Por Guillermo Olivera Díaz*
Cuando Fujimori designó públicamente al nuevo abogado, William Paco Castillo Dávila, sin tener que consultarle a sus 4 hijos, a los congresistas de Fuerza Popular, ni a César Nakazaki Servigón, y lo hizo porque durante ocho (8) años ha perdido todos los juicios seguidos contra él y su abogado estaba además sumergido en un inmovilismo defensivo, y tal designación la formula por sendos escritos que se presentan ante los órganos judiciales, remitió así un claro y macizo mensaje de reprobación al tozudo fracaso abogadil, por cuya razón Nakazaki ha debido quitarse ipso facto, desde el preciso instante que fue postergado en ciertos casos puntuales, y no irse más bien al día siguiente a rogarle al cliente para que no lo bote, incluso acompañado de dos (2) padrinos y todo presuroso.
¡Muchos se preguntan, en la red, si Nakazaki renunció a seguir defendiendo a Fujimori o éste lo hizo renunciar o despedirse porque no soportaba un fracaso más! Lo encuentro normal que un cliente que no percibe la luz al final del túnel piense en una diferente opción.
Yo de Nakazaki me habría apartado mucho más antes, al haber perdido tantos casos del mismo cliente, Alberto Fujimori: la extradición de Chile a Perú, 4 procesos con sentencia a pena efectiva, un hábeas corpus que llegó al Tribunal Constitucional, donde también lo perdió, el proceso de Juana Fujimori que está fugitiva en Japón y, últimamente, el sonado trámite del indulto humanitario, planteado sin los requisitos que la norma exige.
No obstante perdedor, pretendía seguir defendiendo solo, tratando de mala manera al nuevo colega, Castillo Dávila, en lugar de coordinar con él. En cierta forma menospreció por televisión el repentino giro y la redacción del trabajo emprendido, pese a que se había condenado a una suerte de inmovilismo u ostracismo abogadil. Hasta jugaba a las escondidas con el referido letrado, sin contestar persistentes llamadas telefónicas, y buscando como el astro, que cree que nunca debe salir de su centro, ser circundado por planetas y satélites que vayan a su oficina. ¿Para filmar o grabar al presunto rival?
Parece que la fama ensoberbece, ciega y obnubila el raciocinio, lo cual fácilmente hace germinar poses, riesgos y espesas brumas en la profesión de cualquier mortal.
Finalmente, como no he leído que la renuncia sea irrevocable: o sea, sin marcha atrás, quizá forme parte de una velada estrategia para ser rogado por quien como Keiko y entorno lo consideraba el “abogado principal”. De ser así podría pedir una mayor suma por honorarios.
Empero, si acaso los cobró íntegramente por todos los asuntos en trámite, que se truncan por sus repetidos fracasos y este publicitado apartamiento, debería practicar el vómito negro, o sea, la devolución de lo recibido, porque no han terminado los aprietos procesales de Fujimori.
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30-8-2013