40 años cerca de los que sufren
Ana Muñoz Álvarez (*)
“No queremos mejorar el mundo. Sólo nos esforzamos por ayudar a las personas que más sufren a través de los cuidados sanitarios y que puedan elegir el mundo que quieran”, explica José Antonio Bastos, presidente de Médicos sin Fronteras (MSF) cuando le preguntan por los fines de la organización. MSF cumple ya 40 años al lado de los que sufren en cualquier parte del mundo.
MSF nace en 1971 en París cuando un grupo de médicos siente la necesidad de contar lo que estaba ocurriendo en la crisis de Biafra (Nigeria), una grave crisis humana que hizo saltar las alarmas de la comunidad internacional. Es considerado el acontecimiento que desencadenó lo que hoy conocemos como ayuda humanitaria. Ese grupo de médicos querían ayudar, y lo hacían a través del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Pero también querían denunciar los hechos que se estaban produciendo. Desde entonces, han pasado ya 40 años y los médicos de MSF han estado presente en guerras, como en la ex Yugoslavia, en Somalia o en Ruanda; en desastres naturales, como el tsunami de Tailandia, el terremoto de Haití o el Huracán Mitch en Centroamérica; dando apoyo a la población en situaciones de hambruna, como en Etiopía o el Cuerno de África; vacunando a la población o luchando contra el cólera, la malaria o el mal de Chagas. Con la llegada del personal sanitario se abre una puerta de esperanza para aquellos que los necesitan en cualquier rincón del planeta.
Médicos Sin Fronteras es más que ayuda médica. Es su trabajo en la sensibilización para que nadie pueda mirar a otro lado porque no lo sabía y también es la denuncia de las injusticias. El presidente de la organización en España habla de la importancia que tiene contar al mundo lo que ellos, los médicos y sanitarios de MSF, ven cada día. El olvido de las crisis, las guerras, las enfermedades… es el olvido de millones de personas que sufren cada día en el mundo, de millones de personas que pasan hambre, que no tienen acceso a la salud.
MSF ha contribuido a que el mundo haya avanzado y, de alguna manera, ha ayudado a mejorar el mundo en el que vivimos. Hoy, tenemos un concepto mucho más amplio de lo que significa el derecho a la salud, se han elaborado protocolos de asistencia para frenar enfermedades olvidadas, conocemos mejor las necesidades de los refugiados o desplazados y tenemos claro que los medicamentos no son un lujo para unos pocos sino que deben llegar a todos los que los necesitan. Uno de los grandes logros de MSF debido a su trabajo de sensibilización, denuncia y presión, ha sido la rebaja en el precio de los antirretrovirales para controlar el VIH en África. En el año 2000, el precio de estos medicamentos ascendía a 10.000 dólares por persona. Hoy, el precio ha disminuido hasta los 100 dólares.
El camino recorrido no ha sido fácil. El personal de Médicos Sin Fronteras ha tenido que salir de países perseguidos, como de Etiopía en 1985. La organización ha perdido compañeros por estar en lugares de conflicto, otros han sido secuestrados, muchos perseguidos y amenazados. “A partir del 11-S el estás conmigo o contra mí se ha convertido en una lucha diaria”, explica Bastos. Pero si algo caracteriza y se siente orgullosa esta organización es por su independencia de partidos políticos, gobiernos, empresas y religiones. Esto les permite ser libres a la hora de dar respuesta a la crisis, por que su objetivo son siempre las personas.
La ayuda humanitaria y las personas que se dedican a ello están en el punto de mira. Las organizaciones humanitarias están siendo, además, siendo objeto de ataques selectivos y siendo objetivos estratégicos.
La solidaridad, el impulso humanitario, surgen de la indignación y la compasión al ver que otros seres humanos sufren. Hoy, MSF es más necesaria que nunca.
(*) Periodista
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Twitter: @CCS_Solidarios y @anaismunoz