Sinesio López acerca del fujimorismo...pensando en Ollanta Humala
Por Juan Sheput
Tengo la impresión de que el distinguido intelectual Sinesio López escribe este artículo sobre el fujimorismo y sus características pensando en alguien más actual, el presidente Ollanta Humala, persona que fue alumno del profesor López y hasta hace poco aliado político. ¿Qué me hace pensar así? pues que si usted sustituye fujimorismo por humalismo o Fujimori por Humala en el artículo que va a leer, con algunas muy pocas excepciones, el ensayo no pierde lógica. En todo caso lo invito a leer el siguiente texto del profesor Sinesio López e interprete usted como crea conveniente:
El Fujimorismo en su lugar
Fujimori no es un genio ni un tonto. Tampoco es el gran pacificador y el gran reformador del capitalismo como piensan sus admiradores ni es solo el monstruo asesino y corrupto como piensan sus detractores.
A 20 años del golpe fujimorista es necesario poner las cosas en su lugar. Fujimori ha sido un modesto profesor universitario de matemáticas que tenía grandes ambiciones y muy pocos escrúpulos para entrar al campo pantanoso de la política. Tampoco fue un protagonista de gestas históricas ni un pelele de fuerzas oscuras. Fue un político mediano y mediocre que logró catalizar conflictos socio-políticos, miedos, esperanzas, situaciones, intereses, ambiciones políticas, voracidades económicas, y los expresó en su persona (y en la de su congénere Montesinos) y en las políticas que desplegó. Fue un presidente que gobernó para los ricos con el apoyo de los pobres pues logró ensamblar más o menos bien el neoliberalismo con el neopopulismo.
El fujimorismo ha dejado de ser un referente puramente peruano para tener un alcance relativamente universal. En su momento se llegó a decir que Yeltsin era una especie de Fujimori ruso o que el candidato norteamericano Perot era el Fujimori norteamericano. El mismo calificativo ha sido usado para referirse a otros candidatos o presidentes latinoamericanos que han llegado al gobierno sin contar con un partido que los respalde. El fujimorismo alude, pues, a un fenómeno político que es producto de la crisis de representación (de las diversas clases en el campo de la política) que desguarnece a la sociedad, la desprotege y la pone en disponibilidad política para que cualquier individuo audaz y muchas veces mediocre termine apoderándose de ella.
En este sentido, el fujimorismo no es obra de un hombre o de un genio político sino que es el resultado de una situación. Fujimori no era un político cuajado ni tenía un proyecto de gran aliento histórico sino que era un profesor universitario con ciertas ambiciones políticas y con un proyecto rudimentario de país. Si tuvo éxito, este no se debió a sus cualidades y sus méritos (que eran escasos) sino a las peculiaridades de la situación de crisis y colapso del sistema de partidos. Fujimori no era un hombre orgánico a una clase o una coalición de clases sociales sino el resultado de una situación crítica de la representación política. Todos los partidos habían fracasado en la tarea de acabar con el caos económico (la hiperinflación, la crisis de la deuda, el agotamiento de la sustitución de importaciones como modelo de desarrollo) y de derrotar al terrorismo.
Cada fracaso del gobierno y de sus respectivas oposiciones traía consigo la desautorización y el alejamiento de las clases sociales de sus partidos hasta llegar al rechazo antipartido. Todo ello produjo la ruptura de las lealtades partidarias, la personalización de la política y caudillismo, la fragmentación y la volatilidad electoral y partidaria, la falta de predictibilidad de la política, la preeminencia de los medios y de los poderes fácticos. Asociado al fujimorismo aparece un conjunto de fenómenos políticos que no forman parte sustantiva de él, pero que lo acompañan y lo tiñen: el golpismo, el tipo coaliciones sociales y políticas que lo sostuvieron, la pacificación, la reforma neoliberal, la perpetuación en el poder, la corrupción desbordada e impune, las características del régimen político fujimorista, la antipolítica.
En muchos de ellos, Fujimori no ha sido el héroe ni el villano sino sólo un participante secundario. En el golpe, el protagonismo central reposa en Montesinos y en la cúpula de las FFAA de entonces. En la conformación de las coaliciones él es un protagonista juntamente con los poderes fácticos. Fujimori cogobierna con ellos. La reforma neoliberal extrema fue concebida e impulsada por los organismos financieros internacionales, por los inversionistas extranjeros y por la burguesía local. En la pacificación, además de las FFAA, han jugado un papel central los servicios de inteligencia de la policía y las rondas campesinas. En la corrupción toda la cúpula fue protagonista.
Fujimori está preso, el fujimorismo sobrevive, pero la situación política que le dio origen sigue en pie. La crisis de los partidos y el colapso posterior del sistema de partidos constituyen un semillero de fenómenos como el fujimorismo. Sólo la configuración de un nuevo y vigoroso sistema de partidos puede acabar con él. Sospecho que los ciudadanos y los políticos que quieran superar esa situación van a recibir fuego graneado de los poderes fácticos, especialmente de los medios de derecha. Esa es la verdadera disputa por el poder. Lo otro (el gobierno) viene por añadidura.