Por Guillermo Olivera Díaz
Vía La Primera, de hoy, 8-11-2012, hemos asistido impávidos a la escuela-taller-hogar, de insultante talante, donde reside el favorecido reo Alberto Fujimori.
Tales facilidades, insolentes como ninguna por cierto, no son sino el infeliz resultado de oprobiosas componendas de la antipolítica que Alan García comenzó e inauguró con el fujimorismo el 2007 y Ollanta Humala prosigue, mantiene y hasta mejora a partir del 2011, en extraño privilegio de alguien como Fujimori condenado por repudiables crímenes de lesa humanidad, secuestro agravado y gravísima corrupción en agravio del pueblo peruano.
Si ellas fueran constitutivas del horrendo y desvencijado sistema penitenciario nacional, aunque sistema es mucho decir, en favor de los 56,000 reclusos que alberga, serían bienvenidas. Pero no lo son, ni por asomo.
La política penitenciaria de cualquier país depende del presidente de turno, de su ministro de justicia y de quien jefatura el Instituto Nacional Penitenciario; ergo, la que debió ser de "inclusión social", es decir, de mejoras para toda la población penitenciaria (incluirlos en beneficios a los siempre excluidos) ha resultado ser inconstitucional, ilegal e inmoral, de "exclusión de uno", de apellido Fujimori", del resto de internos, todos condenados o procesados como él.
Por esta vil exclusión se saca a Fujimori del montón y se le construye una cárcel disimulada (obra de Alan García), que hoy sabemos por las fotografías a colores que se trata de una "escuela-taller-hogar”, hasta con arquitectura penitenciaria con disimulo. Por ende, los culpables de la actual ignominia seudo penitenciaria tiene gente conocida: Humala, Jiménez Mayor, Rivas Franchini y Pérez Guadalupe.
Debo confesar que jamás a ninguno de los nombrados le escuché reprobar, u ocuparse siquiera, de estas condiciones que privilegian a Fujimori. La propia Comisión de Gracias Presidenciales, que está facultada para verificar las "condiciones carcelarias" de los condenados en trámite de indulto, yendo al lugar mismo donde se cumplen las penas, no ha ido aún ni ha dicho esta boca es mía. Sobre esta indignante realidad que privilegia a Fujimori existe un silencio sepulcral.
Si no es por las fotos que ahora publica La Primera y dos diarios más, los tres el mismo día, estábamos ignorantes de este miasma penitenciario.
¿Quiénes gestionan esta realidad maloliente?: los fujimoristas; ¿quiénes la otorgaron y mantienen?: Alan García, sus entonces ministros de justicia y Ollanta Humala con otros subalternos. Al diantre todos ellos, por la escarapelante exudación de corrupción que su conducta funcional implica.
Lima, 8 de noviembre del 2012
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