luis bedoya juan jimenezPor Herbert Mujica Rojas

¡Como si no estuviéramos a pocas semanas del fallo en el contencioso marítimo que Perú planteó a Chile en la Corte Internacional de Justicia! ¡Como si el hallazgo de petróleo de hace pocos días no constituyera la posibilidad extraordinaria de acortar el déficit energético que padece el país! ¡Como si no fueran terrestres sino abogados marcianos o de cualquier otra galaxia, los dirigentes —muy respetables por cierto— del Partido Popular Cristiano, Luis Bedoya Reyes, Raúl Castro y Lourdes Flores, recitaron una larga lista de premisas tras su reunión participante del diálogo convocado por el gobierno del presidente Humala.

El destino geopolítico del Perú tiene que ver potentemente con la búsqueda de fuentes, creación y generación de energía. Un poema político de buenas intenciones y dictámenes jurídicos no mueve un camión ni potencia una hidroeléctrica. Un listado de recetas formales no "elimina las barreras de la distancia, no sólo las geográficas, sino la distancia política, que busque acercarnos como país, como un Estado que busca solucionar los problemas de todos los peruanos", como afirmara Luis Bedoya Reyes ayer.

¿Representan los partidos políticos a alguien? Básicamente son clubes electorales al modo del viejo civilismo que reclaman votos para que minorías ilustradas y hamponescas (en otros casos) arriben a los goznes de la repartición pública, medren de los sueldos del Estado y fabriquen no pocos negociados a los que se otorgará el blindaje necesario para que los peces gordos no den con sus huesos en la cárcel. Sólo caen los más intonsos y a los que la vanidad ciega en su megalomanía con los medios de comunicación.  

El Perú del 2013 transita en los moldes clásicos de repartición, inmoralidad y padrinazgos en la cosa pública, como impuso en el siglo XIX el civilismo reaccionario y excluyente. En buena cuenta, el país ha retrocedido a un pretérito oprobioso.

Hay un Perú que se mueve al margen y hasta en contra muchas veces de todos los oficialismos. Ese Perú repudia a la autoridad, detesta al político, al alcalde, abomina del presidente regional y su taifa de cómplices; tampoco obsequia cariño a la Policía o al Poder Judicial que se han enajenado cualquier simpatía popular. Ese otro Perú carece de representación nacional y existe en los distritos, provincias y produce sus liderazgos y decisiones absolutamente divorciadas de la capital corrupta y formal que es Lima. ¿A cuántos de esos grupos invitó el gobierno de Humala a dialogar? Son cientos o miles cuyos microcosmos políticos tienen todas las taras limeñas y casi ninguna virtud.

¿Qué puede aspirar el hombre o mujer del interior si las figuras y figurones de la "política nacional" sólo quieren evitar que los investiguen o los internen en sus hábitats naturales tras las rejas o edifican tapaderas abogadiles para que sus robos no les sean atribuidos? ¿No ve el país como un ex presidente se compró una casita por casi un millón de dólares y pretende no ser investigado y por eso quiere destruir a la comisión congresal que tiene por misión escudriñar sus trapacerías? Si los gorilas politicantes incurren en compra de oficinas por varios millones de dólares y usan testaferros familiares, es obvio que el descontento y cólera serán las sensaciones predominantes.

¿Quién de estos figurones ha hablado con conocimiento de causa sobre el profundo significado del recientísimo hallazgo de petróleo en la Selva? No hay duda que en su vida de comisionistas y langostas del Estado, nunca han entendido lo que importa la energía, clave fundamental del reto contemporáneo y desde siempre y que quien capture la energía aprisiona el mando de cualquier nación.

Hay estudios y reflexiones en camino sobre este intríngulis en singular de mucha importancia e indesdeñables de considerar si se tiene la ambición de hablar del presente y futuro del Perú y su difícil vecindad con el sur. ¿Hacia dónde apunta, por ejemplo, el hegemonismo tradicional de sur a norte? ¿Dijo algo sobre este particular el grupo de líderes del PPC ayer en Palacio? La "energía" para el picapleitos reside en cobrar caro y en forma millonaria, importando poco a quién se defiende y a veces contra Perú.

Si en los días que vienen vamos a tener el mismo espectáculo pobrísimo y antediluviano que nos regalaron los visitantes pepecistas a Palacio, no es difícil predecir que el "diálogo" será -otra vez- un disparate o hipo de esos que azotan al Perú y lo mantienen en las garras de la estulticia, la ignorancia y el subdesarrollo mental y social.
 
¡Divagaciones y mucho blablablá!

 27-8-2013

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