Esta cara no representa al Perú

Lo primero que se viene a la mente cuando hablamos del Perú es el imperio de los incas; si son extranjeros los que se interesan por nuestro país, pensarán además en Machu Picchu, importante destino turístico.

 

Somos la continuidad de una patria grande, con profundas raíces en el tiempo y con una personalidad cultural e histórica que es o debe ser un elemento formador y orientador en nuestro discurrir por la historia; no debemos olvidar quiénes somos, qué tenemos y qué queremos para poder desarrollarnos adecuadamente.

Extranjeros en el Perú

Desde la invasión de los españoles al Perú en el siglo XVI, ha llegado acá toda clase de extranjeros: europeos, asiáticos, africanos, etc., que poco a poco se han integrado en la sociedad peruana. El Perú es un país predominantemente indígena y mestizo: lo es por lo menos 95% de la población; y el resto es una minoría constituida por blancos, negros y asiáticos no mezclados.

Para dorar la píldora se dice que somos “país de todas las sangres”, o que “quien no tiene de inga tiene de mandinga”, entre otras frases, que ocultan una realidad negativa. La presencia de extranjeros, sin desmerecer a personalidades como Antonio Raimondi, Alexander von Humboldt, Hermasia Paget, etc., ha tenido también su  lado  destructivo en el Perú, por una razón fundamental: desde los españoles hasta ahora, muchos extranjeros que vienen al Perú no sólo llegan con la finalidad  de supervivir sino de estar en muy buena posición y mandar.

Identidad nacional

Los españoles irrumpen en el Perú de manera no amistosa: vienen a robar, a imponer una religión extrañaal  Perú, a asesinar, a explotar. Y a gobernar.  Con eso en mente, lo que hacen es descalificar a los peruanos, decir que el inca era un idólatra y tirano y que el Perú pasaba a ser colonia de España.

Como hubo una resistencia continua de 35 años, los españoles se dieron el gusto de asesinar como locos a decenas de miles de peruanos. Es lógico que, para imponernos un gobierno extranjero, los españoles presentaran la imagen del peruano de la peor manera: idólatra, inmoral, borracho, etc.

La tónica del mal extranjero es saquear y  explotar, y para legitimarse muestra al peruano de la manera más indigna. Si la intención de los extranjeros es expropiar nuestras riquezas, es necesario para ellos vulnerar y menoscabar la identidad peruana, de manera que por contraste lo  extranjero resulte siendo “lo mejor”, “lo preferible”.

Eso ocurre hasta ahora: los extranjeros —a través de los corruptos políticos peruanos y los ladrones y busconas de los medios de comunicación— continúan con esa campaña de desprestigiar lo peruano para imponer el dominio de los extranjeros no sólo en las riquezas naturales sino en las personas que gobiernan.

Con esta mentalidad, se afirma que los peruanos no podemos ni debemos tener el control de nuestras riquezas naturales, que hay que respetar los contratos (¡pero sí se cambian cuando esto favorece a la empresa privada y perjudica al Perú!), que se debe dar estabilidad jurídica a los inversionistas, que cambiar las reglas sería un suicidio, etc. Así hablan los corruptos, ocultando el hecho de que las empresas que vienen al Perú lo hacen porque acá, con nuestra legislación relajada, pueden dañar impunemente el medio ambiente, pagar salarios de hambre, atentar contra los intereses estratégicos del Perú, etc.

Los japoneses


Un grupo étnico importante presente en el Perú son los japoneses, que inmigraron en número apreciable desde la segunda mitad del siglo XIX. Los descendientes de los japoneses, llamados nikkéi, están bien integrados en la sociedad peruana y podría decirse que su presencia es positiva.

Al culminar el primer gobierno de Alan García, el Perú estaba sumido en una grave situación de violencia y crisis económica incontrolable (desempleo, inflación, encarecimiento de los alimentos, etc.). En este escenario, en las elecciones de 1990 surge como alternativa la figura de Alberto Kenya
Fujimori Fujimori, quien sale elegido presidente.

