Freddy Salazar (*)
El 26 de setiembre Lima amaneció tranquila y tumultuosa como todos los días, pero horas después las principales avenidas aparecieron colmadas de trabajadores marchando hacia el centro, ahí se concentrarían para luego movilizarse como un mar humano enfervorizado gritando consignas y portando infinidad de pancartas. Así se vivió en la capital del país el Paro Nacional convocado para ese día por la CGTP, el acto más importante desde la apertura democrática del 2000, y nada menos que contra el gobierno de Humala que los trabajadores contribuyeron a elegir alentados por la dirigencia de dicha central.
Los medios de comunicación, que normalmente no informan sobre las luchas obreras, sólo empezaron a mencionar el Paro cuando en diversos puntos del país se iniciaron los bloqueos de carreteras y puentes, y más cuando las marchas y paralizaciones comenzaron a retumbar las principales calles de Lima y del interior. En efecto, conforme a la plan de lucha, hubo algunos bloqueos de carreteras en el Sur Chico de Lima, y con intensidad en varios puntos del interior, para impedir el funcionamiento del transporte público; horas después se realizarían pre concentraciones y marchas masivas, haciendo evidente la protesta nacional.
El Paro fue acatado firmemente en Iquitos, Cusco, Arequipa, Piura, Chiclayo, Cajamarca y Juliaca; y parcialmente en Trujillo, Huancayo y Lima. En la amazónica Iquitos el paro organizado por la CGTP regional y el Frente Patriótico, fue total; la protesta se encendió estimulada por el rechazo que produce el presidente regional Iván Vásquez, acusado de corrupción. En el Cusco también fue total: el presidente regional y la alcaldía provincial se reacomodaron de su postura oficialista para colocarse a la cabeza de la jornada. Arequipa, bastión del humalismo por años, reveló la bronca que agita al pueblo por la estafa que significó la “gran transformación”; esto, pese a que el día anterior la ciudad había sido impactada por un terremoto de regular intensidad.
También respondieron a la convocatoria del Paro las centrales campesinas afectadas por las actividades mineras, las organizaciones populares como el Movimiento Sin Techo y los Fonavistas, estudiantes, mujeres por el derecho al aborto y la población pobre. Casi todos ellos hacen parte siempre de los actos de protesta. Pero el Paro del 26 se distinguió porque fue convocado, dirigido y tuvo como protagonista a la clase trabajadora que por primera vez se moviliza, aunque sea de manera parcial, de manera centralizada, con sus propias banderas y mostrando su propia organización y disciplina de clase.
Construcción civil se colocó en la primera línea de todas las manifestaciones. Fue seguido por los estatales (municipales, universitarios) que se mantienen en lucha contra la Ley Servir que les quita el derecho a la estabilidad laboral, y por los trabajadores de salud (administrativos y asistenciales) que sostienen una sacrificada y larga huelga indefinida por reclamos salariales y en rechazo a la reforma de sector que los discrimina.
El sello de clase creció esta vez por la presencia de los trabajadores mineros y de la industria. La Federación Minera acordó llevar a cabo un paro de 48 hrs. sumándose al Paro Nacional con sus propios reclamos, entre ellos la derogatoria del decreto que diluye los beneficios de un fondo de pensiones; según informó el diario empresarial Gestión, “el paro fue acatado parcialmente” en la gran minería como Southern, Shougang, Volcan y Buenaventura.
La Federación Textil reunida de emergencia el domingo anterior bajo el liderazgo de Máximo Gutiérrez de Textil Hialpesa, también acordó parar, en rechazo a Humala por haber incumplido su ofrecimiento de derogar los “contratos de exportación” bajo cuya modalidad cientos de miles de trabajadores del sector permanecen contratados de por vida, como el mismo Máximo que firma contrato cada fin de mes hace 25 años, y porque ahora se intenta quitarles la “prima textil”, que es bono sobre los salarios conquistado y preservado de todos los gobiernos desde los años 40. Haciendo cumplir su acuerdo orgánico, el día 26 en la madrugada, Máximo y otros dirigentes se movilizaron para paralizar las fábricas de la zona industrial de Zárate, como Topy Top, Filasur, Surcolor. Lo mismo hicieron otros activistas como Orlando Vega de Texpop, que encabeza una lucha heroica por la reposición de 200 obreros, en su mayoría mujeres, despedidos por simple abuso patronal. El paro textil también fue parcial y movilizó algunos cientos de obreros, mostrando la recuperación del gremio.
