Pasión por el autoengaño

por Juan Sheput

Extraño país el nuestro. Tenemos una vieja y ancestral pasión por el autoengaño. Las evidencias no son aceptadas, un mundo ideal se impone siempre a la realidad. Siempre encontramos un pretexto para maquillar el conformismo o simple temor a enfrentar los hechos. Por eso cuando estos llegan y se imponen, nuestra capacidad de reacción está maniatada.   Si un vehículo cae al abismo por ignorar una señal de peligro, la culpa es del aviso y no del conductor. Igual nos conducimos en la vida política. No sólo ignoramos la historia sino, lo que es peor, nos negamos a aprender del error. Por ello repetimos  los pesares. Una y otra vez arrastramos la piedra hasta el borde, la dejamos caer y luego la volvemos a elevar y soltar para seguir el ciclo de manera interminable.

Es indiscutible el paralelo existente entre el gobierno del presidente Humala y el de Alberto Fujimori. Ambos llegaron al poder de manera democrática. Los dos se deshicieron de su entorno más cercano, político y técnico. Ambos apostaron por miembros del círculo familiar para resolver los temas especiales vinculados a las donaciones u otro factor crematístico.  Uno y otro se rodeó de un pequeño comité para elegir colaboradores. Ambos se entregaron de manera entusiasta a un sector del poder económico traicionando sus promesas iniciales.   Fujimori encontró un Congreso con personalidades que tuvo que cerrar. Humala se siente cómodo con un Congreso que se ha anulado solo pues ha decidido no confrontar.  La ausencia de control político permite que el Perú se solace con un crecimiento económico con pies de barro pues no es sostenible en el tiempo ya que la economía sufre de alta vulnerabilidad.   Tanto Humala como Fujimori pueden desplegarse en viajes y tours al extranjero ignorando los serios problemas nacionales. Las reformas quedan de lado cuando el problema es mantener la popularidad. La lucha contra la corrupción es un eslogan pues se tolera su notoria práctica.  La democracia se hace más precaria pues se adapta a los nuevos estilos de sumisión a los poderes fácticos.

Nuestro país tiene serios problemas que son  ocultados bajo cortinas mediáticas del estilo “eso es lo que le gusta la gente”.  La falta de educación y cultura ha igualado a todas las clases sociales en el conformismo. Pretendemos ser desarrollados y nos comportamos como ilustres ciudadanos del tercer mundo: cortoplacistas, gastadores y con clara devoción por una cultura del espectáculo y escándalo.La economía no lo es todo. Y si no lo cree pues mire qué tipo de ciudadanos está construyendo nuestro crecimiento económico. La involución social es evidente  por no decir que padecemos  una sociedad decadente.   Tenemos a dos ministros que mienten, un premier que apuesta por enfrentar a masas contra masas y un presidente que puede cambiar de opinión a cada momento pues eso en el Perú no se llama desgobierno sino pragmatismo.   Si alguien cree que así seremos en el 2021 un país desarrollado no tenga la menor duda que será aplaudido  pues está ejerciendo la peruanísima costumbre del autoengaño.