Por: Wilfredo Pérez Ruiz (*)
El 1 de abril se cumplieron 100 años del nacimiento del renombrado escritor, pintor, acuarelista, caricaturista y muralista arequipeño Teodoro Núñez Ureta (1912 – 1988), reconocido como uno de los mejores exponentes del arte en el Perú del siglo XX. Un hombre sencillo, múltiple y de espíritu revolucionario.
Núñez Ureta, durante una entrevista con la prensa, se definió así: “…En verdad, soy un pintor peruano de lo peruano, buscando lo universal y permanente a través de lo característico y lo perecedero. Y lleno de amor, de violencia, de indignación y de esperanza por el país en el que vivo”. La inagotable sensibilidad y disconformidad que lo caracterizó está plasmada en su amplia producción artística y literaria.
Su formación pictórica fue autodidacta. Salía al campo a pintar solo o acompañado de su familia y del maestro Enrique Masías Portugal –conocido como “el padre de la pintura puneña”- quien alentó su dedicación por las artes plásticas al advertir su habilidad sobresaliente para el retrato y el paisaje. En su adolescencia practicaba la acuarela con su hermano, el artista arequipeño Alejandro Núñez Ureta.
Sus estudios los desarrolló gracias a que su padre, Pedro Núñez Ponce, trabajó en la antigua librería Emmel (Arequipa). Así accedió a libros sobre arte europeo. Hizo dibujos acerca de Francisco de Goya, Rembrandt Van Rijn y Diego Velázquez que, actualmente, están conservados por la Asociación Cultural Perú Arte Valor.
Con el artículo costumbrista "La abuela" obtuvo el Premio Nacional de Periodismo (1943). Ese mismo año, gracias al auspicio de la Fundación Guggenheim, viajó a Estados Unidos. Se estableció en Lima desde 1950 y ganó el Premio Nacional de Cultura “Ignacio Merino” (1959) por el mural labrado en el Ministerio de Economía (1954) denominado "Construyendo el Perú" -en la técnica de pintura al fresco- considerada por los especialistas como una de sus obras cumbres.
En nuestra metrópoli sus murales se lucen en el edificio del Ministerio Público (ex Ministerio de Educación). Se trata de un extenso fresco titulado “Historia de la educación” (trabajado a mediados de 1950) que incluye la presencia del literato indigenista José María Arguedas. De igual forma, en el Panteón de los Próceres se aprecia un maravilloso mural que muestra un grupo de combatientes enarbolando la bandera nacional. En la sede del Banco Continental en San Isidro podemos ver los murales “Mesa callejera” y “Mercado popular”. Por último, el Palacio Municipal de Miraflores exhibe dos murales recreativos de los distintos escenarios de esa comuna elaborados en 1960. En 1993, todos sus murales fueron declarados Patrimonio Cultural de la Nación por el Instituto Nacional de Cultura (INC).
Antonio Muñoz Monge, en su artículo “El Perú como mural”, precisa: “…Abordó con igual sensibilidad, lucidez e inteligencia, la pintura, la creación literaria, el periodismo, el ensayo. Fue doctor en letras y filosofía. A través del arte, Teodoro Núñez Ureta ha expresado su realidad, su rica personalidad, su humanismo, su vida intensa, generosa y creativa”.
Se desempeñó con brillo en importantes cargos públicos y privados. Fue director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima (1973–1976) y presidente de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (1978-1980). Su producción estética se ha presentado en Chile, Venezuela, Panamá, México, Canadá, Estados Unidos, Rusia, Suecia y Bulgaria.
Autor de los libros "Academismo y arte moderno" (1945); "David Alfaro Siqueiros" (1976); "Pintura contemporánea peruana", dos volúmenes, (1975–1976); "La vida de la gente" (1982), en donde reproduce 68 acuarelas y 35 dibujos, encaminados a narrar tipos sociales y tradiciones. Su cuento "La waytacha" (1980), que él me obsequió, ésta traducido al ruso, inglés y búlgaro. Allí presenta –a través de un poético simbolismo- las frustraciones del campesino de la urbe e induce al amor por la tierra.
