Alfredo Palacios Dongo

Hoy, 28 de julio, conmemoramos el 191° aniversario de la declaratoria, en 1821, de nuestra independencia nacional, o más bien, del final del gobierno colonial e inicio de la Nación peruana, fecha que nos obliga a reflexionar sobre las herencias del pasado y opciones para el futuro.

Nuestra independencia nació en época del liberalismo, en un esquema de derechos y libertades ciudadanos y un afán de autonomía individual frente a la autoridad política, sin embargo, en nuestro país fue muy pesada la herencia colonial de concentración de poder y autoritarismo, esclavitud y servidumbre indígena, que nos tomó más de un siglo revertirla, y a pesar de haber superado en el período republicano muchas dificultades como anarquía y guerras internas, aún persisten problemas de transmisión generacional como pobreza, desigualdad, inequidad y mala distribución de riqueza.

El Perú actual presenta una economía con 3 años consecutivos de crecimiento y acumulación de reservas internacionales netas de US$ 57,722 millones –las  mayores en la región–, sin embargo, la frágil institucionalidad y la falta de presencia del Estado continúan generando graves problemas que debemos enfrentar, como narcotráfico, terrorismo, corrupción, informalidad, contrabando, crimen organizado, entre otros, que nos desvían del camino al desarrollo.

Pero lo que realmente es fundamental para el futuro del país, es el cambio de nuestra estructura exportadora, del modelo primario exportador de materias primas, básicamente minerales –70% de nuestras exportaciones y 15% del PBI–, al desarrollo industrial que produzca recursos con valor agregado.

El Perú se encuentra catalogado entre los 50 países más ricos del mundo en recursos naturales, pero no nos representa ninguna ventaja competitiva, mientras no mejoremos los niveles educativos y no invirtamos en capital humano y en ciencia y tecnología, acciones indispensables para formar fuerzas de trabajo y profesionales capaces de impulsar etapas del desarrollo industrial que generen mayor capacidad de producción de recursos transformados.

Caso contrario, corremos el riesgo de permanecer como país dependiente de la exportación primaria, donde la riqueza transitoria así generada, no nos permitirá  lograr un crecimiento y desarrollo sostenible, ni progreso y bienestar social.

Para cambiar esta histórica situación se requiere de un proyecto nacional permanente de eficiencia y productividad con contenido tecnológico que no se interrumpa ni cambie en cada gobierno de turno, sino que, como política de Estado, trascienda en el tiempo con objetivos claros y en procura de fortalecer el emprendimiento, la innovación y competitividad en nuestro país.

Expreso, Lima 28-07-2012

 

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