Por Herbert Mujica Rojas

A no pocos peruanos, dentro y fuera del país, les afecta poco quién gane el próximo 5 de junio. El Estado les ignora, los omite o no los considera, por tanto, cada gobierno practica la casi bicentenaria costumbre de no agitar demasiado la casa, apañando, de ese modo, una corrupción que figura en el ADN social peruano desde los primeros días como nación independiente. Y si la hija del delincuente Alberto Fujimori, Keiko, se alza con la victoria, el cáncer atrabiliario pero letal de la inmoralidad, el robo organizado y la destrucción de cualquier vestigio de decencia, habrá consumado, una vez más, otra estafa al Perú.

 


Si, en cambio, resulta vencedor Ollanta Humala, hay la esperanza que lidie con los problemas de tal manera que los privilegiados, los que pagan la publicidad de historietas y fábulas de todo calibre  contra él, ésos que alquilan plumas y megáfonos en radio, prensa y televisión, aquellos que aspiran a conservar el potrero que es Perú, ciénaga en que hacen cuanto les viene en gana, aprendan a entender que este país también es de las mayorías y que sólo se puede avanzar en un nuevo contrato social con la inclusión de los más pobres en la decisión soberana de cómo se construye la patria.

Mientras que la señora Keiko Fujimori y sus otros tres hermanos estudiaron con dinero del sufrido contribuyente y de ese modo son parte de la exacción o robo que su padre Alberto perpetró contra Perú al alimón con Montesinos y cientos o miles de cómplices, a lo largo y ancho de todo el país, de Humala se espera tino, razón y energía para poner en vereda, en democracia y con imaginación fértil, a sectores ultramontanos que se creyeron el cuento que Perú les “pertenece” por el dudoso título de saber cómo se “hace” la riqueza, olvidando que ésta también puede ser ilegítima o criminal.

No obstante todo lo anterior, hay que ser honestos a rajatabla, hay millones de peruanos a quienes les importa muy poco quien sea el que ocupe la presidencia. Su vida está signada, tal como dice un estudio serio y muy reciente del Banco Mundial, hacia la pobreza ¡antes de nacer y hasta morir! en los callejones más espeluznantes de no tener nada, significar cero y representar a seres humanos de los cuales ¡nadie otorga el más modesto pensamiento o consideración!

Gane quien gane, la lucha continúa.

Y persiste el reto de convertir al Perú en madre y no madrastra de sus hijos.

Solivianta el desafío de lograr recursos honestos que alimenten bocas, paguen facturas, honren rentas y, acaso, sufraguen estudios escolares o universitarios.

Hay empresarios honestos que pagan utilidades a sus trabajadores, que reciben la gratificación de empleados felices y en ambiente de fraternidad por su pacto no escrito que destila el conocimiento que sí han comprendido cómo generar la nueva dinámica en que todos se benefician y trabajan honestamente.

Pero también hay empresas tramposas, absolutamente criminales, que vienen al Perú y se llevan ingentes cantidades y que gracias a contratos mañosos de estabilidad jurídica, no pagan los impuestos proporcionales y eso impide a la patria futurista edificación de escuelas, hospitales, universidades, más empresas. Es tan evidente el desequilibrio que una encuesta de en qué emplea millones de dólares el conjunto más poderoso de la economía nacional, daría como vil resultado revelador que su propósito es parar ¡cómo sea! el triunfo de Humala. ¿O no es cierto?

La lucha continúa. Hay que armar, armonizar y disciplinar el inmenso mosaico disímil que es Perú o 24 países distintos unidos por una historia milenaria y por la voluntad generosa de sus habitantes de pertenecer a un Estado que casi siempre los ha ignorado.

La “unidad” de los de arriba no garantiza la inclusión de los de abajo. Eso es lo que existe hoy. La garrulería disfraza con las palabras “pragmatismo” y “eficiencia” lo que es un ejercicio de discriminación económica, racial, cultural, social.

Humala podrá hacer el intento sólo comprendiendo al país en su vasta y rica cuanto que multicolor vertiente y orígenes. A Keiko angustia la libertad del delincuente Alberto Fujimori y a su entorno, tan solo, el deleite de las arcas estatales, el saqueo institucional de las cuentas financieras y el robo masivo como en sus años de piratería impune hasta hoy y obsequio del patrimonio nacional con contratos dedicados, faenas debajo de la mesa y estafas por doquier.

http://www.voltairenet.org/article170057.html