengan en el centro de sus recuerdos y en su sala principal, las imágenes de Hiroito o del actual emperador japonés. En ese gesto de soberbia despectiva que suele exhibir Alberto Fujimori, expresa siempre un enorme desprecio por este nuestro país, que acogió a sus padres y les ofreció todo, desde un solar, hasta estudios universitarios gratuitos y la oportunidad de ser presidente. Creyó que nos hacía un favor, porque en realidad se cree un elegido, una suerte de enviado del cielo oriental, a quien le debemos pleitesía hasta para el futuro. Por eso quiere endosarnos hoy a su hija y mañana a Kenyi, es decir hacer de su gobierno una dinastía, japonesa, un reino en el que no de cuentas a nadie, menos a los peruanos.

Eso es lo que definiremos el 5 de junio. Si nos gobernamos nosotros o entregamos nuestro destino a un clan extranjero, por añadidura mafioso, que pretende reeditarse y perpetrarse. Aquí, en nuestras narices. Espero y confío que los jóvenes peruanos sepan decidir lo mejor.