Palestina, año 30 de nuestra era. En el banquillo de los acusados, un profeta judío de 30 años que ha puesto en duda el statu quo político-religioso de su época. Hablamos, claro, de uno de los procesos judiciales más célebres de todos los tiempos: Roma y las autoridades judías contra Jesús de Nazaret. Un caso analizado hasta la saciedad, salvo que proliferan los enfoques históricos, religiosos, teológicos y hasta políticos, pero no tanto los judiciales.
Preguntarse si Jesús de Nazaret tuvo un juicio justo puede sonar a thriller hollywoodiense de abogados. Pero, al fin y al cabo, lo que le llevó a ser crucificado fue, literalmente, un proceso judicial, territorio en el que se mueve el profesor de Derecho Romano José María Ribas Alba (Sevilla, 1961), experto en el caso contra el fundador del cristianismo.
Tras unos cuantos estudios previos, Ribas Alba riza el rizo judicial en Proceso a Jesús (Almuzara, 2013), donde analiza el caso desde el punto de vista del derecho romano y la ley judía. ¿Conclusión? Jesucristo tuvo un juicio justo si nos atenemos a unos trámites ajustados a la legalidad vigente, un proceso penal con garantías dentro del estrecho contexto judicial de la época. No hubo ni conspiración ni encerrona judicial. El juicio a Jesús no fue ninguna farsa.
Un juicio político-religioso
Para que un proceso judicial no sea arbitrario, las acusaciones deben estar fundamentadas. En el caso de Jesús de Nazaret, lo estaban. No tanto porque el díscolo profeta judío supusiera una amenaza inminente como por su heterodoxia doctrinal. “Si lo comparamos con algunas de las figuras mesiánicas que lo antecedieron, Jesús no provocó ninguna alteración del orden público”, cuenta Ribas Alba a El Confidencial.
El problema era que sus palabras, definirse Hijo de Dios, refutaban el orden teocrático vigente. “Lo que molestó a las autoridades judías, que estudiaron la doctrina de Jesús en serio, fue su heterodoxia doctrinal”, aclara Ribas Alba sobre la actitud del Sanedrín, consejo judío de sabios encabezado por la aristocracia sacerdotal.
El libro desmonta la tesis popular del doble proceso. “Suele interpretarse que los judíos montaron un juicio religioso y los romanos uno político, pero ambos elementos son inseparables en esa época. Los dos delitos, el de blasfemia judío y el de lesa majestad romano, son político-religiosos porque ponían en duda tanto a las divinidades como a sus representantes políticos”, explica el autor.
La autoridad romana
Resumiendo: El Sanedrín imputaba y Roma juzgaba. Lo hacía de “manera discrecional” y con un “poder penal amplísimo”. “El proceso a Jesús se ajustó a esa discrecionalidad”, cuenta Ribas Alba sobre un juicio ”dirigido por una autoridad con más mentalidad militar que jurídica” y que “no tenía que amoldarse a ningún código procedimental”.
Con todo, Jesús era una amenaza menor para Roma. ”Si hubiera tenido un grupo armado detrás, habría sido una amenaza. Pero no. Aunque su discurso era preocupante, Jesús estaba solo, y hasta sus pocos seguidores le habían ido abandonando. Por eso las dudas de Poncio Pilato sobre su culpabilidad eran razonables”, aclara Ribas Alba.
El libro, que interpreta los evangelios en clave judicial, analiza el interrogatorio Pilato/Jesús, momento álgido de un proceso en el que ”Jesús se presenta como rey de los judíos, una imputación gravísima, merecedora de la pena capital”. He aquí tres claves de un juicio que derivó en dilema popular: liberar a Jesús o al bandido Barrabás.
1) “Pilato, jefe militar curtido en la represión de las habituales revueltas judías, acostumbrado a los problemas prácticos de una confrontación armada, viendo el aspecto y la soledad del acusado, la ausencia de seguidores y la falta de un historial subversivo, excluyó de antemano que se tratara de un pretendiente a rey. Concluye: ‘No encuentro ninguna culpa en este hombre’“.
2) “Pilato, que casi con completa seguridad no había oído hablar antes de Jesús, debió de entender que se trataba de uno de esos asuntos ‘especialidad de los judíos’, relacionado con la interpretación de la Torá en cuyas complejidades era inútil entrar. Pero la petición de la pena capital era un problema que debía afrontar”.
3) “La decisión de Pilato de ligar el destino de Jesús a un supuesto favor populi entraba dentro de las posibilidades con las que procuró sortear los riesgos de un caso que, pese a su poca entidad aparente, le estaba causando más problemas que los inicialmente previstos... Pilato terminó cediendo [a la presión popular]. El tenor del Evangelio de Lucas es altamente expresivo sobre la intensidad del clamor de la masa situada ante el pretorio. Barrabás fue liberado. Con ello fracasaba estrepitosamente el plan inicial del prefecto, al tiempo que demostraba una grave falta de sintonía con los resortes últimos de la vida social de Jerusalén”.
El otro Jesús se libró por loco
Pudo no haber sido así. Ribas Alba recuerda un caso similar al de Jesús de Nazaret, el de Jesús hijo de Ananías, absuelto en el año 62 d. C. tras ser juzgado por “declarar públicamente el fin de Jerusalén” y “atacar al Templo”, proceso que ha llegado hasta nuestros días gracias al historiador judío Flavio Josefo.
El otro Jesús quedó libre al concluir Roma que se trataba de “un loco sin responsabilidad penal”. A Jesús hijo de Ananías le tomaron por “un enajenado”. A Jesús de Nazaret le tomaron en serio. La diferencia no es baladí: ser flagelado o flagelado y crucificado.
El ensayo recoge las “llamativas” similitudes entre ambos procesos. “El Sanedrín ordena una detención. Se imputa una pena capital y el acusado es remitido al gobernador. El pasaje [de Flavio Josefo] aporta una prueba muy fuerte sobre la incapacidad del Sanedrín para imponer una pena de muerte. El gobernador romano le juzga y le aplica el castigo de la flagelación, pero el gobernador le absuelve al estimar que sufre un trastorno mental”. ¿La principal diferencia entre los dos casos? Ambos hablaron contra el Templo, pero a diferencia de las palabras de Jesús hijo de Ananías, las de Jesús de Nazaret “sí poseían claras connotaciones mesiánicas”, aclara Ribas Alba.
“Proceso a Jesús intenta mirar al pasado con tolerancia. Los personajes que intervienen en el proceso contra Jesús no deben ser considerados perversos. Vivieron en las coordenadas de su tiempo y cumplieron con su deber, aunque históricamente se les haya mirado con malicia, quizás a causa de cierto antijudaísmo”, zanja Ribas Alba. Conclusión: Perdónales señor, aunque sí sepan lo que hacen.
El Confidencial.com, 19-11-2013
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-11-19/jesucristo-tuvo-un-juicio-justo_55929/