César Lévano; Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Si alguien presencia un crimen y luego protesta contra éste, queda automáticamente descalificado; por falta de objetividad. Ese es el criterio del ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal.
Parece cuento, pero así es. En efecto, en la entrevista que el domingo publicó La República, la entrevistadora Rosa María Palacios escuchó sin chistar que el ministro recusaba con ese método el estudio de una científica alemana sobre contaminación en la mina Xstrata de Espinar. Ese monitoreo, encargado por la Vicaría de la Solidaridad de Sicuani, sí encontró daño ambiental en la zona de operaciones.
Pulgar Vidal condena que la científica, después de elaborar su informe, haya aparecido a las puertas de la empresa en Suiza, manifestándose contra ésta.
“Entonces”, dice el ministro, “su propia actitud descalifica su objetividad. Si ella pensó que el estudio que estaba haciendo era un estudio objetivo y científico, lo descalifica al ir a manifestarse, porque ese hecho implica ya un juicio de valor adelantado”. En todo caso, Pulgar no niega la validez del estudio. El suyo es un argumento ad hóminem: rechaza a la persona, no el contenido.
Según Pulgar, si yo presencio un asesinato y lo denuncio y protesto, eso no tiene peso…porque he adelantado un juicio de valor. En este supuesto, está de por medio una vida. En el problema de Xstrata están en juego muchas vidas. En ambos casos callar significa complicidad.
La objetividad que el funcionario reclama se justifica a la luz de sus mentiras y de su defensa ciega de la empresa. Su idea forma parte de la inmensa cortina de humo que el régimen ha tendido sobre este caso.
La objetividad en el periodismo es un principio puesto en duda desde los años de la gran crisis que estalló en 1929. Un analista recordó que en ese momento a la gente no le interesaba ya lo que ocurría en la Bolsa de Nueva York, puesto que lo padecía directamente. Quería saber las causas y las perspectivas.
En los grandes desafíos del periodismo, libro editado en 2010 por la Corporación Andina de Fomento, leemos: “la objetividad, que debió ser un imperativo de exactitud y honestidad, ha llegado a ser excusa para no tomar parte en la historia y los riesgos de todos. Es una forma de ausentismo y de abdicación (…) el equivalente del ciudadano que contempla impasible un atraco”.
Richard Kapuscinski, premio Príncipe Asturias de 2003, declaró en Buenos Aires: “Creo que hay una falsa interpretación de la tradición anglosajona de objetividad. Esta noción fue creada de otra raíz, que decía que el llamado cuarto poder tenía que ser objetivo frente a actividades de otros poderes judiciales y ejecutivos, pero nunca, nunca, se pensó en la objetividad frente a la injusticia”.