La crisis de las bolsas

Por Raúl Wiener

Bruscamente el eje de la decisión electoral pasó de las unas y el conteo de la ONPE, a la Bolsa de Valores de Lima. Como si ahí se jugara la tercera vuelta, el Perú del día posterior a la inobjetable victoria de Ollanta Humala, resultó bombardeado de noticias alarmistas sobre ventas masivas de acciones, cierre de mercados y bancos que no devolvían la plata. La solución: nombrar un primer ministro y ministro de economía que sean aceptados por los mercados, y ratificar al presidente del BCR. Y todos contentos.

 

Que fácil, ¿no? En el 90, tras el primer triunfo de Fujimori, las calles de los barrios acomodados y medios gritaban golpe de Estado y los mercados en crisis anunciaban mayor crisis. Hasta que el electo capituló, mandó volar a su equipo económico de campaña y nombró a Hurtado Miller con la anuencia de Hernando de Soto, Carlos Boloña y el FMI, para la ejecución del shock. En el 2000, Toledo hizo casi lo mismo y puso al mando de la economía a PPK, con lo que concluyó la transición posfujimorista para todo efecto práctico. Y en el 2006, Alan García se autoimpuso a Carranza, que era el hombre de confianza de la banca local, para decir que no gobernaría con el programa del APRA sino con el de la derecha, y que no le daría espacio al 47% de los derrotados de ese año, que ahora son los vencedores. Entonces, en base a la experiencia, ya que perdió Keiko, lo que hay que pensar es que es lo que hacemos con el comandante.

Pero, vamos, lo que se movió el lunes fue poco más del 1% de la bolsa limeña, en una operación que comienza a primera hora con los grandes mineros vendiendo sus acciones y haciendo caer los precios, hasta empujar a los pequeños accionistas a soltar lo suyo, para que los mismos grandes vendedores de primera hora terminaran comprándoles. Un esquema que no podía ir muy lejos. Pero que era suficiente para que las animosas cifras bursátiles del viernes que se apoyaban en las encuestas que todavía daban a la candidata naranja peleando el primer lugar de los sondeos, se cayeran estrepitosamente forzando el cierre de de las operaciones. Claro los medios keikistas no han explicado nada de lo que realmente pasó, y se han olvidado convenientemente que el  mercado es efectivamente invisible, es decir no está en ninguna parte, y que lo que existe son los mercaderes que son los que arriesgan un poco de dinero, para armar el desorden político y los que al final de la jornada todavía se permiten comprarles a los verdaderos asustados.

Pero, ¿hasta dónde van a poder ir con sus presiones? No muy lejos. En realidad nada lejos, como que al segundo día ya se recuperaron gran parte de las pérdidas y es evidente que nadie va a querer seguir malbaratando sus pequeñas inversiones, para que los sabidos de toda la vida se los coman. Hay como una alegoría en toda esta historia. Igual que en las elecciones, si aguantas a pie firme las embestidas iniciales vas a ver que el lobo es menos fiero de lo que lo pintan. Así fue en las elecciones. Y así debe ser ahora en la etapa de preparación del nuevo gobierno y después cuando haya que enfrentar las inevitables tormentas del proceso del cambio. Y todos sabíamos que esto no iba a ser fácil. Y recién comenzamos.