También pararon otras bases, como el Sindicato de Trabajadores de Telefónica y la Federación de Trabajadores Portuarios.
Todos estos sectores se hicieron presentes en las diversas concentraciones, principalmente en la Plaza 2 de Mayo de Lima. Otras tantas bases acordaron respaldar el Paro, pero alegando diversos motivos acordaron sólo plegarse a la movilización. Llegaron a la Plaza los combativos sindicatos de Celima y Trébol, los de alimentos agrupados en ABA encabezados por Alicorp y Ajeper, Indeco, Cogorno que se encontraba en huelga, el Frente de Defensa de las Empresas Públicas, entre otros.
La parcialidad del paro tiene que ver con la parálisis de la central que todo este tiempo y sobre todo en los dos últimos años que apoyó al gobierno de Humala, le dio la espalda a sus bases y dejó a su suerte las luchas motivando desorganización, retroceso y desmoralización en ellas. Los que hicieron posible el Paro fueron los estatales en lucha infatigable contra la Ley Servir. Y los gremios en conflicto y los dirigentes combativos lo hicieron suyo en el camino. Pero la jornada destacó por las movilizaciones que saturaron las calles del país. En Lima la central calculó en 35 mil los participantes, mientras “el jefe de la Sétima Región Policial de Lima, el general PNP Luis Praeli, calculó unos 18 mil.” (LR). La presencia y actividad obrera le dio pues un claro sello de clase al paro y protesta del 26. En horas de la tarde, cuando ya habían cesado todas las manifestaciones, un nuevo contingente obrero de Celima y Trébol que salía de cumplir su jornada laboral, marchó por la Panamericana Norte, sumándose a ella un grupo obrero de Industrias del Zinc, e hicieron escuchar los últimos gritos de la protesta.
Los maestros fueron los jalados en esta jornada. Golpeado por el gobierno y la traición de los dirigentes del CEN del SUTEP, y por la crisis de la facción CONARE que dirige burocráticamente el MOVADEF, el magisterio no paró y apenas se movilizó un grupo de maestros.
El despertar obrero
Así se constituyó la primera respuesta obrera centralizada y unificada contra el gobierno “nacionalista” de Humala. Esta acción abre una nueva perspectiva de lucha para los trabajadores que buscan frenar la ola de contrarreformas que viene implementando el gobierno y la dureza patronal ante sus reclamos, en medio del dorado “crecimiento” que sigue mostrando la economía; todo esto en un contexto donde el descontento popular va en aumento aunque el gobierno se esfuerce por hacer “populismo” con sus programas sociales, y cuando se profundiza su aislamiento al fracasar sus intentos de sostenerse en un acuerdo con los partidos de oposición.
La actividad obrera desplegada en torno al Paro es la más notable desde el 2009, cuando se produjo una ola de huelgas que concluyó con el despidos de cientos de dirigentes y la liquidación de varios sindicatos. El hecho no es casual: el apoyo obrero fue decisivo para el triunfo de Humala en las elecciones del 2011. La dirigencia de la CGTP, de la mano de la mayoría de la izquierda, apoyó con entusiasmo su candidatura y luego ingresó a ocupar cargos en el gobierno, lo que infundió confusión en los trabajadores que en ningún momento sintieron que cesara la ofensiva patronal. Por ello durante sus primeros meses de gobierno Humala gozó de amplio respaldo y hasta la CGTP organizó marchas en su apoyo. Pero Humala pagó mal este favor, sobre todo el último año que promulgó leyes que retiran derechos históricos de los trabajadores configurando una segunda ola de contrarreformas comparables a la que realizó la dictadura de Fujimori en la nefasta década del 90.
