Por Eduardo González Viaña
Hace unos años en una tapa de Sevilla tuve un problema. Cuando intentaba ir a los servicios higiénicos, me encontré con dos puertas pequeñas, pero no sabía cuál de ellas conducía al lugar donde yo pretendía ir.
En vez de los dibujitos de un hombre o de una mujer, o de las iniciales correspondientes, una de las puertas ostentaba una "S” y la otra, una "C”. Me pasé un cuarto de hora tratando de averiguar lo que esas letras significaban. Pensé que tal vez la letra "S” significaba solteros en tanto que la “C” quería decir casados. Pero no era así.
Por fin, desesperado volví a la mesa pero no tenía suficiente confianza con mis amigos para indagar lo que me interesaba. Varias veces repetí mi viaje a los servicios, pero los resultados fueron los mismos.
Al día siguiente, un generoso y anciano urólogo andaluz, don Matías Trejo De Dios, me explicó que yo no estaba sufriendo de problema alguno relacionado con su especialidad. Me hizo saber que la "S” significaba señoras y que la “C” quería decir caballeros.
Frente al Congreso del Perú, nos ocurren los mismos problemas. No sabemos quién es quién.
En los parlamentos del mundo civilizado, desde la época de la Revolución Francesa, puede distinguirse cuál es la izquierda o cuál es la derecha, quiénes son los liberales y quienes los conservadores, a quienes se llama republicanos y a quienes demócratas, quienes son los tories y quiénes son los whighs. Además, cada grupo conoce su propia identidad y sabe lo que debe defender. Por una suerte de contrato con los electores, saben estos lo que se puede esperar de sus representantes, y los representantes están obligados a cumplir con lo que prometieron.
Eso es imposible en el Congreso del Perú. En principio, no hay partidos políticos sino clubes que se forman con ocasión de las elecciones y en los cuales hay que pagar una buena cantidad de dólares a las cúpulas que venden las candidaturas.
Los membretes y las siglas nada significan. Tampoco tienen valor los nombres que se refieren a viejos partidos o tendencias internacionales. ¿Cómo se puede ser nacionalista de nombre y dar protección política y militar a las corporaciones que contaminan la tierra y las aguas de los peruanos de los andes? ¿Cómo se puede ser heredero de los mártires apristas que padecieron prisión y luego ordenar la ejecución de los prisioneros políticos vencidos?
Aparte de nobles excepciones, ¿cómo se puede saber quién es de izquierda y quién de derecha en el parlamento peruano si todos se entreveran en una infame repartíja?
En los congresos de cualquier país, se es de derecha cuando se defienden el orden, las jerarquías, la propiedad sin límites y cuando por fin se predica el conformismo y el egoísmo, el sálvese quien pueda.
En el otro lado, se es de izquierda cuando se pelea por la justicia, la libertad, la igualdad y se hace valores permanentes del inconformismo y el altruismo verdaderamente cristiano. Entre esas antípodas, es necesario elegir. Nadie puede decir que no es de izquierda ni de derecha sino de adelante, de atrás, de abajo o de arriba.
¿Sistema de partidos en el Congreso? ¿Se puede llamar sistema de partidos a lo que en cualquier otro lugar es un cártel?
Pronto van a aprobar una ley del negacionismo que traerá por los suelos las libertades fundamentales. Está en carpeta también la anulación del voto preferencial, hecho que permitirá a las cúpulas vender a mejor precio sus candidaturas.
Las grandes movilizaciones que se han producido en estos días en Lima y en otras ciudades del Perú no tienen representantes en el Congreso, y los inquilinos de esa casa se han quedado sin representar a nadie.
Con honrosas excepciones, repito, la maraña del Congreso del Perú no involucra sino indigencia mental de nuevos ricos, semi analfabetos y gañanes. Cansados de no saber cuál es la “S” y cuál es la “C” en ese parlamento mínimo, las masas lo están rodeando.
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