Rafael Romero
Aveces los periodistas tenemos el privilegio inmerecido de contar con libros antes de que estos ingresen a los estantes de las librerías. Este es el caso del ensayo escrito por el cardenal Juan Luis Cipriani, titulado “Doy fe. Un testimonio sobre la crisis de los rehenes en la residencia del embajador de Japón”, de XI capítulos y VI anexos repartidos en 335 páginas, bajo el sello editorial Planeta.
Debo agradecer a “Equo” el contar con un anticipado ejemplar y haberlo leído esta semana de un tirón, rememorando en el ínterin lo que vivió el país en 126 días frente al sufrimiento de los rehenes, cuya vida pendía de un hilo que en cualquier momento podía romperse por el arrebato de alguno de los 14 dementes y desalmados terroristas que decidieron convertirlos en sus prisioneros. Es en este contexto donde el libro “Doy fe” describe, entre otros hechos, cómo el autor pudo convencer al jefe emerretista Néstor Cerpa Cartolini con el objetivo de que aceptara la liberación de los secuestrados hasta llegar al número de 72.
De otro lado, en las incontables vetas que contiene el libro de marras resulta interesante saber, por ejemplo, la relación que el cardenal Cipriani estableció con la familia de Cerpa Cartolini; o conocer detalles de la naturaleza pastoral del encargo que él recibió directamente del Nuncio Apostólico de Lima, y en representación oficial de la Santa Sede, para hacer lo posible en las negociaciones encaminadas a la liberación de los rehenes, así como recordar que la Iglesia Católica era parte integrante de una Comisión de Garantes de la cual el cardenal Cipriani fue su titular.
En medio de esas tareas de acercamiento entre las posiciones del Gobierno peruano y los subversivos, el libro también rememora pasajes de una historia donde había otros protagonistas como el embajador Anthony Vincent, representante del gobierno de Canadá, y de Terusuke Terada, observador de Japón, todos en la búsqueda de una solución dialogada, la misma que se entrampó por el sectarismo de los emerretistas. Igualmente es importante conocer la reflexión profunda del autor que surge específicamente de compartir la experiencia dolorosa de cada uno de los 72 rehenes, quienes veían que todo podía terminar en un desenlace fatal y sin haber visto a sus familiares por más de cuatro meses de encierro, razón por la cual Cipriani desempeñaría un papel de multifacético intermediario y confesor entre los prisioneros y los que sufrían dentro de los hogares que los extrañaban. Sin duda, “Doy fe” hará crecer a todos los que lo lean.