Queremos creer
Por Rafael Romero
La actual situación de indefensión generalizada del ciudadano frente a las resoluciones o dictámenes torcidos de las instituciones vinculadas a la Justicia, llámense Poder Judicial, Fiscalía de la Nación o Tribunal Constitucional, debe terminar. Ya no se trata simplemente de una sensación de inseguridad jurídica, sino de una realidad concreta y despreciable. El país jamás avanzará sin el concurso ético de quienes tienen entre sus manos la responsabilidad de velar por el cumplimiento del derecho y la ley.
Asistimos hoy a un enfrentamiento personalista entre magistrados de la Corte Suprema de la República. Por otro lado, en el Tribunal Constitucional se ha perdido el pudor y según los litigantes reina en su interior la cuita venal y el “arreglo” bajo la mesa. Asimismo pocos confían —inclusive las autoridades de los otros poderes del Estado— en los fiscales de Lima o de provincias. Por si fuera poco, en otros ámbitos de la seguridad jurídica, por ejemplo en Registros Públicos, también se enseñorea la desconfianza, pues el que pestañea muere; es decir muere su propiedad, la que resulta en manos de mafiosos expertos.
Pero esta historia de desgobierno moral no acaba aquí. También dentro del Consejo Nacional de la Magistratura, entidad llamada a nombrar a los mejores profesionales como jueces o fiscales del país, chocan los consejeros en medio de peleas por quítame estas pajas. Constato que, en esencia, en todo esto no hay un problema de leyes sino de hombres. Así como el nivel en la política partidaria o gubernamental ha bajado desde mediados de los ochenta hasta la fecha, en caída libre, de la misma forma el nivel ideológico, jurídico y cultural de nuestros magistrados se ha empobrecido, salvo honrosas excepciones.
Todos los ciudadanos, a veces impotentes y solo con derecho al pataleo, simplemente atinamos a llamar la atención sobre esta difícil coyunta que nos ha tocado vivir, o protestamos cual válvula de escape ante la ira contenida a causa de la injusticia que se acrecienta a diario. ¿Qué podemos hacer para que esta realidad cambie? Por el momento, soñar que existen jueces probos, tribunos elevados y dignos, fiscales transparentes y defensores de la verdad. Queremos creer, más que en la norma jurídica, que la tenemos por montones y de sobra, en la persona humana; queremos creer en el hombre y en la mujer que eligieron ser funcionarios públicos de la administración de justicia movidos por su compromiso al servicio de una sociedad, luchando para que esta sea mejor y no un amorfo conglomerado de intereses sin predictibilidad ni concierto. Queremos creer.
» Más Allá de la Noticia, Expreso, 13.05.2012