por Herbert Mujica Rojas

El viernes 8 el diario Expreso, en nota sobre declaraciones del presidente de Chile, Sebastián Piñera, aludió al “Tratado de Ancón de 1929”. Y lo hizo en varias oportunidades en la crónica que citaba, entre otras, opiniones del ex canciller Javier Arias Stella. No fue un error, fue ¡crasa y simple ignorancia! En plena guerra jurídica con los del sur en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por el contencioso marítimo de límites, en la imperiosa actitud de respeto con nuestra propia historia, una publicación se da el lujo no sólo de ser sino parecer ignorante.

El Tratado de Ancón, al amparo de bayonetas invasoras y con un “presidente” títere, Miguel Iglesias, fue firmado el 20 de octubre de 1883, consagrábase de ese modo la pérdida definitiva de Tarapacá, y la supuestamente temporal de Arica y Tacna.

El Tratado y su inseparable Protocolo Complementario de Lima, fue firmado entre Perú y Chile el 3 de junio de 1929 y la enajenación de Arica quedó consumada para los del sur y Tacna volvió al regazo patrio luego de casi cinco decenios.

Entre un tratado y el otro, el de 1883 y 1929 median ¡46 años! La cronología no es desdeñable nunca y ¡menos! cuando se da cuenta de hechos históricos. Eso debieran aprenderlo los de Expreso.

La cansina demostración de raquitismo informativo no sólo averguenza, configura lo que a todas luces es una palmaria y dramática realidad: ¡la indefensión intelectual y  periodística de los medios masivos! Quien desee creer que en los tiempos modernos sólo las armas de fuego deciden batallas, se equivoca en grado sumo. El periodismo, al lado de la diplomacia y de las fuerzas armadas, los gobiernos regionales, ediles y la sociedad civil tienen –en zafarrancho de combate- que asumir la defensa de la Patria. El Estado Resistente* no es una quimera, como algunos tienen tendencia frívola de exclamar, es una necesidad imperiosa cuanto que urgente.

Por desgracia, no es un caso singular. No pocas veces, en años recientes, hemos debido comentar y denunciar yerros y confusiones, por citar un ejemplo, de la agencia oficial de noticias del Estado, Andina. (Andina promueve desinformación sobre límites

http://www.voltairenet.org/article168189.html)

Como los peruanos leen poco y se especializan en la repetición de titulares oídos en la televisión y radio o leídos en portadas de diarios, la “interpretación” dista mucho de la realidad. En cambio, nos acerca a la rupestre estupidez de hablar de lo que no sabemos ¡y encima reiterar monsergas!

¿Qué hace la Cancillería? Que se sepa poco o nada. Atávicamente creen sus funcionarios que tienen un talento especial para ser ellos los exclusivos portavoces de la política internacional del país pero mientras tanto emplean su tiempo en gajes del oficio.

¿Qué hace el gobierno, aparte de fletar expediciones turísticas a granel para que algunos robustezcan sus nutridas colecciones de vestidos, joyas y sellos de tránsito en los pasaportes? Tampoco gran cosa, por lo menos en cuanto a la  preparación de la defensa nacional frente a un suceso que escala con rapidez y cuyas sesiones orales se verificarán en La Haya a fines de este año.

Indignado el viernes por lo que consideré un insolente ultraje contra Clío, llamé a la dirección de Expreso, la diligente secretaria comprendió mi iracunda expresión de querer hablar con el director y me pasó con el jefe de Mesa. O no me entendió gran cosa o no supe explicarme, lo cierto es que el sábado una nota mísera, deleznable, casi desapercibida tildó de error a lo aparecido el viernes y que era una genuina burrada de ignorantes. El resto de medios no se dio por enterado.

Si el periodismo no es exigente con sus portavoces y les conmina a veracidad, conocimiento, destreza en el manejo de fuentes y exactitud en la exposición, entonces ¿quién va a explicar cuanto ocurra o a posteriori por qué sucedieron los hechos y sus consecuencias?, ¿los peluqueros que hacen de animadores en la televisión, los turroneros que fungen de internacionalistas o analistas debajo de cada piedra u ONG que tienen su propia y caprichosa interpretación sobre la fragorosa realidad peruana?

Nuestros políticos, historiadores y periodistas están demasiado ocupados en comentar los intríngulis de inacabables fracasos que padece la selección de fútbol. ¡Como si en ello nos fuera la vida o la decisión de reconstruir al Perú! La estupidez no se estudia, es congénita.

Pocas veces un país entero, con 30 millones de habitantes, riquezas infinitas, biodiversidad generosa, gas y agua en abundancia como herramientas de construcción y defensa, ha debido pasar por el ridículo estentóreo y aberrante de discutir si es la hoja de ruta o la gran transformación la que preside el largo rosario de claudicaciones en que en menos de un año ha incurrido el gobierno del presidente Humala. Bien admonizaba don Manuel González Prada: ¡Esto no es república sino mojiganga!

 

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