manuel pradoPor Eduardo González Viaña

Al comenzar su gobierno (1939- 1945) Manuel Prado tuvo que vérselas con un terremoto que devastó Lima y Callao. Poco después, la Biblioteca Nacional sufrió un dantesco incendio.  En esta época y durante su segundo gobierno, las visitas del mandatario siempre fueron acompañadas por otras calamidades en ciudades importantes del país.

En 1960, la diplomacia holandesa en Lima hizo todo lo que estaba a su alcance para disuadirlo de visitar a la reina Juliana, pero no lo logró. Los agoreros culparon entonces al estadista peruano de una apendicitis que aquejó a Su Majestad inmediatamente después de cenar con nuestro presidente.
Por todo esto, Prado fue conocido en nuestro país y en el exterior como un presidente “salado”.

El uso de este calificativo para denotar a una persona que trae mala suerte proviene de la época de la Colonia y del bestial trabajo de la Inquisición. La primera de sus víctimas en ser entregada a la hoguera fue el comerciante francés Mateo Salado. Su delito fue habérsele encontrado una biblia entre sus pertenencias. En el español de otros países, salado significa solamente persona muy graciosa.

Este recuerdo viene a cuento de los epítetos que le lanzaron en el estadio al actual presidente Ollanta Humala y de los que se hizo eco el terrorista preso Alberto Fujimori.

Terrible epíteto es éste, y ojalá que no haga carne. Ninguna campaña de imagen podría rescatar en ese caso la ya declinante popularidad del presidente.

Por cierto que es  injusto imputar al mandatario de los malos resultados del partido de fútbol. Eso no tiene sentido ni lógica alguna.

Sin embargo, hay que reconocer que los responsables de imagen presidencial se la buscaron. No entiendo cómo se les puede haber ocurrido disfrazar al mandatario de referí provinciano. Lo vistieron con chimpunes, una chompa rojiblanca y una gorra del mismo color. Así se visten las barras bravas, pero de ninguna manera puede exhibirse de esa manera el hombre que personifica a la nación.  

Es más, los publicistas de palacio se copiaron la imagen del genocida General  Videla cuando, menguante su estrella, se presentó en la Casa Rosada para adjudicarse  la victoria del equipo argentino en el campeonato mundial. Además, es lamentable confundir a la patria  y su destino con los chimpunes y los goles del estadio. Eso es ignorancia y camino de la barbarie.

En el Perú de las semanas recientes, los hinchas rodearon el hotel donde estaba el equipo uruguayo y durante toda la noche lanzaron insultos para evitar que los jugadores descansaran.

Eso fue durante la víspera. Al día siguiente, además  del presidente, el propio jefe de la iglesia católica peruana denostó contra el árbitro quien, por su parte, se quejó ante los organismos internacionales del hecho de que lo habían dejado sin defensa frente a la barbarie de los espectadores. ¿Se imaginan ustedes la imagen que dibujó el Perú en el resto del mundo?

La popularidad de Manuel Prado tuvo que hacer frente a dos golpes duros: primero, el epíteto de salado. Segundo, la acusación de que su padre huyó del país al comienzo de la guerra con Chile.

Sin embargo, Prado supo sobreponerse. Sus virtudes civiles de cumplimiento de la palabra, flexibilidad y de apertura al diálogo con el adversario lo salvaron.

Al inaugurar su segundo gobierno, dio plena amnistía a los presos políticos. Además, como lo había ofrecido, cumplió con su palabra y derogó de inmediato la infame Ley de Seguridad Interior que se parece en mucho al Acta que Fujimori impuso en vez de la Constitución, y que el actual mandatario no ha tocado.

Hay que reconocer que –pese a todo- Prado pasó a la historia como un presidente más eficaz que mediocre y anodino.

Cuando Prado anunció que iba a visitar la universidad e Trujillo, los estudiantes la tomamos para impedirlo. Aunque declarábamos nuestra oposición al oligarca, había en nuestra decisión algo más que motivos políticos. Muchos de los compañeros que gritaban slogans contra el presidente levantaban la mano derecha con dos dedos en alto como cuando queremos hacerle la contra a la “jetta” de un salado.
 
La Primera, 15.09.2013