Por Fernando Zevallos Cabello
Vamos a cumplir 30 días de estar en Huánuco, nuestra tierra a mucha honra, tratando de "armar" la estrategia para la puesta en funcionamiento del Plan: Huánuco y el Perú del Bicentenario. Estamos promocionando no tanto la venta sino la puesta en práctica, de lo propuesto por el libro Qué Perú somos, qué Perú queremos.
Paradojas de la “cultura”, siendo un libro orientado a desnudar la política convertida en politiquería, quitar la máscara de los supuestos políticos para descubrirles su rostro de “politiqueros”, pero son precisamente estos remedos de políticos, a quienes menos les importa el libro y les interesa un rábano sus propuestas.
¡Ay de nuestra tierra Huánuco, donde el único que sigue moviéndose es el río Huallaga!” Teníamos cifradas esperanzas en nuestra “fuerza intelectual” y nuestra “reserva moral”, pero tal parece que tampoco a ellos les importa, porque un 99% espera de “cortesía” el libro, encima con dedicatoria incluida.
A este paso creemos que vamos a llevar a la práctica lo sugerido por uno de los pocos huanuqueños que se “mueve”, además de nuestro sempiterno río, Licurgo Pinto: “Fernando. Pon una calata en la contratapa con buenos senos y pompis y verás cómo se vende el libro, como pan caliente".
Pero poco importa la venta del libro, lo que importa es que con la poca y raleada compañía de huanuqueños, audaces, temerarios y viriles, seguiremos sentando las bases del Huánuco del Bicentenario. Antes de concluir la primera semana de setiembre presentaremos, a través de una conferencia de prensa, la segunda parte del Proyecto: Huánuco y el Bicentenario de nuestra independencia. Desde ya les adelantamos que la propuesta no es recomendable para cardíacos, menos para los que tienen Parkinson en la mente y el espíritu.
La pobreza más agraviante, vejatoria y humillante
Cada día que transcurre sentimos más y más el flagelo in inmisericorde de dos pobrezas: la económica y la cultural. Para la primera al menos existe el "sedante" y/o analgésico del asistencialismo: Cientos y cientos de habitantes bajados del campo, especialmente mujeres que en edad tempranera concibieron sus hijos, haciendo cola en el Banco de la Nación de Huánuco, para recoger la migaja de 250 soles, o no sabemos cuánto, Este es el "caritativo y generoso regalo" de la llamada “inclusión social”. El cerebro del comandante presidente no da para concebir proyectos orientados a dignificar a los pobres del Perú, llamada cohesión social.
Pero en Huánuco, como entendemos en todo el Perú, la pobreza que más nos flagela y nos humilla, es la humana, social, política y cultural. Contra estas pobrezas, no existe ningún "asistencialismo", políticas públicas, ni siquiera preocupación. En estos campos estamos en el filo de la navaja, hemos llegado ya a los linderos de la pauperizaciòn; en otras palabra, somos paupérrimos, misérrimos, encima acostumbrados, resignados y hasta desgraciados a suerte tan vil y degradante. ¿Sabremos, nosotros los huanuqueños que humana, social, política y culturalmente nos estamos yendo a la misma mierda? Y si lo sabemos, ¿qué hacemos? Y si lo hacemos, ¿cómo lo hacemos, con quién o quiénes?
La pauperización de Huánuco es terrible, trágica, demoledora. El escenario socio cultural, político gubernamental de Huánuco hace rato que traspuso los linderos de lo deprimente, estamos ya en los niveles del espanto y la asolación: atraso, ignorancia, subcultura, subeducación subadministración, mediocridad, miseria e injusticia. ¿Qué hacemos con tanto sub? ¿Qué hacemos con este atraso mental, espiritual, social, educativo y cultural de siglos?
