por Pedro González Munné

Quienes viven de cara a Madrid y no toleran la vida en Hialeah, se pasan por alto el conflicto esencial entre ética y supervivencia, motivo de la locura de tantos artistas y de estampidas descomunales como los exilios que cohabitamos.

 

Desde el punto de vista moral no es justo archivar los principios por un papel acuñado para hacer su trabajo, aunque la realidad te inspire a abrirte de piernas por la exclusiva, la mágica oportunidad de conservar tu trabajo.

Decía un grande de la política algo así como: “Cada cual responde a quien le paga” y Miami es fecundo en esta filosofía tal vez no de los más fuertes pero sí de los bien pagados.

En una reciente entrevista donde se destacaba la corta trayectoria profesional de un colega decía algo así como: “No me gustan los temas polémicos”. Perspicaz el muchacho pues en aguas profundas el tiburón te puede rascar la entrepierna.

Mentalidades como ésta tienen el paracaídas de oro para emigrar de una emisora a otra, o a un periódico a otro, o a una estación de televisión, o simplemente en relaciones públicas. En definitiva, o “el muchacho no es conflictivo”, o “la muchachita es hija, o mujer de…”

Con decenas de pequeños periódicos, estaciones de radio y las dos cadenas de televisión hispanas, Miami debería ser la Meca de los profesionales talentosos del continente, pero tras su fachada de lentejuelas en cartón piedra yace una patética muestra de periodismo viciado y cobarde.

No hablo de las estaciones de radio. Tal vez no comparta las ideas de algunos en la barricada, pero respeto la valentía y el furor con que defienden la vianda del pabellón.

A quien esto escribe tampoco le dieron la visa para la visita del Santo Padre a Cuba y hace unas semanas fue expulsado sin contemplaciones de un salón donde Fidel Castro se codeaba con simpatizantes venezolanos en la cumbre presidencial de Margarita.

Pero tampoco he tenido la oportunidad de ser bien recibido en las páginas de los periódicos locales, o de obtener un trabajo honesto en tantas estaciones de radio, televisión, o este mismo periódico, tal vez por no saber enfundar los principios a tiempo, o no tener el apellido correcto.

Estoy de acuerdo conque para ver miserias humanas no hay que ir al Malecón de La Habana, donde mis hermanas se venden por un bocado de esperanza: simplemente hay que caminar las redacciones de Miami, donde lo hacen por abalorios de fama y fortuna.

Ese es mi estigma y mi cruz, he ahí nuestro reflejo en la sombra, desvelado por ese polaco invencible en la fe: seamos libres, pero de conciencia, ésa es la única verdad.

Publicado en El Nuevo Herald en Febrero 1998. También en el libro: "Al sonido de mi mismo", Editorial Letra Viva, Octubre 2005.

http://kaosenlared.net/component/k2/item/22976-la-viga-en-el-ojo-ajeno.html