El pueblo peruano eligió a Fujimori, un independiente, porque los partidos políticos ya no estaban en condiciones de solucionar los problemas del país. Por supuesto que la elección de una persona de padre y madre japoneses demuestra que el pueblo peruano no tiene sentimientos xenofóbicos. Además, se pensaba que al ser japonés Fujimori tenía las cualidades atribuidas a todos las japoneses: laboriosidad y seriedad; había también la idea de que empresas japonesas invertirían en el Perú (lo cual no sucedió).

Los hechos demostraron  cuán equivocados estuvimos los peruanos al elegir a Fujimori, que desarrolló un gobierno de robos, corrupción, asesinatos, destrucción de la vida institucional y envilecimiento de la sociedad. Alberto Fujimori no sólo robó y creó el caos; también agredió a la masa popular embruteciéndola con la ayuda de los medios de comunicación corruptos para que acepte su papel de comparsa menesterosa y mendicante que espera la ayuda y socorro del japonés “bueno”. Eso con la gente pobre; con los demás, incluyendo militares, empresarios, etc., procedió a someterlos para integrarlos a su red de corrupción, que siguen vigentes.

La vigencia del entramado corrupto que construyó Alberto Fujimori en la fuerza armada y en la Policía Nacional se ve en el castigo que sufrió un oficial de policía que intentó poner orden en la prisión dorada del corrupto ex presidente (leer
Denuncian contubernio aprista en régimen carcelario de delincuente Fujimori) de igual manera, esa vigencia de la corrupción fujimontesinista se ve en la conducta de los bien “aceitados” medios de comunicación, que se han sumado combativamente a la campaña destinada a que los peruanos elijamos a la hija de Fujimori, lo que tiene el propósito no sólo de prolongar el sistema de robo y saqueo que permite la Constitución montesinista de 1993, sino enviar a los peruanos el mensaje de que somos  incapaces y aún no estamos preparados para gobernar nuestro país (entendiendo que esa delicada tarea de dirigir el Perú se hace mejor si está en manos de japoneses).

La sombra de Alberto Fujimori

Como recomienda la sabiduría popular, no se puede vivir del pasado (“lo que pasó pasó”) y estar todo el tiempo echando en cara a Fujimori sus diversos delitos; pero tampoco podemos dejar que el pasado nos gobierne. Fujimori no ha entendido lo grave que es traicionar la generosidad del pueblo peruano; cree que sus fechorías son cosa sin importancia y ya que no puede ser candidato —está preso e inhabilitado para ejercer la función pública—, ahora desea imponernos a su hija Keiko Fujimori Higuchi.

Conviene preguntarse: ¿piensan Fujimori y sus seguidores que el Perú se quedó sin gente de raíces peruanas?,  ¿creen que la cara japonesa de Keiko Fujimori representa a los indígenas y mestizos que constituimos la mayoría del país?; ¿no pensarán en el extranjero que los peruanos somos una tira de inútiles y que por eso es necesario que nos gobierne alguien de sangre japonesa?

Ahora comprendemos que cuando tomó el poder, Alberto Fujimori dio rienda sujeta a sus verdaderas intenciones y en los hechos su conducta demostró que él era muy ajeno a la imagen que teníamos de los japoneses. No sólo gobernó de manera corrupta y represiva, sino que evidenció un intenso odio por todo lo peruano. ¿Por qué?

Una posible explicación sería que Fujimori no olvidó las imágenes que vio de niño: turbas de ladrones que aprovechando la ridícula “declaración de guerra” del Perú a las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokio saquearon los negocios que los japoneses tenían en varias ciudades del Perú. En el seno del hogar, sus padres, una honesta y trabajadora pareja de japoneses, posiblemente inculcaron a Fujimori la disciplina, seriedad y laboriosidad de los japoneses; pero nada de sentimiento patrio. O sea que racial, cultural y cívicamente Alberto Fujimori no tiene raíces peruanas.

