La Decadencia Moral (*)
Por Juan Sheput
México es poseedor de una serie de triunfos económicos: tiene un récord en sus reservas internacionales, el PBI crece sostenidamente desde el año 2000, con excepción del 2009, año de la crisis y es la patria del hombre más rico del mundo, Carlos Slim. México quiere ser potencia, y va por allí haciendo inversiones, sobretodo en mineras y comunicaciones.
Pero México también es un país asolado por el narcotráfico que mata todos los días, tiene a una casta política de las más corruptas del orbe, y a su empresariado no le interesa profundizar la desigualdad con tal de hacer dinero. Las empresas televisivas han hecho de sus señales una herramienta de distracción masiva, que permite la manipulación de millones de ciudadanos, a los que no importa lo que pasa. Los intelectuales mexicanos tratan de abrir los ojos de sus compatriotas, en una lucha desigual pues son ridiculizados o ninguneados por los grandes medios de comunicación que –cómo no- defienden el statu quo.
A veces pienso que el Perú quiere parecerse a México. No al inmortal y querido de los mayas, aztecas y sus grandes artistas e intelectuales, sino al perverso de los carteles y los partidos clientelistas y sirvientes del poder económico. Aquí como allá hay falsas élites a las que no interesa el desarrollo del país sino el simple afán de hacer dinero por el placer de tener dinero.
Escribo esto porque en los simpatizantes de Keiko Fujimori no veo otro argumento que el económico, la ganancia, la renta. No hay una discusión respecto a qué necesitamos como Nación. No interesa que el entorno de la señora Fujimori sea corrupto en su trayectoria y haya protagonizado el gobierno más nefasto de la historia del Perú. No importa. Sólo interesa que el modelo siga produciendo y construyendo riqueza por un lado y, por el otro, miseria y desigualdad.
A los defensores del modelo y de la señora Fujimori no les importa el otro, aquel niño que puede morir de pulmonía porque faltan medicinas mientras en el país se roban 6,000 millones de soles al año. No interesa el campesino, que tiene que arrojar sus papas al río porque el estado no les compra porque, según el modelo, no se debe comprar. No importa que millones de compatriotas estén condenados a la pobreza porque desde el nacimiento está descartado que algún día tengan una oportunidad.
Hay en el Perú una profunda fractura moral, que nos lleva a otro tema: la preferencia por Keiko Fujimori demuestra el fracaso del sistema educativo, en todos sus sectores, incapaz de transmitir valores a la sociedad. Y por eso los síntomas de deterioro moral, la permisividad con la corrupción, la seducción por lo económico, ambos signos y antesala de algo peor como la entronización del narcotráfico o el retorno de la cleptocracia.
Aún estamos a tiempo de reaccionar.
(*) Artículo publicado en Diario 16 el 25 de mayo del 2011