Un Paro contra el gobierno y por las reivindicaciones
"Demandamos una nueva política social. Y eso pasa por la salida del señor Castilla del MEF", declaró el líder de la CGTP, Mario Huamán, desde la tribuna levantada en el Parque Universitario donde concluyó la marcha, reafirmando el objetivo de la convocatoria. Si bien los dirigentes se vieron obligados a convocar el Paro, no dejaron de orientarlo confusamente. Pero ni ellos mismos se comen el cuento de que sea posible el cambio de política económica y social, e inclusive la renuncia del ministro de Economía, Luis Castilla, de un gobierno que ha revelado una identidad servil con el modelo neoliberal y los intereses del gran capital. Pero las multitudinarias marchas de ese día pusieron en evidencia el rechazo obrero y popular al gobierno de Humala; lo menos que se escuchó en ellas fue “¡Humala Traidor!”. Inclusive, casi todas ellas concluyeron con simbólicos quema de féretros estampados con los nombres del presidente y de su esposa. Lo que también quedó claro en el retumbar de las manifestaciones, fueron las pr
incipales demandas por la que hoy se movilizan los trabajadores y por la que seguirán dando pelea: derogatoria de la ley servir, de la ley de reforma magisterial, del decreto de “contratos de exportación”, de la ley Pymes, por la no privatización de las empresas públicas, la recuperación del Gas de Camisea, el cumplimiento de la Ley de Consulta Previa y la solución de los pliegos y demandas sindicales.
¿Después del paro qué?
La jornada fue un relativo éxito, pero es evidente que nada se ha resuelto. El día del paro Humala se mandó mudar del país, y su anodino primer ministro se pronunció contra la medida al que despreció calificándolo de “fracaso”, leyendo el libreto que le colocó la CONFIEP. Sin embargo, una consecuencia indirecta del paro es que Humala no para de caer en las encuestas, y su “diálogo” con los partidos de oposición”, se ha caído.
¿Qué esperaban los dirigentes de la CGTP con el Paro? Recolocarse como oposición ante al gobierno que apoyaron, dado el desplazamiento que se ha producido por la base obrera y popular, y darle aire a su “Frente Amplio” como salida política para las elecciones del 2014 y 2016. Pero su “oposición” juega a presionar por la izquierda al gobierno, dejándoles el espacio de la oposición verdadera a todos los partidos burgueses que se encuentran enfrentados a él. Además, la dirigencia de la central integra una “mesa de diálogo” que sólo ha servido para que Mario Huamán y Cía. compartan café con el Primer Ministro mientras éste mantiene firme su ataque a los trabajadores. Para peor, el “Frente Amplio” que intenta ponerse en pie, ni es frente ni es amplio: apareció diluido y raleado nada menos que en la jornada que debía catapultarse como alternativa, dizque por “falta de voluntad” de sus miembros (ver el portal del PCP), pero en realidad por las misma razones de siempre de todo proyecto electoral: sus interminables disputas internas por los cargos.
Por arriba casi no ha pasado nada y la dirigencia de la central tampoco dice nada, lo que amenaza con diluir los puntos ganados con el Paro. En tanto, por abajo los que protagonizaron la acción (estatales, mineros, textiles, telefónicos y el activismo obrero), se han visto y fortalecidos y esperan continuar la lucha hasta la consecución de sus demandas centrales. Todos sabemos que Humala y la CONFIEP no van a parar la mano, y que la cúpula de la central que estos días guarda cómplice silencio, tampoco tomará ninguna iniciativa. Por ello seguirá siendo decisiva la actividad que desplieguen los dirigentes de base y sus sindicatos. Ellos deben incluir en sus asambleas y debates la discusión sobre el balance del 26 y la necesidad de continuar la lucha centralizada, esta vez haciendo que la CGTP convoque a un paro de 48 hrs.
Hay que llevar esta misma discusión al resto de sectores ensimismados en su problemática, con un solo eje: fortalecer el frente único de la clase trabajadora contra el frente único del gobierno y los explotadores, esta vez impulsando una acción de lucha más consistente.
Lima sigue tumultuosa y tranquila. Pero la clase obrera que irrumpió el 26 de setiembre puede y, es más, necesita iniciar un nuevo camino de recuperación orgánica y política para la lucha por sus reivindicaciones, y también para mostrarle a los de arriba que no somos más ni somos mayoría sólo para producir negocios exitosos en beneficio de unos cuantos, sino también para que se respete nuestros derechos y se dignifique el trabajo.
(*) Periodista