Esto explica, por ejemplo, que con gran soberbia hubiese declarado que no admiraba a nadie del Perú (normal, no hay héroes peruanos ni gente de valía, si en el hogar no recibió ninguna enseñanza patriótica). Ahora comprendemos por qué Fujimori no tenía los reflejos culturales e históricos que le enseñaran que Chile es país delincuencial y enemigo del Perú; al no tener esta noción, permitió que los delincuentes chilenos se colaran en todos los sectores de la economía peruana… ¡y cómo no iba  a ser así si para él, por su ignorancia de la historia, Chile era un país como cualquier otro! ¡Además, los chilenos pagan muy bien a sus sirvientes; pregunten, si no, a los periodistas y políticos que reciben dinero chileno!

Esa venganza personal y étnica por los saqueos que sufrieron los japoneses explica la saña con que Alberto Fujimori organizó la represión del pueblo peruano, matando y metiendo presos a muchísimos inocentes con el pretexto de luchar contra el terrorismo. Con la ayuda de Vladimiro Montesinos, desató en barrios populares una humillante campaña de rastrillajes y ejecuciones extrajudiciales que era aplaudida por los medios de comunicación vendidos a la dictadura. En estas incursiones de rastrillaje y asesinatos las fuerzas armadas entraban a partir de la medianoche rompiendo puertas a patadas y culatazos, procedían a registrar las casas y se llevaban detenidas a muchas personas (algunas de las cuales no volvían a aparecer vivas) y al final los hacían formar en la calle, en algunos casos les regalaban un kilo de arroz o cortaban el pelo y se iban. Los diarios y la televisión informaban de esto con entusiasmo, resaltando el carácter heroico de la actuación de las fuerzas militares en esos barrios pobres.

En su oficina o en su casa, Albero Fujimori miraba satisfecho las escenas de las incursiones militares, que él veía como un justo castigo al pueblo peruano por los saqueos que habían sufrido los japoneses décadas atrás. Para este corrupto ex gobernante era maravilloso que la fuerza armada reprimiese al pueblo peruano en vez de estar alertas ante los ladrones de Arica y Tarapacá.


Conclusión

Debemos entender que Alberto Fujimori no es un japonés cualquiera: él tiene odio al Perú y consecuentemente robó y mató sin sentir ningún escrúpulo.  Intencionalmente en todo discurso no decía peruanos, sino “per-guanos” (hiperguanos o superguanos), colocando en calidad de excremento a todos los peruanos.

Por eso desea terminar el ataque al Perú dañando nuestra identidad de indios y mestizos al imponernos a su hija, quien una y otra vez declara que el mejor gobierno que ha tenido el Perú es el de Alberto Fujimori y que la mejor Constitución del Perú es la de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.

Pero no sólo la identidad, también quería menos cholos y ordenó una criminal esterilización forzada de más de 300 mil mujeres, parte de las cuales murieron por no recibir cuidados postoperatorios que hasta a los perros se les brinda, a ellas no. Paralelamente, alentó la inmigración asiática y hoy tenemos numerosas y peligrosas bandas delincuenciales chinas y japonesas.

Los coimeros y ladrones que ejercen el periodismo en diarios, radio y televisión (Chola Chaubuca, Chola Jacinta y toda clase de noticias que resaltan lo negativo del Perú) son cómplices de Alberto Fujimori en la minusvaloración de los peruanos, a quienes desean imponernos como  gobernante a una japonesa, como si el Perú fuese un país de retrasados mentales e incapaces.

Alberto Fujimori traicionó la amistad del pueblo peruano que lo eligió presidente pese a ser japonés; él desperdició la oportunidad de la colonia japonesa en el Perú de demostrar que ellos podían hacer algo por la patria que los acoge. Ya con Alberto Fujimori, sirviente de Chile, hemos tenido demasiado de gobierno de una casta extraña al Perú; no podemos aceptar que él gobierne a través de su hija. Fujimori cree ser un inca cuya familia puede gobernar el Perú (¡una panaca de japoneses!).

Basta ya de rostros extraños. ¿En el Japón permitirían que un hijo de extranjeros llegue a ser primer ministro?, ¿en un país africano elegirían presidente a un asiático o a un europeo? ¡No, señores, cada cosa y cada persona en su sitio!