Por qué no votar por Keiko Fujimori

Por Gonzalo Fernández Montagne

Esta campaña nos ha permitido observar en muchas personas que se dicen cristianas, que no saben lo que significa diálogo, reflexión, entendimiento,  respeto por lo que piensa el otro, y en circunstancias como las que estamos viviendo se cierran a todo aquello que los atemoriza de manera irracional y reaccionan negativamente pretendiendo descalificar a la persona que sostiene algo que consideran una amenaza pero sin procesarlo debidamente.

El temor al cambio es una cosa muy frecuente, sobre todo en personas de mayor edad, porque se sienten inseguras, y esto es algo que ocurre normalmente pero, precisamente, este temor se puede superar mediante el diálogo, la reflexión, el entendimiento, y el respeto por el pensamiento y la experiencia de los demás. Hemos sido creados como seres relacionales, además de trascendentes, y esta es nuestra condición natural. Justamente en estas condiciones lo peor que se puede hacer es descalificar directa o indirectamente lo que alguien me dice de buena fe, con sarcasmo o menosprecio, con lo cual ya no puede haber diálogo ni reflexión, sino respuestas irreflexivas ante imágenes que se presentan como resultado de esos temores, la mayor parte de las veces, infundados.

Y este último ha sido el “pensamiento único” que ha dominado en la campaña de ataques de los fujimoristas a despecho de lo que aconseja el cardenal Cipriani. Por esto, cuando el temor al cambio se deriva del miedo a perder privilegios sobre un Estado del cual se denigra, y al que se le niega en la práctica toda participación en función del bien común, y al mismo tiempo sirve para satisfacer apetitos particulares,  impulsa lo peor del ser humano y ese miedo se vuelve pánico, y entonces se nubla la razón: el hombre se vuelve primitivo.

De acuerdo con lo dicho y según la razón #2 de “Por qué no votar por Keiko”, que aparece publicada en FACEBOOK, lo curioso y lo más sorprendente es que siendo la fuente del pánico Humala, se le acusa de tener como asesor a Chávez, y se olvida que los asesores principales de Keiko son su padre Alberto Fujimori desde la DIROES, y Vladimiro Montesinos desde la Base Naval. También se olvida que Keiko bailaba el trencito con el presidente venezolano, que su padre refugió al Chávez golpista en 1992, y que el mismo Vladi se escondió también en Venezuela luego de huir del Perú.

A lo que se puede añadir que, es muy alarmante que ese miedo no se relacione para nada con el hecho que, en la época del General Velazco Alvarado, Montesinos formó parte del grupo de oficiales que consideraron traidor al general Francisco Morales Bermúdez por quebrar el período de 20 años que se habían propuesto gobernar. Y que Fujimori —cuyo ejemplo siguió precisamente Chávez— el jefe del clan familiar que llegó al poder de casualidad y sin saber qué hacer, (lean “Hildebrandt en sus Trece” de esta semana que es muy ilustrativo), con la ayudita de Alan Damián, de Cucharita Díaz su Jefe de Inteligencia, del propio Montesinos “informador” del anterior, y luego asesor del hoy condenado ex presidente, que luego le enseñó qué hacer y cómo perpetuarse 30 años en el poder.

Pero ese temor y primitivismo lo encarnan también quienes lo rodearon, que han vuelto a aparecer en la escena política otra vez de manera impensada, junto con quien lleva el legado de Fujimori -su hija- que no podrá gobernar sin su padre, el verdadero candidato que estaríamos reivindicando si sale elegida. Este hecho es inimaginable en países con sociedades más informadas y educadas en los valores de la democracia y el cristianismo, según puedo decir por mi propia experiencia durante mis estudios de postgrado en Holanda y en Inglaterra, un año en cada país.

Personalmente, y como yo muchos peruanos de buena fe, creo firmemente que no debemos premiar esta carga tan pesada que hasta ahora nos hace pagar el fujimorismo, cuyo líder está preso pero se burla de la justicia como se burló de nosotros durante diez años, que pudieron ser muchos más; y tampoco es posible que Alan Damián, quien salió elegido como el mal menor, luego de evadir la justicia por los cargos que pesan sobre él, reincida en sus actos de prepotencia y abuso del poder y siga jactándose que no podrá salir elegido democráticamente, quien él no quiere que sea elegido y que sigamos diciendo, amén. Esto es sumamente vergonzoso, al menos para mí.

Viernes 4 de junio de 2011