Inclusión social en Los Delfines
Por: Plinio Esquinarila
“No hay disculpas que valgan. ¿Estos viven en otro mundo o son tarados?”, escribía un usuario de Facebook, sumándose a las críticas a la pareja presidencial y varias ministras y ministros que fueron a Los Delfines a la inauguración de la llamada semana de la inclusión social. La verdad es que ni son tarados, ni viven en otro mundo. El presidente Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia tienen sobradas razones para volver a ocupar ese hotel sanisidrino cinco estrellas.
Y es que tras los pasos del prófugo y quebrado León Rupp, quien en el periodo terminal de Fujimori entregara al estado mayor de la chakana el Cesar’s Hotel de Miraflores para que sea su centro de operaciones, el empresario Jack Levy Calvo, director gerente del liquidado Banco Nuevo Mundo, hacía lo mismo con el alto mando humalista, entregando Los Delfines no solo para actividades de la última campaña presidencial, sino incluso para el anuncio de su triunfo.
Fuentes del nacionalismo disidente precisan que los nacionalistas habrían utilizado ese cinco estrellas para hacer las reuniones con los emisarios del entonces presidente llanero Hugo Chávez, obviamente no solo para coordinaciones del chavismo y su “socialismo del siglo XXI”, credo al que aún se adhería en la primera vuelta Ollanta Humala, sino para recibir de los chavistas las maletas repletas que llegarían del país llanero, pases que nadie aún ha investigado.
Obvio que en ese juego Levy tenía agenda propia: nos referimos a su aspiración de recuperar su banco que había fundado en 1993 y que en 2000 fue intervenido por la Superintendencia de Banca y Seguros a raíz de directivas montesinistas, según el mismo Levy, con tal de favorecer al Banco de Crédito e Interbank.
Para conseguir su propósito, en junio de 2011, Levy demandó al Estado peruano ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi), planteando una indemnización de US$ 4.500 millones tanto por el banco cuanto por la expropiación de 200 hectáreas de terrenos en Chorrillos declarados “intangibles”. Pero antes Levy ya habría entablado tratos directos con Humala, tratando de llegar a “una especie de conciliación o que haya un laudo”, según declaró a una agencia extranjera.
Así como en Levy la apertura de su hotel no era amor al chancho, sino a los chicharrones, como reza el dicho popular, en cambio para la pareja presidencial fue el primer fogonazo de glamur para entrar, poco a poco, en las clases medias y altas de la sociedad limeña, esa misma sociedad que había vivido de las ganancias de la edad de oro del fujimorismo económico.
Mas todo indica que la dupla Ollanta-Nadine no accedió a los astronómicos pedidos de Levy. Por cierto que la negativa motivó, dicen las mismas fuentes, la ira de Levy, que la ventiló a través de una cuenta en Facebook, pero lo habrían silenciado con un discreto “¿Tan difícil es quedarse callado?” ¿Tiene esta interrogante algún aire de familia con el recordado “¿Tan difícil es andar derecho?”, dirigido por Nadine Heredia al entonces primer vicepresidente Omar Chehade por sus inolvidables jornadas de Las Brujas de Cachiche? Sí. ¿Sería el mismo Chehade que logró hacer las paces del empresario con Palacio? Al parecer también sí.
Qué tales trasfondos de la pregonada inclusión social. Hasta mañana.
La Razón, Lima 25-10-2013