Perú. Sinfonía Inconclusa
Por Gustavo Espinoza M. (*)
Finalmente, renunciaron. Estaban, por cierto, en un callejón sin salida. El cúmulo de errores cometidos en su breve periodo de gestión, comprometía incluso la misma credibilidad del gobierno. Y resultaba entonces inevitable que se fueran “a las buenas, o a las malas”; es decir, que dimitieran, o fueran sometidos al humillante procedimiento de la censura parlamentaria como inexorablemente habría de ocurrir. No obstante, mientras permanezca en su cargo el Jefe del Gabinete, Luis Valdés, estaremos ante una suerte de sinfonía inconclusa. Como se recuerda, esa obra magistral de la música clásica fue creada por Schubert en 1822, y llamada así por estar compuesta por dos únicos movimientos, cuando se esperaba un tercero. El tema, entonces, calza.
Los titulares de las carteras del Interior y de Defensa Daniel Lozada y Alberto Otárola, respectivamente, optaron por salir de sus portafolios seguramente después de un acucioso análisis orientado a lo que hoy se ha dado en llamar “el control de daños”. Su dimisión fue el esfuerzo extremo por salvar la cabeza de Valdez, pero éste tampoco podrá eludir su responsabilidad. Al menos, no por mucho tiempo.
En verdad, la crisis del VRAE —desencadenante del colapso— fue artificialmente montada. No tenía el propósito de quebrar al Gabinete, sino más bien descalificar al Presidente de la República mostrándolo como alguien “impreparado”, que “no sabe qué hacer” y que resulta “incapaz” de gobernar. Pero, como ocurre en algunos casos, el tiro les salió al revés Como lo acreditan los recientes sondeos de opinión, la ciudadanía no asoció este fracaso a la imagen del Jefe del Estado sino a la inepcia de una troika ministerial que hoy está llamada a responder por su impericia.
Organizar una “guerrilla comunista” entre los lejanos parajes de la selva y dedicarla a matar a quienes pretendan acercarse a ella; es una vieja estrategia de los servicios secretos de los Estados Unidos. Y ha sido confirmada en otras latitudes del planeta, desde Afganistán hasta el medio oriente, pasando ciertamente por Indochina y hasta la misma Tailandia, desde donde operaron destacamentos que se autodenominaron “seguidores” de Pol Pot y el Khemer Rouge, para atacar a los regímenes progresistas afirmados en esa región.
La autoría, explica varias cosas: la eficacia con la que actúa, lo calificado de su armamento, la falta de respuesta del Estado y el fracaso de todas las acciones programadas para hacerle frente.
Los que combaten hoy tanto en el VRAE como en zonas aledañas, incluyendo la provincia de La Convención, en el Cusco bajo la jefatura de “Gabriel”, de “José” u otro cualquiera, no son campesinos improvisados. Son diestros en el manejo de armas y de situaciones de conflicto. No solamente conocen terreno de selva, sino que han recibido preparación especial, y han sido adiestrados para actuar sin riesgo. Por eso no han sido capturados, derrotados, ni abatidos.
Muy cerca de nosotros, en Colombia. Actúa una verdadera organización guerrillera -las FARC- que tiene casi 50 años dedicados a la lucha. A ella sí le matan efectivos, los capturan, los bombardean o los dispersan cada vez que pueden. En los tres últimos años, han sido victimados, uno a uno, todos los Comandantes más conocidos de la FARC, que han caído con las armas en la mano, o abatidos en sus propios campamentos y de modo sorpresivo; detectados por la alta tecnología que usan los servicios secretos yanquis y sus pares de Colombia. ¿Por qué eso no ocurre aquí? Porque esta supuesta “guerrilla comunista” no es tal. No requiere ser buscada, ni atacada, ni doblegada. Le conviene a la Clase Dominante que éste allí, que opere, y que produzca daños a la población civil y a los uniformados, para “convencer” al país de la existencia de un “inmenso peligro” que amerita medidas excepcionales: declarar Estado de Guerra, bombardear con Napalm el escenario, aniquilar a las poblaciones nativas, y justificar la instalación de “misiones militares” norteamericanas que afinen su puntería contra la Venezuela de Chávez y custodiar los pozos petroleros y los recursos energéticos.
Para que pueda actuarse en esa dirección, dota a esa “guerrilla” de armamento sofisticado. Nadie sabe cómo éste llega a sus manos, pero llega. Y la versión aquella de que dichas armas son “tomadas” del ejército, supondría que este actuó —lo que no es cierto— y que se registraron numerosos combates en los que la institución castrense fue vencida y despojada masivamente de su parque, lo que tampoco ha ocurrido. Lo real es que ahora esos “combatientes” que hacen conferencias de prensa con impunidad garantizada, tienen un poder de fuego que no han alcanzado ni las FARC ni otros movimientos guerrilleros con mucha mayor ejecutoria y antigüedad.
