nevada punoPor Jans Erik Cavero Cárdenas*

Según Decreto Supremo 097-2013-PCM, el gobierno ha declarado en emergencia varios distritos de la Región Puno. Provincias como El Collao, Azángaro, Lampa, Sandia, Carabaya, entre otras, fueron azotadas por nevadas intensas, habiéndose generado daños en viviendas, servicios básicos, y sobre todo en la salud de sus ciudadanos.  

Para el Gobierno, INDECI y el propio SENAMHI, se trata de un fenómeno atmosférico que justifica una decisión gubernamental para encarar el problema, y nada mejor que una declaratoria de emergencia que permita intervenciones públicas inmediatas. Este diagnóstico, sin embargo, me parece bastante simplista, pues presumo que estamos no ante un acontecimiento natural excepcional, sino ante un hecho provocado por el hombre.
 
En efecto, lo que Puno vive sería el resultado de la contaminación ambiental y la destrucción gradual del ecosistema. Es más, no sólo es Puno, sino otras regiones como Ayacucho, Cusco, Arequipa. Ayacucho padece días de lluvia. Desde el pasado martes, no ha cesado la lluvia. Este acontecimiento, bastante inusual, extraña a la población, porque en la sierra la temporada de lluvias se inicia en noviembre y culmina en abril.  
 
Desconozco lo que está aconteciendo en otras partes del planeta. No obstante, a partir de la observación de estos casos concretos, sostengo la hipótesis de que no estamos ante fenómenos naturales (nevada en Puno, lluvias en Ayacucho, vientos huracanados en Arequipa) aislados, sino que estamos cosechando lo que hemos sembrado. Por lo tanto, lo que hay que declarar en emergencia es el planeta y todo el Perú.
 
Mientras esto sucede, la gran minería en el país continúa generando utilidades generosas a pesar de la crisis económica internacional. La paradoja es que los grandes beneficiados son extranjeros que lucran a costa de nuestros recursos naturales. Por cierto, esta afirmación no tiene nada que ver con la oposición a inversión extranjera o a la explotación de recursos naturales. Se trata de una  reflexión que intenta demostrar cuán lejos estamos de un auténtico nacionalismo y una valoración de lo nuestro.
 
No necesito cuestionar al neoliberalismo porque la crisis de sus presupuestos básicos explica suficientemente su inutilidad para contextos con grandes brechas sociales y económicas. Las crisis de 1929, 1973, 2009, han sido contundentes, y han demostrado que ante escenarios adversos  resulta crucial la intervención del Estado. El mercado, por sí solo, no es apto para superar crisis económicas. Requiere la intervención de nuevos actores, donde el Estado debe ser el actor principal, y la sociedad civil, un actor imprescindible.
 
Aún dependemos del petróleo, y los megaproyectos de infraestructura hidráulica, gasífera, energética, portuaria,  son necesarias para lograr el desarrollo económico del país. Esta necesidad nadie cuestiona. El problema, es cómo empatar la ejecución de estos proyectos con la preservación del ecosistema y la responsabilidad social corporativa.
 
Preocupa, sobremanera, la intención de este gobierno para sacar adelante grandes proyectos mineros, so pretexto de atraer inversión extranjera, sin generar espacios de deliberación pública, sin exigencias serias de Estudios de Impacto Ambiental, y sin un adecuado plan de ordenamiento territorial. Igual preocupación genera la actuación de algunos gobiernos regionales respecto a la pequeña minería y minería informal.
 
Si el gobierno no actúa responsablemente, los humedales, cabeceras de cuenca, reservas naturales, irán desapareciendo gradualmente y los efectos de la contaminación ambiental impactarán en las generaciones venideras, tal cual hoy padecemos las consecuencias de quienes nos antecedieron. Mucho ojo con Toromocho y las Bambas.
 
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