por Desco
Terminada la ronda de conversaciones con los partidos políticos, la pregunta surgida, apenas se dio a conocer esta iniciativa del Ejecutivo –mejor dicho, del premier Jiménez–, continuó sin respuesta. ¿Cuál era la finalidad de reunirse e intercambiar pareceres entre un Premier que está de salida con agrupaciones fantasmales, unas, seriamente cuestionadas otras, y sin legitimidad todas ellas?
La explicación real tras los formulismos empleados –distensión de las relaciones políticas para mejorar las relaciones con la población y así detener la caída en barrena de la aprobación presidencial– era, por decir lo menos, ingenua en un contexto en el que las amenazas de los mineros ilegales/informales/artesanales constituían materia suficiente para que el ministro del Ambiente se viera obligado a declarar que no renunciaría, mientras los emprendedores de Gamarra exigen la intervención gubernamental para amenguar la crisis que padecen debido, entre otros factores, a la inoperancia de Indecopi (que parece reflejar la del Estado) todo, cuando sigue sin resolver la modernización de la refinería de Talara y parece un hecho que el gasoducto del Sur quedará como una buena intención.
Bajo estas circunstancias, que el Frente Amplio de Izquierda acudiera a la cita no parecía buena idea. Incluso, no haber expresado opinión sobre ningún aspecto importante de los últimos meses, acrecentaba las dudas que se tenía sobre el sentido de su presencia. Sin embargo, contra todo pronóstico, la izquierda peruana organizó su participación y forzando una situación que parecía solamente una fugaz oportunidad para la visibilidad, logró convertirla en una expresión política.
Bajo una consigna clara –¡Qué se vaya el ministro de Economía, Luis Miguel Castilla!–, logró condensar no sólo un estado de ánimo sino una propuesta para salir del atolladero en el que se encuentra actualmente el Ejecutivo.
Enviando al ministro Castilla a casa, la izquierda le dijo claramente al premier Jiménez que se requiere de un nuevo gabinete ministerial, con un titular del MEF más decidido a pasar a una política contracíclica agresiva, que acepte las reconsideraciones exigidas a la estructura del Presupuesto General de la República 2014, que no sea propenso a la centralización del gasto y que concerte la priorización sectorial y la territorial. Además, el nuevo ministro de Economía debería estar alineado con los objetivos políticos de un Premier que tenga mucho más autonomía que sus antecesores en el actual gobierno, capaz de formar su propio Gabinete.
De esta manera, el Ejecutivo se encontraría algo más preparado para enfrentar un escenario cercano que será protagonizado por la conflictividad proveniente de la minería informal, las complicaciones que aparecerán próximamente en torno a grandes proyectos como Antapaccay, Toro Mocho y la salida de Anglo American de Quellaveco. Pero también por la posible protesta de las autoridades del interior del país frente al proyecto de presupuesto 2014.
La fórmula fantasiosa de mostrar un fortalecido ministro de Economía en medio de un aparato estatal flácido, sin reacciones e incapaz de lograr mínimos resultados, no es solamente un lastre para un gobierno que ya ha entrado en enormes dificultades para resolver, sino, incluso, contrario a un modelo económico criticable y en dificultades pero manejable aún, si el gobierno logra hacer los ajustes políticos que se requieren. Todo lo cual avizora una coyuntura esencialmente política en el corto plazo y no porque se acercan las elecciones municipales/regionales.
Las organizaciones sociales, los empresarios y lo que queda de liderazgo político, perciben claramente la inexistencia de un orden básico y entienden que la pugna se da sobre el sentido y las características que aquél debe tener. En este reacomodo de fuerzas, en el que un factor crucial es la concentración de la propiedad de los medios de comunicación resultante tras la compra de Epensa por el grupo El Comercio, el presidente Humala ha quedado evidentemente aislado lo cual es una señal preocupante pues si descartamos la posibilidad de que pueda administrar la situación o esté en capacidad de dar un golpe de timón, la militarización y el endurecimiento van quedando como únicas alternativas.