El Estado no responde a la ofensiva de estas fuerzas no porque carezca de posibilidad de acción, ni de experiencia en combate. Eso ocurre porque envía adrede a adolescentes de 18 años que carecen de posibilidades reales. Y los abastece mal, les entrega sólo armamento ligero y les niega instrumentos vitales de comunicación para —por ejemplo— contactarse por radio con sus unidades. Pero, además, porque los planes formalmente trazados, no se cumplen. Y porque los “altos mandos” son inoperativos, por razones que habrá de investigar a conciencia.
Es posible que los ministros hayan reparado en esta realidad, o la hayan detectado. Pero no han tenido el valor de ponerla en evidencia, lo que justifica plenamente su caída. En todo caso, el personal de la tropa y sus familiares han percibido ya un comportamiento irregular de “los jefes” que se han negado a dar órdenes indispensables o simplemente han rehuido sus responsabilidades. Todo eso, ha llevado al clamoroso fracaso de las acciones militares proyectadas para la convulsa zona que hoy desangra a la república.
Curiosamente, en el marco de esta crisis se ha graficado un doble juego de la derecha más reaccionaria. Por un lado, la que podríamos denominar la derecha “extra parlamentaria” ha lamentado la posibilidad de censura a los ministros cesantes pretendiendo frustrar la salida del tercero. Por otro, la “parlamentaria” se ha visto forzada a insistir en el tema como un modo de cumplir lo que podría considerarse una suerte de compromiso público con una ciudadanía indignada. En el primer grupo, gentes como PPK, Rafael Rey, Aldo Mariátegui o Jaime Althaus, optaron por ubicarse en la línea insolentemente trazada por la embajadora de los Estados Unidos que, inmiscuyéndose groseramente en asuntos de política interna aseguró que “no le convenía al Perú” hacer cambio de ministros. En el segundo, desde Kenyi Fujimori hasta Mauricio Mulder, cerraron filas demandando la cabeza de los ministros pero apuntando “más arriba”, a Ollanta Humala. No se quedaron en pequeño, entonces.
El diario “El Comercio”, a grandes titulares, asegura: “Desde el 2009, suman 71 los militares y policías asesinados por Sendero en el VRAE” ¿Cómo sabe que es Sendero el autor de esos crímenes? No lo sabe, pero lo repite machaconamente porque se empeña en mimetizar a Sendero con el crimen, y también con los símbolos de la revolución, la hoz y el martillo, la bandera roja, el nombre del comunismo No es difícil adivinar a dónde apunta.
Con la dimisión de los titulares del Interior y de Defensa, la crisis ha encontrado camino de salida. ¿Será usado por el Presidente Humala? Por lo pronto ya los medios de comunicación —voceros de la Mafia y de la reacción— comenzaron a digitar sus preferencias anunciado los “probables sucesores” de los caídos. Esperan que el Presidente los nombre y, además, ratifique a Valdés, para decir que “todo acabó bien”. Habrán de eludir impúdicamente, sin embargo, los temas de fondo: los sucesos del VRAE, que requieren de una estrategia esencialmente política; la crisis de la minería informal que debe ser regulada y el proyecto Conga en el que debe optarse por los intereses del país, y no por los de la Yanacocha imperial.
Hace 239 años, en 1773, una rebelión campesina encabezada por Emilian Pugachov puso en peligro el dominio de los Zares en Rusia al apoderarse de la ciudad de Kazán. Los gobernantes de la época, la Emperatriz Catalina y su amante, el Mariscal Potemkin, luego de debelar la revuelta -como lo revela Soloveytchik-, extrajeran de ella las conclusiones más sabias. Se convencieron, que lo ocurrido, había puesto en evidencia el estado caótico de la administración local en las provincias, la falta de coordinación entre las autoridades provinciales y el gobierno central, y la ignorancia total que había en la capital de lo que acontecía en distintos lugares del Imperio Cuando en 1775 Pugachov fue ejecutado por sedicioso, no sabía que 95 años más tarde nacería Vladimir Ilich, Lenin; y que 47 años después ocurriría la Revolución de 1917. ¿Tendremos los peruanos que esperar tanto tempo para que cambie nuestra sociedad?
Hoy, los acontecimientos que ocurren en el interior del país —Cajamarca, Madre de Dios, o el VRAE— son portadores de un idéntico mensaje. ¿Podrán los gobernantes de nuestro país extraer las lecciones pertinentes, o seguiremos pacientemente oyendo la Octava Sinfonía —la Inconclusa— que asoma hoy?
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe