Una batalla desigual
Sinesio López Jiménez
Esta segunda vuelta es una batalla desigual. Ollanta no sólo se confronta electoralmente con Keiko Fujimori sino también con todos los poderes (los grandes grupos empresariales, los medios, García, presidente de la República y Cipriani, el jefe de la Iglesia Católica conservadora) que la respaldan. No es poca cosa. Estos apoyos, especialmente el de los medios (que han renunciado al pluralismo y al equilibrio informativo) y el de García, quien está obligado (por su función) a mantener la neutralidad, han hecho que el proceso electoral no sea justo, que pierda su carácter competitivo y que sus resultados corran el riesgo de no ser legítimos. Al JNE se le ha escapado de las manos la conducción del proceso electoral. ¿Y qué dicen los observadores internacionales?.
Este proceso electoral ha sacado a luz la existencia de grupos poderosos que se sienten intocables y que creen que sus privilegios constituyen derechos incuestionables. Su presencia avasalladora hace difícil sino imposible la democracia. Esta supone la igualdad de condiciones sociales (libre circulación de todos por los status sociales que deseen, igualdad ante la ley y ante el Estado) y la eliminación de todo tipo de privilegios. En una democracia nadie tiene corona: Todos tienen derecho a participar en la política y los votos de los económicamente desiguales son políticamente iguales. La democracia supone también el respeto de las libertades individuales y políticas, el debate público abierto y la competencia política en igualdad de condiciones.
Los principales grupos poderosos que se siente intocables son los grandes grupos empresariales y los medios. Los primeros creen que el modelo neoliberal extremo y la constitución de 1993 son sagrados y que nadie debe ponerlos en cuestión. Ellos pretenden sustraer estos temas de la agenda electoral y del debate público. Los que se atreven a cuestionarlos son colocados en el index del anti-sistema. Los segundos se escandalizan cuando se discute la cuestión de los oligopolios mediáticos, el carácter de servicio público de la radio y la TV debido al uso del espectro radio-eléctrico (que pertenece a todos los peruanos) y la obligación que tienen de ser pluralistas y de mantener el equilibrio informativo. El pluralismo informativo es una exigencia central de todas las teorías de la democracia.
¿Qué se busca con la tesis de la supuesta sacralidad del neoliberalismo extremo y de la constitución de 1993?. Defender sus bolsillos y sacar del juego político a Gana Perú, la única fuerza política que propone cambiar el capitalismo salvaje (mercado sin estado, producción primaria sin impulso a la industrialización, libre comercio sin protección arancelaria, capitalismo sin derechos sociales y sindicales, crecimiento sin distribución, etc) por un capitalismo democrático que combina el crecimiento económico con la distribución a través de políticas sociales universales (pensión 65, cunamás, salario mínimo de 750 soles, restitución de los derechos sindicales, etc).
La derecha sostiene que ese cambio lleva a la dictadura y a la perpetuación del poder: atribuye a los impulsores de un capitalismo democrático los mismos métodos que Fujimori y sus aliados utilizaron para imponer el capitalismo salvaje. Para defender sus bolsillos apela engañosamente a la democracia, condena a Ollanta y defiende a Keiko Fujimori, la heredera de la dictadura más corrupta y criminal de la historia. ¿Se impondrá este cargamontón contra Ollanta? Mi hipótesis es que los electores pueden ver esta ofensiva mediática como un abuso y reivindicar a Ollanta votando por él y derrotando a todos los poderes juntos en nombre de la justicia. Será el triunfo de David contra Goliat.
Las encuestas revelan que la candidatura de Ollanta no ha podido ser demolida en estos dos meses por la contracampaña feroz de todos los poderes contra ella. Sigue el virtual empate técnico cuyo desenlace conoceremos con certeza en la víspera (con las últimas encuestas) y en el mismo día de las elecciones.