Por Juan Sheput
En las últimas horas, declaraciones de algunos congresistas nos ha permitido corroborar el precario nivel que tiene la democracia peruana. Confrontados con la opinión pública y con el Poder Ejecutivo, algunos legisladores no han tenido mejor opción que señalar que por discrepar abiertamente con la ciudadanía y con el propio gobierno, este último podría llegar a cerrar el Congreso.
Estos congresistas, que por sus declaraciones son ampliamente conocidos, están convencidos que una discrepancia aislada y mínima entre el gobierno y el Congreso puede llevar al cierre de este último. Admitir siquiera esta posibilidad demuestra el poco talante político de los nombrados, su lamentable conocimiento de lo que es la institucionalidad en el país, su poco afecto a la defensa del orden constitucional y el por qué se niegan a practicar la crítica o la oposición, papel para el cual fueron elegidos.
Esta actitud es peor que aceptar cualquier aumento de sueldo. Las razones por las cuáles podrían cerrarse el Congreso están claramente estipuladas en la Constitución vigente y la discrepancia abierta por un tema en especial no es ninguna razón para una crisis de gobernabilidad ni para una eventual clausura del parlamento.
Las crisis de gobernabilidad en América Latina, más de 10 en los años 90, que terminaron en rupturas del orden constitucional se generaron —en algunos casos— por enfrentamientos permanentes entre ambos poderes del Estado, gobierno y parlamento, situación que no existe en la actualidad. Y no existe, entre otras razones, porque hay congresistas que creen que no se debe ejercer una crítica muy fuerte del actual gobierno porque “se podrían molestar y por tanto proceder a clausurar el Congreso”. Es una situación penosa pero absolutamente real.
Es por ello que el gobierno del presidente Humala se permite promover políticas clientelistas en los programas sociales o manipular vía ascensos a las fuerzas armadas o policiales, porque la oposición como tal no existe. O promulgar decretos legislativos que borran de un plumazo la transparencia en los sectores defensa y seguridad sin que exista una crítica o planteamiento opositor o revisor en el parlamento.
Un eventual cierre del Congreso por parte del presidente Humala lo llevaría a recorrer el camino de Alberto Fujimori en todo el sentido de la palabra. Y por tanto debería sentirse afectado por este tipo de declaraciones que lo igualan con un comportamiento dictatorial. Sin embargo, en lugar de salir a descartar y deslindar tajantemente esta posibilidad, se ha observado tanto al presidente del Consejo de Ministros como al propio presidente Humala, practicar un silencio permisivo ante la eventual ruptura del orden Constitucional.
Por lo tanto y en la línea de lo manifestado por el presidente Alejandro Toledo en reciente entrevista, queda claro que la defensa del régimen democrático no recaería precisamente en los actuales legisladores, sino en aquellos que creemos que pese a todos sus problemas y contradicciones el actual orden constitucional debe ser respetado y sólo modificado por los mecanismos que la misma Constitución contempla.