No fueron ajenos los merecidos reconocimientos oficiales del estado peruano. Durante el segundo gobierno del presidente Fernando Belaúnde Terry (1980 – 1985) es condecorado con la Orden "El Sol del Perú" en el grado de Gran Cruz y con la Medalla del Congreso de la República en el grado de Comendador. En el atardecer de su existencia recibió las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta (1988).
Un artista rebelde, contestatario e iconoclasta. Omar Zevallos Velarde, refiere en su nota “La poderosa caricatura de Teodoro” un episodio expresivo de su actitud contestaría: “…Allí está esa notable caricatura que hizo en 1981, sobre la invasión inglesa a las Islas Malvinas publicada en el diario ‘El Observador’, en la que se ve a Margareth Thatcher como un jinete del apocalipsis. Esa fue la última caricatura que publicó”.
Fue inolvidable mi encuentro en su acogedora casa de Miraflores una tarde de verano de 1984. En amena conversación traté a este creador multifacético de personalidad cálida, modesta y hablar sereno. Siempre advirtió una visible sensibilidad y emoción social con el acontecer del país. Conoció de cerca la pobreza, la arbitrariedad y la postergación de las comunidades alejadas de la capital.
Tuvo la gentileza de regalarme un boceto a carboncillo que me llevaría –muchos años más tarde y con ocasión de escribir estas líneas- a tratar a su protagonista, el pintor de estilo realista Bruno Portuguez Nolasco (Chorrillos, 1956), quien forjó cercana vinculación con Francisco (Pancho) Izquierdo López. Teodoro sacó un dibujo, colocó la fecha y firmó, así llegó a mis manos un esbozo -hecho en 1960- de un chico de nombre Bruno. Me detalló de su hábito de hacer pasar a su taller, para hacerlos posar, a los niños que tocaban su puerta y luego les daba una propina o compraba sus productos.
Dicho dibujo tiene una historia singular y, probablemente, única en la relación entre dos artistas. Portuguez comenta: “Yo estaba en una guardería para niños hijos de pescadores. La directora era una sueca, no recuerdo su nombre, que invitó al gran pintor Teodoro Núñez Ureta a que fuera a la guardería a dibujar niños porque a éste le gustaba. Y cuando yo tenía cuatro años me dibujó”.
En reciente visita a la casa de Bruno me contó que una amiga, al acudir a su taller, aseguró que el pequeño retratado era él. Así surge su interés por conocer a Teodoro, quien le obsequió uno de los originales con esta dedicatoria: “Este es un reencuentro emocionante. Este niño es ahora un pintor de verdad. Y estoy seguro de su camino ascendente y de su triunfo artístico. Pero hay que mantener en el alma el niño que fuiste” (abril, 1987).
Era un momento conmovedor y ambos artistas se abrazaron. Antes de concluir la cita, Portuguez le pidió un favor: “Esos treinta minutos que le di hace 26 años, quisiera que me los devuelva”. Núñez aceptó y el joven Bruno hizo el último retrato en vida del maestro que le entregó con esta anotación: “A don Teodoro Núñez Ureta por su vida y obra con cariño” (12 de noviembre de 1987).
Este afable y original pintor chorrillano tiene gratificantes recuerdos de Teodoro: “Sabía ser alegre, pero era la ternura lo que primaba en él; se sentía cuando conversaba, cuando miraba, en sus cuadros, en la luz de su gran taller. También había dado testimonio de su ira, de su rebeldía ante la injusticia contra los débiles, contra la explotación del hombre, de su pueblo. Todo eso lo plasmó sabiamente en sus dibujos, en sus pinturas y en sus murales”.
La obra de Teodoro Núñez Ureta amerita entenderse y valorarse, entre otras consideraciones, por la dimensión de su rebeldía. Su legado -sublevante y crítico- presenta una mirada singular, aguda y sátira de la diversidad cultural del Perú y, además, contribuye a forjar ese sentimiento de identidad necesario para lograr nuestro acercamiento, aceptación e integración colectiva. Mi homenaje a tan insuperable peruano.
(*) Docente, conservacionista, consultor en temas ambientales, miembro del Instituto Vida y ex presidente del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda. http://wperezruiz.blogspot.com/