Carlos Miguélez Monroy (*)

En verano, a más rebajas, menos calor. “Rebaja la temperatura en el centro lúdico comercial más grande de la ciudad de Madrid con más de 160 locales, ocio, moda, cines, restaurantes, zona Wifi”. Durante el verano, parece que no hay otra cosa que hacer en Madrid que blindarse del calor con el aire acondicionado de tiendas, cines, restaurantes de comida rápida y de otros tipos.

 

A diferencia del autobombo del Metro de Madrid, no hay campañas de publicidad de piscinas municipales públicas y de centros deportivos. Fuera de las horas de más calor, mucha gente “aburrida” podría hacer actividad física, pasear, visitar parques y centros de interés cultural, muchos de ellos gratuitos. Limitarían los kilos que suelen llegar con el verano, muchas veces para quedarse. Provocado por la falta de actividad física y por dietas hipercalóricas, este aumento ya no se limita a los universitarios de Estados Unidos, que vuelven de sus pueblos hasta con 15 o 20 kilos de más.

El uso de grandes superficies como punto de encuentro para gente que no tiene “nada que hacer” se ha extendido a otros países y culturas. Ese mundo de “ocio” no tiene sentido sin el consumo de refrescos, hot dogs y las palomitas del cine, el helado entre tienda y tienda, la hamburguesa y la pizza. Estas comidas superan el valor energético que necesita en un día un cuerpo que sólo se arrastra por las tiendas o se sienta frente a la televisión mientras transforma en grasa la energía que no quema.

El sedentarismo afecta tanto a los países europeos, incluidos los de dieta “Mediterránea”, como a los emergentes y empobrecidos, donde mucha gente con pocos ingresos puede comprar más litros de Coca Cola que de bebidas naturales, además de patatas fritas, dulces y bollería industrial. Cada vez menos gente tiene  acceso a clubes deportivos y actividades que cuestan dinero, en entornos urbanos que se comen los espacios verdes cada día. Las calles se vacían de niños refugiados en sus casas ante la creciente percepción de inseguridad en muchas ciudades. Algunos padres han descubierto en los videojuegos y el sedentarismo eficaces herramientas de control.

El sedentarismo en sí no provoca la muerte, pero sí se relaciona con el aumento de diabetes. El sistema de pronto deja de resistir semejante bombardeo de azúcares. También está relacionado con el colesterol y la hipertensión, que aceleran la llegada de enfermedades cardíacas. Éstas se encuentran entre las principales causas de muerte en el mundo. Por estas consecuencias en la salud y muchas otras en el sistema óseo, el muscular y el linfático, la OMS ha elevado el sedentarismo a nivel de “epidemia mundial”. La revista médica The Lancet la ha equiparado al tabaco por la muerte de más de 5 millones de personas con las que está relacionado.

La falta de actividad que afecta a personas con nombres y apellidos obedece a hábitos adoptados como parte de la “modernidad”. Entre ellos destacan el uso del coche para recorridos de diez minutos a pie, utilizar el ascensor para subir una planta, utilizar siempre las escaleras mecánicas, pedir siempre comida a domicilio. Como si hubiera cierta elegancia en no moverse, no sudar, no esforzarse.

A estos hábitos se suma la creciente claudicación a hacer vida afuera. La proliferación de gimnasios cerrados, de centros de ocio en grandes superficies y de modelos de entretenimiento que dependen del consumo coinciden con el cerco urbano a las zonas verdes y a los espacios públicos donde la gente convive y se mantiene activa.

Como en otros ámbitos relacionados con la búsqueda de la felicidad, la educación juega un papel fundamental en el estado general de bienestar que la OMS entiende por salud. Los niños se dejan manipular más por la publicidad agresiva de la comida basura cuando no tienen en su casa el ejemplo de unos padres que le dan importancia a compartir en familia una dieta equilibrada. Además, los hábitos de comida de los hijos pueden encerrar sentimientos de culpa, incapacidad para poner límites o una abdicación de los padres en su responsabilidad de educar para la libertad. Además de por el gasto sanitario, el sedentarismo preocupa porque le resta vida a los años, además de años a la vida.

(*) Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)

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