Por Rafael Romero
¿Qué componentes determinan que un partido político sea tal? Convengamos en que un movimiento político no se crea por decreto ni es resultado de sabiondas leyes de partidos tal como se ha creído en algún momento en el Perú, y que con una buena norma legal se facilitaba el sendero para que transitaran vigorosas colectividades partidarias; pues lo cierto es que nada de eso ha ocurrido. Recuerden que hace buen tiempo tenemos muchas normas electorales pero no existen verdaderos partidos políticos. Sólo hay esperpentos que simulan serlo.
Como consecuencia de esta realidad la institucionalidad del país agrava su crisis; la representación no es resultado de buenos intermediarios, como deberían ser los partidos jugando de bisagra entre los ciudadanos y los cargos públicos; además cunde la felonía, la prebenda y el transfuguismo. En general, los dirigentes políticos han renunciado al liderazgo real y les da igual que entre sus seguidores sólo se encuentren oportunistas o individuos sin convicciones ni ideales, siendo fácil usarlos cada cierto tiempo cuando lleguen las elecciones, momento cúspide de aquellos personajes electoreros o de los más procaces arribistas que no creen en ningún escrúpulo.
A esto se agrega la fatiga del alanismo, pepecismo, acciopopulismo, fujimorismo o del propio oficialismo. En medio de esta problemática poco pueden aportar los políticos más fogueados como García, Toledo o Keiko Fujimori, ya que en la práctica poco es lo que pueden hacer sobre los problemas estructurales del país. Y fuera de esta lista está una constelación de dirigentes pitufos de todos los colores y pelajes, con sus tiendas partidarias a cuestas, aunque al final todos ellos aparecen marcados bajo un común denominador: no inspiran pasiones por el Perú ni emocionan. Y si salen elegidos cada cinco años, tal hecho es resultado de la costumbre ciudadana de ir a elecciones votando por quien el marketing político nos recomiende y casi siempre eligiendo entre lo que hay, y a ojo cerrado.
En medio de este contexto resulta interesante el lanzamiento del Partido Cívico Nacional “Obras”, el mismo que cuando era sólo un movimiento llevó a Ricardo Belmont a vencer como outsider a todos esos mastodontes partidarios como el PAP o el Fredemo (Movimiento Libertad, AP y el PPC). Y lo más interesante: “Obras” renace en momentos de apatía ideológica, de adormecimiento programático y de ausencia de credibilidad en el sistema de partidos existente. En suma, necesitamos partidos de verdad y acaso “Obras” sirva para despertar a la gente hacia el rumbo de una nueva política en el Perú. Expreso, 15.12.2012