por Desco
Nos vamos habituando a coyunturas políticas de baja intensidad, en las que poca materia hay para el comentario o porque el hastío ha terminado por imponerse. Ya no pareciera importar que la popularidad del Presidente siga disminuyendo, sin la velocidad de meses atrás, pero de manera constante, colocándose en un 25%.
Tampoco ha sido un dato importante que el intento de construir un pequeño espacio de maniobra por parte del Premier, sucumba con lo que se leyó como una descalificación a su trabajo proveniente del cada vez menos popular Presidente de la República. No sorprende que ese mismo Premier siga en su puesto, sin que la observación presidencial le haya generado siquiera intentos de renuncia, como debió ser.
Asimismo, nadie siente curiosidad acerca de los resultados obtenidos por el Ejecutivo para asegurar su «triunfo» ante la minería informal e ilegal, de las que somos campeones mundiales. Tampoco interesa saber que en el camino cambiaron hasta en tres oportunidades al funcionario encargado de implementar la hasta ahora desconocida estrategia que debía desplegarse contra el citado «enemigo», ni es materia de preocupación que ese funcionario no dependa del ministro del Ambiente ni del ministro de Energía y Minas, siendo un general retirado que da cuentas solamente al jefe del Ejecutivo.
Dudamos que despierte algún interés, un inefable ministro de Defensa que —como siempre— no sabe explicar qué ocurrió con un operativo militar en el VRAEM, cuyo resultado son víctimas civiles. Es el mismo ministro de Defensa en cuya gestión se realizan cuantiosas compras militares sin que sepamos bien en qué consisten.
No genera ninguna inquietud, ni para bien ni para mal, la opinión o los anuncios que pueda ofrecer el ministro del Interior, pese a que la inseguridad ciudadana es el principal problema que percibimos los peruanos.
Miramos impasibles cómo el expresidente García, ha empezado a dejar de ser sujeto de investigación para, paulatinamente, convertirse en acusador, sin importarnos que haya indicios fuertes para sospechar que su gestión fue algo parecido a un narcogobierno. En ese sentido, aun abúlicos, debiéramos tomar nota que un par de congresistas apristas es suficiente para dejar fuera de juego a una intonsa mayoría parlamentaria oficialista.
Una mayoría parlamentaria oficialista que, además, es capaz de hacer jugadas políticas tan lejos de ser maestras, como evitar la censura de la Canciller mediante el blindaje congresal a un comprometidísimo expresidente Toledo. Todo ello, debido a que el Presidente de la República olvidó que las instituciones —aun desprestigiadas— se relacionan entre ellas según ciertas formalidades.
La enorme brecha abierta entre la sociedad y la política es uno de los triunfos más sonoros de la derecha neoliberal. Sin embargo, es esa brecha la que ha configurado un nuevo y emergente país, que no tiene nada que ver con esas clases medias de 900 soles de ingreso mensual de las que hablan los organismos multilaterales y repiten acríticamente los operadores locales, incluso el presidente Humala.
Ese nuevo y emergente país es el que reside en las zonas grises informalizadas e ilegalizadas que, para algunos, no están ni necesitan estar políticamente representadas en tanto surgieron al lado del Estado o contra éste y, para otros, por el contrario, están mucho mejor representadas que aquellas que constituyen el lado formal del país, lo que puede constatarse averiguando las actividades de muchos de nuestros parlamentarios. Algunos dirán, entonces, que por sernos tan ajena, la política formal perdió todo sentido. Pero, para otros, la política sólo estaría expresando el país realmente existente.
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