Luis Alberto Salgado T.
El Gobierno que se hunde en el fracaso ahora dialoga con su presunta oposición
Ollanta Humala está equivocado y sigue perjudicando al Perú.
Sus principales y claves decisiones de gobierno, erradas desde el inicio de su régimen —y que muchos, incluido quien suscribe, han calificado de traición—, consecuencia de su falta de formación democrática y de su profundo desconocimiento de los fundamentos de economía, están llevando al país, nuevamente, a una encrucijada.
A raíz de esas malas decisiones, lo que se avizoraba como secuela de conflictividad social, aumento de la delincuencia criminal común y organizada, impunidad para los grandes casos de corrupción pasada y actual, índices bajísimos en cuanto a calidad y servicios de salud y educación, aumento insultante de la desigualdad social y de ingresos, así como lo que economistas informados y no comprometidos con el poder anunciaban en cuanto a la caída del precio de los minerales derrumbando un modelo primario exportador insostenible, se viene materializando.
Gobierno de Humala no tiene credibilidad: el Estado peruano, propiedad de los ricos y poderosos
Los compromisos solemnes asumidos y deshonrados, las promesas de “gran transformación con honestidad” incumplidas abiertamente para seguir usufructuando del Estado al servicio de poderosos y de los intereses del gran capital corporativo transnacional —como hicieron los gobiernos de García, Toledo y Fujimori—, han terminado por desfigurar completamente a quien decía representar el cambio con justicia social y libertad por el cual votaron millones de peruanos el 5 de junio del 2011. Con Humala el Estado siguió siendo propiedad de los ricos.
Por ello, el gobierno de Humala ya no tiene credibilidad. Y la credibilidad es el valor fundamental para un régimen, autoridad o institución. Perdida la credibilidad, se pulveriza la condición básica de aceptación y reconocimiento de legalidad y legitimidad de un Estado por parte de los ciudadanos y de las poblaciones en todos los confines del país. Eso es lo que está ocurriendo. Que no se engañe nadie, y menos OHT, por más historias de fantasía que le cuenten en su entorno.
Destruida la confianza entre el Estado y los pueblos gobernar comienza a tornarse imposible. Y eso es lo que viene ocurriendo con el gobierno improvisado y plutocrático de Humala, con sus ministros advenedizos y con un manejo de la economía desfasadamente ortodoxo y declaradamente antinacional, claro continuismo de los regímenes anteriores. El ciudadano común ya no le cree a Ollanta Humala.
El “diálogo” como recurso dilatorio
Es en el señalado contexto anterior que debe entenderse ahora el recurso manido de un gobierno que comienza a tambalearse, de llamar al “diálogo por el Perú” y por “convenir a todos los peruanos que buscan la paz y el desarrollo”. Y para ganar tiempo y “lavarse la cara”, como si este régimen no hubiera sido autoritario y soberbio en los 2 primeros años, llaman a la presunta oposición a dialogar para, dizque “buscar consensos para enfrentar la crisis”. ¿No es que éramos una economía blindada y éste era el gobierno de las mayorías?.¿La inseguridad ciudadana no era sólo percepción?. ¿Que Conga iba sí o sí y nadie le daba ultimátums? Recordemos: cinco (5) muertos y 20 heridos de bala, dirigentes perseguidos y enjuiciados, y ni las disculpas de Humala ni de sus ministros.
Entonces, el premier Juan Jiménez y el ministro de Economía, Luis Castilla (ambos aferrados con uñas y dientes a sus cargos en el Ejecutivo), convencen al presidente Humala, quien obviamente se dejó convencer, que aunque no cambien un ápice las políticas centrales del gobierno y se mantenga incólume el criterio exclusivo de gobernar para ricos y poderosos (que es lo que ha hecho ilegítimo a su gobierno), las fintas sucesivas de “dialogar con la oposición” ganará titulares de cierta prensa vinculada a esos intereses plutocráticos, distraerá a la opinión pública y proyectará una imagen de democrático a un régimen incuestionablemente antipopular.
Y mientras se pierden 100,000 puestos de trabajo en Gamarra por la invasión desleal de productos chinos subsidiados por su gobierno (culpa de García mantenida por Humala), Jiménez dialoga con la “oposición” que no es realmente tal; mientras la salud y la educación en el Perú siguen en el sótano social de América Latina como consecuencia del alineamiento de Humala y de su ministro Castilla con políticas oligárquicas a favor de los poderosos y en contra de los pueblos, el gobierno dialoga con su oposición; mientras nuestro país sigue siendo el primer productor y exportador mundial de cocaína (otro logro de García mantenido por Humala) el gobierno dialoga con su oposición; mientras continúa el entreguismo traidor de nuestras riquezas y recursos, el gobierno dialoga con su oposición; y mientras el gobierno de Lima toma medidas descaradas contra las Regiones para seguir centralizando la riqueza y mantener en la indefensión a la manufactura y a la industria nacional, el gobierno dialoga con su oposición. Y su oposición va sonriente, se sientan a departir y se toman fotos.
Pero en el fondo y realmente esa oposición de partidos políticos, que más son clubes electorales, no es tal. Esos dirigentes políticos (algunos con graves denuncias por corrupción van a negociar su impunidad, incluidos ex presidentes) que prestos acuden a dialogar con un premier advenedizo que saben políticamente irrelevante, saben también perfectamente que ese diálogo es absolutamente inútil y que al sentarse a “dialogar” en las presentes circunstancias terminan avalando al gobierno contra los pueblos del Perú. Y por eso mismo lo hacen. Es casi un sainete en el sentido de un espectáculo grotesco y ridículo que define el diccionario el que nos vienen presentando a la ciudadanía y a los pueblos del Perú este gobierno y su presunta oposición.
Pero los pueblos del Perú observan y no son tontos. Las cosas están cambiando, cada vez más peruanos toman conciencia clara de lo que está ocurriendo. Los políticos acostumbrados a aprovecharse del Estado así como los políticos corruptos del más alto nivel ya no pasan desapercibidos como ocurría antes. El ADN de los peruanos está cambiando y ya no olvidan tan fácil. Esos pueblos, comunidades, gremios, grupos étnicos, trabajadores, empleados y ciudadanos en general que quieren un país digno ya le exigen rendición de cuentas al actual gobierno, y les pasarán factura fuerte a esos políticos y funcionarios encubridores de iniquidades y corruptelas actuales, así como a los corruptos que le robaron al país y se burlaron de esos pueblos cuando fueron gobierno. Ya lo veremos.
Lima, 5 de setiembre de 2013