San Borja, 13 de diciembre del 2012
Señor Alberto Kenya Fujimori:
Cuando uno es condenado a 25 años de pena, como usted, por severos crímenes, de varios de los cuales se acogió a la oportunista "confesión sincera", no sufre "encierro", como soberbia, ladina e impropiamente cree.
Purga condena, o cumple una merecida pena, en un lugar que se llama cárcel, prisión o penal, aunque fuere una cárcel dorada como la suya, con electrodomésticos, laptop, celular, internet y wáter con bidet de uso femenino y hasta encumbrada visitadora de día y noche, pagada por el Estado y con un jugoso sueldo completo de gratificación por navidad: MARÍA CORDERO JON TAY, de prosapia china que se entiende bien con un japonés, a quien usted mismo la puso a presidir la lista congresal por Tumbes sin ninguna suerte de elecciones internas, sino a dedo, la que hoy se siente constreñida a pagar favores recibidos en forma indigna, de modo reñido con su función de legisladora.
Además, las que leo –ya va por la (3) a su predilecta RPP- no son "memorias" desde su "encierro", sino reiteradas peticiones manuscritas, ayunas de calidad literaria, para que una Junta Médica Penitenciaria, integrada también por médicos que usted paga, lo evalúe en el trámite de indulto que reconoce han iniciado sus hijos y no usted.
Tengo la convencida impresión que sigue tan astuto y equivocado como estuvo cuando fue inmerecido gobernante de mi país en la década del 90, pues ¡no son memorias las suyas, ni es encierro el que dice sufrir, ni ha pedido su indulto!
En pedir formalmente su propio indulto, ha debido reseñar en manuscrito su dicho cautiverio, sus dolencias a la lengua y otros órganos; si no lo hizo, perdió su oportunidad de convencer. Ahora, sus vacuas frases mal escritas son el blanco de fastidio, de hazmerreír y expresión de carencia de hombría; o sea, del escurridizo cobarde de siempre que toma las de Villadiego cuando las papas queman.
Con argumentos ciertos y sentidos, y no fingidos, quizá algún Humala se habría condolido, no sé si el padre Isaac, el hermano Antauro o el que finalmente decide, sobre todo si la omnímoda Nadine intercede.
¡Vaya Alberto Kenya, no siga siendo díscolo en su "encierro" sino humilde y sensato! Pida perdón a todos los que secuestró, los lesionó y finalmente los mató; y, por supuesto, al pueblo peruano por ocultarle que era japonés el año 1990 y, de remate, por renunciar a la presidencia el 2000 mediante fax y siendo un vulgar delincuente fugitivo.
Atentamente,
Guillermo Olivera Díaz
DNI 08765441
CAL 4447
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