nicolas lynch 2

Por Rocío Ferrel

Tras el escándalo que terminó en su renuncia, por haber recibido a militantes prosenderistas del Movadef en la embajada peruana en Buenos Aires, Nicolás Lynch ahora sale a victimizarse en lugar de reconocer su torpeza y fracaso.

 

Situaciones como esta muestran la clase de sujetos que por argollas ocupan cargos públicos. En el caso de Lynch, incluso llegó a ser ministro.

Pese a que se vio claramente su cordial acogida al Movadef, dijo que  todo es  una “patraña mediática” que busca  “dañar cualquier posición de izquierda en la escena política peruana, y el pretexto es Movadef”.

Señaló  que rechazó dialogar con los integrantes de esta organización prosenderista, y que solo recibió su carta el 17 de enero del 2012. Pero el vídeo lo muestra dando una gentil bienvenida a los prosenderistas.

Su falta de preparación para el cargo se evidencia cuando dice que “si tramitó la misiva fue porque nunca hubo instrucciones del gobierno peruano de no recibir a personas o material de este grupo”. Cuando incluso no hace falta tener preparación diplomática, sino un poco de sentido común para saber a quiénes se puede o no recibir en persona  o qué documentos son o no admisibles.

Habla también de “error de juicio” por recibirlos, “es algo menor que han usado para desatar este escándalo”, dijo. No fue un error de “jucio”. Todos podemos en algún momento tener error de juicio, pero tenemos que ser cuidadosos al momento de pasar a la obra, y el error de Lynch no fue sólo de juicio, sino de su obrar, de su conducta, del ejercicio de las funciones que se la ha confiado.

Lynch “salvador” de las relaciones peruano-argentinas

Resulta cómico que Lynch se crea el “salvador” de las relaciones peruano-argentinas, y en su delirio de grandeza dijo: “Esta campaña mediática tiene como objetivo liquidarme como presencia izquierdista en el gobierno de Ollanta Humala y a través de ella perjudicar la relación con Argentina y la presencia de Perú en Unasur y eso es grave, podría ser suicida para la política exterior”.

Lynch parece desconocer que hay buena cantidad de diplomáticos de carrera que pueden hacer un trabajo de embajador en Argentina mucho mejor de lo que él hizo. En diplomacia Lynch es improvisado porque fue nombrado en el cargo en pago a su respaldo a la candidatura del ahora presidente Ollanta Humala.  De allí que crea que por su salida peligran las relaciones entre ambos países es una afirmación demencial.

No sólo eso, ser embajador en Argentina es de lo más fácil, comparando con otras embajadas: por el idioma, por la historia común y por las buenas relaciones existentes. Para embajador en ese país no se necesitan “salvadores”.

Y si tener presencia en Unasur es política de Estado, para un canciller es muy sencillo dirigir lo que tienen que hacer sus embajadores, no se necesita de personajes que creen ser indispensables, como Lynch.

Podríamos decir que Lynch debería ir al psiquiatra para tratar su megalomanía, pero eso es un mal que afecta a todos los “rábanos caviares”, tanto promueven sus figuras en los medios que de verdad llegan a creer que son importantes, grandiosos, indispensables, talentosos, salvadores, geniales, versados, pero son sólo como mariposas, basta tocarlos y se despintan sus llamativos colores. Así tenemos por ejemplo a Susana Villarán, que cuando se habla de su incapacidad y el clamoroso rechazo de los limeños a su gestión culpa a sus enemigos, en lugar de admitir su mediocridad, lo cual también evidencia su gran soberbia.

Artículos relacionados

Defensa de Diego García Sayán a Lynch, de antología

Rabanería caviar apátrida