El pueblo en la práctica es una pathulia, donde prima el conformismo, la domesticación, la sumisión, el vasallaje y la cultura de cincuenta céntimos. Un pueblo avenido a dos facciones que, cual bandas delincuenciales, se disputan el mugido del rebaño, solo que en este caso, el mugido tiene una entrega: La conciencia tiene una paga: las migajas y las piltrafas. Pero también tiene el mismo resultado de siempre: la miseria con la careta de autoridad, representación, gobernabilidad y Estado de Derecho. ¡Hasta cuándo condenamos a este desecho!
El gobierno, llámese regional y/o local, los representantes y toda la administración pública, salvo las poquísimas excepciones de la regla, semejan verdaderos patíbulos, donde se cortan de cuajo todo atisbo de dignidad, decencia y docencia. Sus autoridades a todo nivel, ya no son tales, sino patibularios. Huánuco no tiene ni gobernantes, ni representantes, menos autoridades en el sentido axiológico y deontológico de los vocablos.
¿Qué tiene Huánuco? Tiene a jefes de bandas y/o gavillas, encaramados en el Poder, para joder; pública e impúdicamente, dedicarse a la más abierta y desbocada piratería, con el agravante de que, con nuestros dineros, día y noche se dedican, a través de sus plumiferos y azacanes a sueldo, paja y trigo, a propagandizarse por todos los medios habidos y por haber, a promover y animar sus elecciones y/o reelecciones, a vista y paciencia de todos.
En este proceso de “comunicación e información”, todos somos simples escuchas zombis, con “capacidad” solo de escuchar barbaridad y media, voracidad y media, un verdadero “mondongo” informativo con heces incluido, pero sin ninguna posibilidad de respuesta. Pero además de zombis, somos castrados mental y espiritualmente. Encima de todo ello, no tenemos los mínimos cojones para reaccionar frente a tanta afrenta, ignominia y pateadura, que bueno fuera en el culo, sino en lo más sensible de nuestro ser: nuestra dignidad y honra.
No hablemos ya de caballeros, que eso es un tenue y lacrimógeno recuerdo del Huánuco de ayer, por cuanto ahora Huánuco es tierra y chacra de dos huevoncitos que en otros escenarios no tendrían ni razón de ser, tampoco de existir, menos de ser tomados en cuenta para nada, pero… en la “Tierra del ciego, el tuerto es rey”. Estos remedos de reyezuelos, hacen y deshacen en Huánuco, y lo seguirán haciendo, mientras los arequipeños o los huancaínos no nos presten los cojones, por cuanto natura no fue pródiga con nosotros respecto a estos dones propios, de pueblos altivos, levantiscos, aguerridos e indómitos.
Hoy más que nunca necesitamos próceres y precursores para la forja del Huánuco y el Perú del Bicentenario. Hoy más que nunca se hace impostergable, llevar a la práctica lo que se propone en el Libro: El Perú que somos, el Perú que queremos. Pero faltan hombres, solo tenemos medianías. Faltan políticos, solo tenemos politiqueros. Hasta para escribir somos medianos: Solo nos gusta el romance, la reminiscencia, la añoranza y la creación retórica, bohemia y lacrimógena, no hay talento para la insurgencia mental y espiritual, para la concepción de nuevas ideas y conceptos que rompan el esquema parasitario de pensar y repensar siempre sobre lo mismo. Nos gusta solo la molicie, la quietud, la paz de los sepulcros.
Pero así vamos avanzando, de cuando en vez mirando y contemplando nuestros bucólicos paisajes, quizá para inspirarnos, o buscando alguna musa que, lo que hace es recordarnos que ya no estamos para estas andanzas. Veces hay en que se nos ocurre, releer los libros de nuestra pasada Historia, recrearnos y holgarnos, recordando a Illa Thupa, Leoncio Prado, Juan José Crespo y Castillo o quizá a Gabriel Aguilar Nalvarte y su "Reloj de la muerte". ¿Dónde se habrán quedado los genes de estos hombres?
Director del mensuario La Vacuna Peruana.
Autor del libro Qué Perú somos, qué Perú queremos.